Diario de la resi. Notas de los días 13,14 y 15.


Día 13:

Este día no me llamó mi madre y también madrugué. Hasta el momento mi problema era mi tendencia a trasnochar unida a un sueño demasiado pesado, inmune a las cinco alarmas que programo en mi teléfono móvil, que me obligaba a depender de las llamadas de mi madre. Sin embargo, a partir de este día comienza a darse el problema opuesto: la tendencia a no dormir profundamente por temor a no despertarme, logrando así despertar una vez cada dos horas. Así, el martes, sin obligación alguna de madrugar, me desperté a las 9.00… otra cosa es que yo decidiera que era demasiado estúpido madrugar en ese día y acabara durmiendo hasta las 11.30.

No desayuné. Me daba demasiada pereza. Estuve «matando la cáncana» (sí, haciendo el idiota en MSN) hasta la una y pico. Luego salí a comer y, por circunstancias que no detallaré (no señores, no cuento todo) volví a ver el mercado medieval.

Al volver de mi breve salida, temiéndome que el resto de la tarde fuera aburrida de más, me encontré con la grata sorpresa de que el minigeólogo volvía de su tierra. Salí con él a cenar y fui capaz de llevarle a la zona de las teterías, lo que demuestra que mi sentido de la orientación comienza a afinarse debido a la necesidad, porque tiene su mérito recordar cómo se llega a un sitio al que sólo se ha ido una vez. Al menos para mí lo tiene, mi memoria espacial es un desastre.

¿Y por qué no vino la psicóloga? Sí, esa también volvía del puente… pero fue abducida por la Barbie de Sevilla, que me da a mí que el día de la llantina de las escaleras decidió adoptarla como paño de lágrimas vitalicio.

De este modo supe más cosas de mi compi de resi, como que odia el ketchup, odia lo verde, odia lo naranja, no tolera la fruta de texturas extrañas, es ultrafan de Harry Potter, tiene el secreto deseo de estar cuadrado y… nunca ha ido a un Burger King. Para obligatoria y antidietética del mes: EL BURGER KING (que, por cierto, ya sé dónde está en Granada). No puedo permitir que esta criatura pase el mes sin saber lo que es la comida basura de ese lugar.

Cuando cenamos, compramos chucherías del chino para entretenernos un poco en nuestra sala común y se dio un suceso algo vergonzante para una señorita: justo cuando aparecía por la puerta uno de nuestros dos nuevos compañeros-  sí, habíamos oído que había dos nuevos, pero no nos habíamos cruzado con ellos- a mí me dio por asfixiarme en riguroso directo debido a mi tos, ya mencionada por ahí, mezclada con un atragantamiento sorpresivo.

Me gustaría volver a ver a este sujeto en un momento en el que yo no esté roja y ahogándome, espero tener oportunidad.

Día 14:

¡Vuelta a las clases! Como me acosté a las 3 de la mañana (cosas de haber dormido hasta las 11.30 del día anterior) retomar los buenos hábitos fue duro; a pesar de haber seguido con esa inercia de despertar cada dos horas, por lo que seguí tirando de la buena voluntad de mi madre para lo del toque matinal.

A primera hora, saliendo rumbo al curso, me crucé con un nuevo compañero -no el de la asfixia, el otro- con el que apenas crucé dos palabras de cortesía hasta la noche, una vez que terminé con los dos turnos de clase. Al volver, me encontré a la que estuda psicología y al minigeólogo hablando con mi vecino, que resultó ser un gaditano con toda la pinta de gaditano (no quiero ser mala, pero de puro emplumado, va rebozado). El gaditano me saludó de la siguiente manera «¿Tú eres la chica de la habitación de al lado? Me han dicho que guardara silencio, porque habías tenido un niño de un mes y andaba muy extrañado, preguntándome si tus padres te habrían echado de casa, por qué no lloraba el niño, cómo es que no lo veía…»

Atención a la de cosas que hace una sin darse cuenta. Lo mío sí que es despiste: tener un hijo de un mes y ¡no enterarme!. Aquello fue de empezar a reír y no parar, seguro que lo que le habían dicho era «la chica se va en un mes»… y lo captó muy creativamente.

Nos fuimos a cenar los cuatro a un sitio al que la psicóloga tenía mucho interés en ir: al «Reventaero». Suena a comer hasta hartarse, pero podéis creerme: no es para tanto. Probé a pedirme una bomba* allí y os aseguro que no pasaba de granada de mano. Eso sí, ese bar sí tiene un estilo más «almeriense» de poner tapas; tienen su carta y vas eligiendo, sólo que te obligan a negociar: no ponen una tapa por persona, o no al menos si vas en grupo, ponen una tapa para cada dos personas. Supongo que será una estrategia para no colapsar la capacidad memorística de los camareros.

No obstante, estuvimos agusto. Otra cosa es que nos costara un siglo encontrar un sitio que se situaba nada más cruzar el Camino de Ronda, casi enfrente de nuestra resi… aunque, como sabéis, no es tan fácil cruzar Camino de Ronda, hace falta un helicóptero por el tema de las obras, o un GPS para saber por cuál de los múltiples «caminillos» abiertos puedes llegar al otro lado.

Día 15:

¡Casi la mitad! Si tenemos en cuenta que yo llegué el último día de septiembre y que octubre tiene 31 días, mañana llevaré 16 días, lo que supone exactamente la mitad de mi estancia en Granada. ¡Ha pasado volando!

Normalmente no hago referencias al curso que estoy haciendo, pero hoy sí que comentaré que hemos comenzado ya con la parte práctica. Hasta ahora todo eran clases magistrales, a partir de este momento me tocará faenar de verdad. Eso supone que me divertiré más, pero también que me cansaré más, que tocará dar el «do de pecho» – pretendo, como sabéis, que esto me abra puertas laborales-  y que, además de las tardes que me toca ir a clase de forma forzosa, deberé echar otras de modo «oficioso» para poder llevar el ritmo que se me ha impuesto. ¡Vamos a ver qué tal lo resisto!

Esta tarde, a las 20.00 me han dicho que hay cervezada, aunque no se llama cervezada, aquí recibe otro nombre. A ver si logro recordarlo para añadir la nota en mi siguiente entrada. Por suerte, empieza antes de lo que empiezan los botellones, así que volveré a una hora más prudente que la otra vez, aumentando mis posibilidades de llegar el viernes a mi hora a clase, como se supone que hacen las personas formales. Iré con la que parece que será mi pandilla: la psicóloga, el minigeólogo y el gaditano, que llevando pocas horas ya se ha adosado a mi grupito. Guay.

¿Y sabéis? Lo mejor es que comienzo a tomarles aprecio y me da que les voy a echar de menos cuando me vaya, aunque no es la primera vez que lo comento.

Será continuado…

* bomba: Básicamente es una bola de patata rebozada y  rellena de carne. Muy rica, pero muy variable en tamaño según donde la pidas.

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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