Residencia. Día 3.


Este día fue de más calma. Mis padres se serenaron y, si no lo hicieron, la onda expansiva no llegó a mis nuevos dominios. La mayor preocupación es que ignoramos si cobraron o no cobraron antes de que mi padre diera orden al banco de no aceptar ese pago, así que aquel día andaba esperando (y sigo esperando) que en cualquier momento alguien me acuse de morosa y deba dar creativas y sofisticadas explicaciones que justifiquen la situación, que de paso tocaría solventar, ya que lo de vivir aquí de gañote es impracticable.

En este día, solucionado el tema de las provisiones y a la espera de ver qué sucedía con lo que acabo de comentar, decidí comenzar a socializar, porque estaba claro que a mis compañeros de residencia no les iba a nacer hacerlo. Veréis, no quiero sonar prejuiciosa contra la gente joven, habrá de todo, etc, etc; pero esos chavales tienen entre 17 y 20 años y seguro que no saludan porque me ven como a una especie de yaya misteriosa que en ocasiones deambula por los pasillos.  Después de haber experimentado varias veces el que se crucen conmigo y no me digan absolutamente nada, decidí hacer una presentación americana.

Os explico. Llego al comedor, completamente sola. Comienzo a comer. De pronto, aparece una horda de juventud (se relacionan entre sí, son endogámicos) que me mira de reojo y prosigue como si yo fuera una parte más del mobiliario. Sabiendo reconocer la oportunidad, les miré y les abordé de esta manera: «Buenas tardes, me llamo Silvia, soy de Almería, tengo 26 años y he venido a Granada a hacer un curso de un mes, por lo que estaré aquí todo octubre. Os comento esto para que al menos podamos saludarnos si nos encontramos por los pasillos».

No sé qué estaréis pensando, aunque habréis notado que la sutileza no es mi fuerte. De todos modos, fue una conducta útil, logré lo que pretendía a corto plazo, rieron, se avergonzaron un poco y comenzaron a decirme cómo se llamaban, qué estudiaran y de dónde eran, lo que facilitó la conversación durante la comida. También logré que se fueran sentando a mi lado. No me parece tan mal comienzo, aunque aún la situación no es la idónea para que les nazca llamar a mi puerta e invitarme a salir – sí, llevo tres días en Granada y aún no he logrado salir de marcha, que es lo que se supone que hace todo el mundo aquí, pero ya lo lograré, es cuestión de cabezonería-.

Por la tarde, me vino un bajón notable. Comenzó a atacarme el RAI (ver entradas anteriores) y unas extrañas ganas de ir corriendo a casa con mami, papi, hermanito, hermanita y nuestra cobaya. Me vi loca para resistirlas, pero resistí. Si quiero aprender a ser autónoma (como bien apuntaba Garicano por ahí, es más adecuada esa palabra que «independiente») una de las primeras cosas que me corresponde hacer es aprender a convivir con mi mismidad.  No obstante, debo agradecimiento eterno a un amigo de Málaga, Álex (¡gracias!), porque se tiró el detalle de acercarse a Granada a acompañarme por la tarde.

Gracias a esto, además de los dos cortes ingleses, conocí el Neptuno y el parque de Federico García Lorca – al que alguno que yo me sé llama «Federico García Loca«, singular mala leche que tiene el personal, jeje-. Estuve viendo una peli cuyo nombre no sé si sabría repetir con exactitud, aunque creo que era Step 3D o algo así  – trataba sobre un grupo de jóvenes bailarines y al verla me pareció estar viendo una versión bailada y occidentalizada de Karate Kid- , tomando tapas para cenar – sí, la dieta a tomar por culo, ya veremos cuánto engordo de aquí a noviembre- y casi nos quedamos atrapados en el parking del Neptuno.

Claro, Álex no suele leer mi blog y por eso ignoraba la poderosa influencia del «Factor Silvia».

Imaginad, tras varias horas en el parking, se paga el tiket, vamos al coche, intentamos salir y descubrimos que el tiket no está en ninguna parte. Vamos a la garita del de control, el tipo no está, llamamos una vez, no viene, llamamos dos veces, no viene… y a la tercera nos aparece un tío con pinta de escandinavo y un profundo desprecio en la mirada, que nos regaló un interrogatorio de los de «cágate little parrot», casi nos pide el DNI del tiket desaparecido.

Por cierto, al final el cabronazo del tiket se escapó volando del bolsillo de Álex y se situó, el muy bromista, encima de la máquina expendedora. Por la altura de dicha máquina, ni Álex ni yo nos hubiéramos cuenta de que estaba ahí de no ser porque nos acompañaba el escandinavo de 2×2, que acabó relajándose y riéndose un poquito de la situación y otro poquito de nosotros.

Lo de matar el tiempo entre que regresé y me decidí a dormir se resume de forma muy sencilla:

1. MSN. Salva vidas.

2. Lectura.

Y de cómo transcurra mi día de hoy hablaré esta noche o mañana, así que… será continuado 😛

PD: Esto de socializar es como la paradoja de las tijeras. Veréis, la gente no te habla porque no te conoce y no te conoce porque no te habla, por eso hay que romper ese círculo. Y las tijeras, cuando no tienes te compras unas y cuando te las compras… necesitas unas tijeras para abrir el envoltorio plástico de las tijeras. Otra paradoja es la del martillo rompecristales; en los metros y trenes de cercanías hay uno y dicho martillo se encuentra totalmente protegido detrás de un vidrio. Lo mejor es la nota que hay a los pies del vidrio «Martillo rompecristales: rompa el cristal para acceder al martillo». Bravo. O como lo de encontrar trabajo sin experiencia (la analogía está clara) o sacarte el carné de conducir sin dinero, porque sin carné no hay trabajo y sin trabajo no hay carné… Vale, va, no me extiendo más en este punto por hoy XDDD  ¡Saludos!

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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5 respuestas a Residencia. Día 3.

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  2. dekn7 dijo:

    Siempre he querido decir lo del martillo rompecristales, creo que hasta tengo su foto, supongo que la dureza del cristal que lo cubre no tiene nada que ver con la de la ventana de emergencia, pero me sorprendió cuando lo quitaron del alcance de la mano para ponerlo tras un cristal.

    Espero tus aventuras de hoy, un saludo.

    • vengatriz dijo:

      ¡Je! Yo también tengo una foto, aunque en el PC que se ha quedado en Almería, pero la subí a un foro en su momento. Nunca había visto eso, lo descubrí en los trenes de cercanías de Cádiz el verano pasado y aluciné: 1. por el absurdo, 2. porque venía la frase en español y en catalán, con dos coj… 😛 y repito: se trataba de Cádiz, que tiene una población «catalana» muy muy relevante 😀

      Vamos a ver si puedo subir mis aventuras de hoy, ayer iba a seguir actualizando el blog y la conexión murió durante la noche y toda la mañana de hoy. Prácticamente acabo de conectarme. ¡Saludos!

  3. Coral dijo:

    Lo del martillo para romper los cristales yo lo he pensado siempre. ¿Telepatía?. No, estupidez de los que lo pusieron.
    Qué odisea. Y eso que se fue a Graná.

  4. vengatriz dijo:

    Toda una odisea, esa supongo que es la gracia del diario: la que lía una mujer supuestamente adulta desplazándose a la ciudad de al lado, donde encima tiene familia, cuando hay gente 10 años más joven que se va a vivir a otro país con una Beca Erasmus o, simplemente, que cruzan el país para empezar una carrera en una ciudad en la que no tienen a nadie. Pero bueno, cada cual vive la adolescencia cuando puede 😛

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