¿Enseñanza pública o enseñanza privada?


Aunque se salga de los temas que abordo en este blog, creo que este artículo complementa lo que se dijo en el anterior, de ahí su inclusión, esperando que sea útil.

¿ENSEÑANZA PÚBLICA O ENSEÑANZA PRIVADA?

Es un gran dilema para quien tiene hijos. Tenemos la conciencia de que, según la calidad de la enseñanza que reciba nuestra descendencia, así será nuestro porvenir. Por ello, la Constitución ampara (al menos relativamente) nuestro derecho a elegir qué educación recibirán nuestros hijos: pública o privada. Es una decisión con implicaciones económicas – con nuestros impuestos pagamos la educación pública pero, si deseamos enviar a nuestros hijos a un centro privado, nos corresponderá pagar una sustanciosa cantidad aparte- pero también ideológicas, más allá del hecho de que casi todos los centros privados pertenecen a la Iglesia Católica (no todos) y obligan a su alumnado a llevar uniforme. Optar por un centro público o uno privado es algo más complejo que tener o no tener un determinado poder adquisitivo, decirse “de izquierdas” o “de derechas” o aceptar o no aceptar el concepto de ideario. Optar por un centro público o uno privado implica posicionarse ideológicamente en materia educativa y manifestar fe o falta de fe en el ser humano; cuestión que aclararé en este mismo artículo.

En la actualidad, el posicionamiento con mayor aceptación social, al menos en ciertos círculos, es que la enseñanza pública es intrínsecamente mejor, no tanto por la hipotética superior preparación de sus alumnos – que, al menos, son alumnos y no clientes, con las consiguientes implicaciones- sino porque promete libertad de pensamiento e igualdad de oportunidades; el docente cobra por su gestión educativa, no en base al número de “clientes” en su aula, y todo aquel que es asignado a un centro ha de ser admitido en ese centro y, por esa razón, cada Comunidad Autonómica garantiza unos recursos mínimos – sí, esto también es discutible-.

Quien opta por matricular a un hijo en un centro privado suele enfrentarse a acusaciones de snobismo – pues los centros privados, a diferencia de los públicos, no aceptan a cualquiera que desee matricularse-, clasismo económico e, incluso, soborno, por el concepto que mencioné anteriormente de alumno- cliente. Es sencillo pensar, y se darán casos, que en los centros privados pasan más “la mano” porque los clientes deben estar contentos y, por esa razón, llegan a las pruebas de acceso a la Universidad con unas puntuaciones medias muy elevadas que, según la vox populi, suelen caer estrepitosamente.

Otro punto a tener en cuenta y que suele funcionar en detrimento de los centros privados, es que los docentes que imparten clase en un centro privado no son funcionarios de carrera, no han debido superar una oposición.

Sin embargo, considero que si hablamos de docencia, no hay diferencia alguna entre un profesor que haya superado el proceso de concurso- oposición y otro profesor que no lo haya hecho, por una sencilla razón: las competencias que hay que poner en juego para superar esta prueba poco tienen que ver con las que un docente realmente deberá poner en juego para enfrentarse a su quehacer cotidiano.

Tampoco hay una diferencia significativa en el ámbito curricular. El Decreto Curricular Base, los contenidos y habilidades que un alumno ha de adquirir en cada etapa, con independencia de la Comunidad en que se encuentre o en el centro en el que estudie, son los mismos para todos. En cuanto al acceso a servicios tales como la atención psicopedagógica, los recursos materiales, la calidad de las instalaciones, la inspección… resultan increíblemente variables entre centros, ya sean públicos o privados.

¿Qué diferencia real hay entre un centro público y uno privado, más allá de los uniformes y las mayores dificultades para acceder a uno privado? No es la docencia. La diferencia radica en los idearios.

Los centros privados tienen un ideario. Los públicos también, puesto que se adscriben a la ideología que se encuentre en el poder. El reciente debate referente a la incorporación de la asignatura “Educación para la Ciudadanía” nos advierte de que la neutralidad estatal no existe, nunca ha existido. La escuela no es simplemente un aparcadero de niños en el que las jóvenes generaciones adquieren una cultura básica, es además un ente que les forma la ética, el pensamiento e, incluso, las emociones. En jerga profesional, hablamos de este tipo de formación como “función sociabilizadora de la escuela”. La escuela no sólo forma profesionales, futuros profesionales o talentos académicos, forma ciudadanos, forma personas.

Y ahora una pregunta para ti:

¿Quién tiene más autoridad para formar a tu hijo; una entidad dependiente del Estado o una entidad que funciona como una empresa?

La respuesta que me nace es “ninguna de las dos, aunque ambas deben existir”. No sólo porque, volviendo al principio del artículo, la Constitución ampara nuestra libertad de elegir, sino porque no es conveniente darle a una sola entidad todo el poder sobre la educación. En tiempos de democracia es sencillo defender la capacidad educativa del Estado, tener fe en la bondad de sus intenciones, pero, en tiempos de dictadura o represión intelectual, han sido los centros privados los que han logrado evitar la total extinción de mentes brillantes, creativas y rebeldes.

El Estado ha de crear los medios para permitir al pueblo defenderse intelectualmente de él si traiciona los principios que ha prometido proteger.

Y la escuela no sólo ha de propiciar la adaptación de los sujetos al medio en el que tendrán que sobrevivir, también ha de sembrar el germen de los cambios que deberán producirse en nuestra sociedad.

La escuela es una gran esquizofrénica.

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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2 respuestas a ¿Enseñanza pública o enseñanza privada?

