Diario de la resi. Días: 31-35


Día 31:

La jefa faltó a la juerga de la que hablaba en mi entrada anterior. Mis aspiraciones de pedir más que los frailes quedaron abortadas. No obstante, un detalle me encantó: me lo pasé en grande con la otra profesora y la secretaria. Era de chiste: una almeriense, una sevillana y una checa pateando Granada. Empezamos a enlazar cervezas, así como quien no quiere la cosa, y acabamos en la discoteca Aliatar, imitando a Paulina Rubio ante la atónita mirada de los viejunos.

Nota ilustrativa: la Aliatar es una disco que se encuentra en Gran Vía. Por dimensiones y diseño es perfectamente apta para la gente joven, tienes tu pista de baile, tu megapantalla, tu zona de mesas y sofás para cuando quieres descansar… y un discjockey esquizofrénico que hacía unas combinaciones musicales imposibles. Como es la música la que define el ambiente de esta clase de locales, el resultado final es que se llenaba de viejunos.

Hubo un par de hechos significativos de este día:

1. Obedecí a esa voz interior que me pedía que me comprara un sombrero. Y además, he descubierto que esa voz acertaba, ya que me quedaba de puta madre… y que además de ser bonitos, sirven para cubrir la cabeza, pues a eso de las 4 de la mañana comenzó a diluviar y no llevaba paraguas, lo que me permitió llegar con un aspecto digno a la residencia fue mi amigo el sombrero.

2. Cuando llegué a la residencia, me encontré con que Barbie Sevilla había traido a dos chicas del bloque A de la residencia, a los novios de estas dos y a unos amigos de todos ellos… y tenían un ciegazo de categoría VIP y un mono notable de marihuana. De hecho, el saludo de uno de los amigos de esta chiquilla fue: «¿Tú sabes que yo me fumo nueve canutos al día?».

Por presumir que no quede, la gente presume de cosas increíbles.

Nota: De modo previo a todo esto, antes de salir a la calle con la gente del curso, Barbie Sevilla me invitó a su cuarto (en la feliz creencia de que debía estar aburriéndome y de que me hacía un favor) y me puteó a base de sacarle fotos. Al principio iban a ser un par de fotos y al final acabé sacándole cerca de veinte fotos. Le vi todos los caretos posibles (ensayaba la mueca apropiada frente al espejo antes de posar) y en todas las poses imaginables: foto de pie, foto sentada, foto de rodillas, foto con la banderita del Sevilla, foto presuntamente sexy… grrrr… si antes me caía mal, a partir de ese momento comenzó a caerme verdaderamente mal y… bueno, a partir del día siguiente se me sentó en la boca del estómago, ya veréis por qué.

Día 32:

Este día estuvo protagonizado por una desaparición: la desaparición de mi bocadillo.

Hablemos de mi bocadillo. Era normal, pero yo le quería. Me había sido entregado la tarde del día anterior para que me sirviera de cena, pero como yo tenía previsto cenar fuera, lo guardé con todo el cariño del mundo para comérmelo el día siguiente. Era de jamón, sal y aceite, lo más básico del mundo, pero no me importaba: me gustaba. Su destino era servirme de sustento para el aciago día que me tocaba enfrentar: un día que había quedado sacrificado en el altar de las obligaciones académicas.

Sólo cometí un error: guardarlo en la cocina de la residencia.

Hay que entender que en muchas ocasiones he dejado comida en la nevera y no le había sucedido absolutamente nada. Los únicos episodios de robo que conocía eran las desapariciones ingentes de papel higiénico.

Otro detalle a tener en cuenta es que mi bloque se había quedado prácticamente vacío. Sólo quedábamos dos: la Barbie-Sevilla de los cojones y la que esto escribe. Cualquier sustracción dejaba inmediatamente en evidencia a la culpable, como así fue.

Imaginad qué ilusión me hizo despertar a las doce, dirigirme felizmente a por mi bocadillo y descubrir que de él sólo quedaba el culete, guardado para más señas en el mismo lugar en el que una vez hubo un bocadillo intacto, íntegro y completo en su mismidad.

Luego, para más recochineo, abrí el frigorífico, ya que tenía también un paquete de salchichas que, combinadas con mi pan de molde, podían servirme para sacarme de un aprieto. Allí sólo quedaba media salchicha, otra pobre testigo del delito.

Sumadle que era un día festivo, que el comedor estaba cerrado… y que diluviaba como si el cielo se estuviera vaciando.

Poseída por Hulk, me dirigí a la puerta de la cabrona esta y llamé un par de veces. Me respondió una voz de ultratumba «No me puedo levantaaaaaar».

La pobre hija de puta tenía resaca.