  1. vicente dijo:

    Yo empecé creyendo en la escuela publica, porque bueno, hubo un tiempo en que me consideraba de izquierdas, claro eso a veces tiene cura y entonces ve las cosas de otro modo.
    Las escuelas publicas, son lugares en donde entregas a tu hijo a un educador. al que le va a dar igual su trabajo, trabaje bien o mal, cobrará al final de mes y a otra cosa mariposa.
    En los centros privados, los padres son más activos en cuanto a la exigencia de la calidad de enseñanza, y el profesor está más ceñido por la dirección, su empleo depende de que haga bien su trabajo. (Y eso motiva…¡bueno, como motiva!).
    Yo he tenido la experiencia de tener a mi hija un curso entero, en manos de una profesora incapaz de dar clase, porque estaba depre, neurótica, y nadie podía sustituirla, y nos la tuvimos que comer.
    El alumno cliente no existe, existe el padre cliente, y eso significa que quien paga exige calidad.
    Los centros privados si, son más selectivos, pero es una garantía de calidad.
    La desventaja, es que hay cola para entrar en la privada, y eso es malo porque puede bajar la calidad del centro, al saber que si pierde un cliente, hay tropecientos esperando, pero si hay tropecientos, es porque ese colegio es afamado y no es afamado porque sí.

    Yo recuerdo mi época de sufrido pringado en la APA y concejo escolar de un colegio publico, y desde entonces, soy partidario de que los padres lleven a sus hijos al colegio que quieran, que todos sean privados o semi privados, y que el Estado pague al centro la cantidad de dinero que le corresponda a ese niño.
    Por supuesto, los colegios deberian se los que contratadores del profesorado, y por supuesto, no funcionarios, sino gente contratada como el resto de trabajadores de este pais

  2. vengatriz dijo:

    ¡Hola, Vicente! ¿Qué tal esas vacaciones?

    Creo que en tu respuesta haces alguna afirmación exagerada. Las señalo:

    «Las escuelas publicas, son lugares en donde entregas a tu hijo a un educador. al que le va a dar igual su trabajo, trabaje bien o mal, cobrará al final de mes y a otra cosa mariposa».

    Hay casos en los que es cierto. Otros en los que no. Conozco a muchos funcionarios de la docencia muy vocacionales. También he tratado con gente que se toca las narices a dos manos. Sólo lo comento porque generalizar es peligroso.

    «En los centros privados, los padres son más activos en cuanto a la exigencia de la calidad de enseñanza, y el profesor está más ceñido por la dirección, su empleo depende de que haga bien su trabajo. (Y eso motiva…¡bueno, como motiva!)»

    Lo de los padres también me parece variable. Antes de la LOGSE las APAS tenían mucha menos fuerza que ahora. La representatividad e implicación de los padres ha aumentado. Dentro de eso, se implican más en primaria que en secundaria, y más en familias de buen origen sociocultural que en familias más deprimidas. Lo de que el profesor está más ceñido a la dirección, es cierto… pero no me negarás que muchos profesores de privados tienen «comprada» su plaza por ser socios capitalistas, y están tan seguros en su puesto como lo estaría un funcionario.

    Lo de la profesora con depresión… es totalmente lamentable. Y te comento una cosa al respecto; una de las últimas reformas consiste en ceder a los directores de los centros la atribución de gestionar económicamente el pago de los sustitutos con los fondos del centro. Es decir… que el director lo que intentará es evitar a cualquier precio llamar a un sustituto… porque debería pagarlo el centro.

    Ya ves, uno de los mitos que hay sobre los funcionarios es que están cada dos por tres de baja… lo que pasa es que pagan justos por pecadores.

    «El alumno cliente no existe, existe el padre cliente, y eso significa que quien paga exige calidad».

    Cierto, hilé poco fino lo de «alumno-cliente». Realmente son «padres-clientes», pero ¿exigen calidad o exigen aprobados? ¿a qué llamamos calidad? En enseñanza este término es peligrosamente ambiguo… y medio mundo lo acuña.

    He sido profesora particular y te diré: el deseo de los padres que me llamaban no era que sus hijos aprendieran, era que aprobaran. Si no fuera por como somos las personas (tengo mis dudas) propondría que las calificaciones fueran erradicadas, para que la enseñanza se centrara en lo que hay que aprender y no en obtener más o menos de un 5.

    En cuanto a lo de la cola de la privada… no es eso lo grave.

    Te cuento una experiencia. Mi hermano ha tenido problemas en su instituto y por ello intentamos contactar con varios centros privados. En cuanto se enteraban que mi hermano era repetidor, perdían toda la predisposición a admitirle en el centro.

    ¿No será que llamamos calidad a prescindir de repetidores, alumnos con dificultades especiales, marginales y de otras nacionalidades? Podemos caer en convertir la escuela pública en un «guetto» de indeseables, a la privada en una élita y entonces… llevarnos eso al error de que la privada es mejor, cuando en lugar de valorarla por sus aptitudes pedagógicas igual la estamos valorando por la ausencia de alumnos con problemas. No hace falta una gran pedagogía para enseñar a los alumnos más privilegiados, que aprenden aún a nuestro pesar.

    En cuanto a tu afirmación final… estando en contra del sistema de acceso actual al funcionariado (en especial, al de acceso a la enseñanza, por conocerlo mejor) no sabría si lanzarme a defender lo que propones, por las disyuntivas que expuse en el post anterior. No te creas que tengo claras mis ideas, en cierto modo estos análisis, estos debates, me ayudan a pensar.

    Un besote, gracias por seguir.

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