Entonces tomé una determinación: negarme a comer nada, porque Barbie Sevilla estaba destinada a pagarme mi bocadillo o, en su defecto, cualquier alternativa razonable.

Pasaron dos horas, así que me dieron las dos de la tarde.

Muy educadamente le planteé los hechos: mi bocadillo y mis salchichas habían quedado gravemente mermados, llovía, no me daba la gana salir a la calle ni gastarme el dinero, claramente la culpa era de ella porque o ella o sus amigos me habían robado mis cosas y, o bien me compensaba, o bien la denunciaría ante los responsables de la residencia por traerse gentuza.

Al principio no quería asumirlo, alegando que lo que hicieran sus amigos no era su culpa (¿?) pero al ver que podía tener un marrón próximamente, me prometió que me invitaría a filetes empanados, ya que estaban por llegar su hermana y una amiga de Sevilla y venían con comida que había preparado la madre de ella.

Acepté el trato y,  esperando la llegada de los víveres, me dieron las 3 y las 4.

De pronto, tocan a mi puerta. Mis tripas rugían. Cuando abro, me encuentro a la Barbie-Sevilla y a su estúpida sonrisa «¿Qué, Silvia? ¿Tienes hambre?». Yo no tenía hambre, yo tenía lo siguiente: desesperación pura. Y entonces, como quien esconde una sorpresa a un niño, saca las manos de detrás de la espalda y veo medio sandwich (ni siquiera era UN sandwich, sino MEDIO) y una naranja MEDIO pocha, con un «¡Mira lo que te traigo! ¡Un bocadillito y una frutita!».

Se me quedó expresión de Poker-Face. Mi hambre era como para empezar a comerme a su familia entera por las patillas. Además, por más que pestañeaba, esperando ver lo que ella me decía, allí no había un bocadillo y una fruta, había medio sandwich y una naranja pocha.

Acepté lo que me dio, por no mandarla a la mierda, bajé a un bar a comprarme un par de bocatas de lomo y queso que en esta ocasión sí que guardé en mi cuarto y decidí no denunciarla… pero sí regar la anécdota a todos mis compañeros de bloque, para que estuvieran atentos.

El resto del día lo ocuparon mis quehaceres académicos y el duro acto de zanjar definitivamente el asunto RAI, así que volví a sucumbir a la llorera… pero si algo tengo claro es que esa llorera será la última que dedique a esa cuestión.

Día 33:

Comenzó con un talante algo tristón, en coherencia con el estado anímico con el que cerré el día anterior. Lo bueno es que, bien temprano, llegó el minigeólogo y ya me estuvo haciendo compañía. Más tarde fueron apareciendo la psicóloga y el gaditano (este llegó el día 34). Aunque la melancolía siempre es una lata, no se está igual sola (o con Barbie Sevilla) que con los amigos, sobre todo si los amigos tienen tanta debilidad por comprar guarrerías en el chino como una misma.

Al final, aunque en su momento me parecía imposible, conseguí acabar a las 2 am toda la tarea acumulada que debía entregar al día siguiente.

Día 34:

¡Último día del curso! Pagué todas mis deudas, con la residencia, con la entidad organizadora del curso; entregué mis deberes; recogí la ropa que estaba pendiente de lavado; hice mi última práctica (¡y me salió genial!) y me despedí de mis compañeros del curso con una tanda de esas de enlazar cervezas hasta las cuatro de la mañana.

Anécdota plus: este fue el día en el que llegó el gaditano e intercambiamos chismes sobre Barbie Sevilla: yo le informé detalladamente de la cuestión del bocadillo y él me contó que cuando llegó al cuarto de baño se lo encontró lleno de pelos, maquillaje y demás restos femeninos. Estos restos se deben, cómo no, a que la chica esta cuando volvió a salir de Halloween el domingo  con su hermana y su amiga, iba tan pedo (o iban todas tan pedo) que dejaron el baño hecho una marranería y ya sabemos cuál es su modus operandi… «Que lo limpie Mr. Proper, que para eso le pagan». Así que, cuando el chico este llegó y le dijo «¿Quién ha dejado el baño así, ha sido Silvia o has sido tú?» él le cantó la Traviata de Verdi y a ella no le quedó otra que aguantar la bronca.

Anécdota plus 2: Esta pertenece al día del bocadillo, pero tiene relación, porque el día que me encontré con su desaparición también me encontré restos de los disfraces tirados por los suelos, una peluca escondida en el cuarto en el que «Mister Proper» guarda mantas, sábanas y demás y dos platos manchados de apagar los porros en ellos metidos también en esta misma habitación. Por hacerle un favor a Barbie Sevilla (que no mereció, luego me quiso matar de hambre) la alerté también de los lugares en los que quedaban restos de la juerguecita que se habían pegado.

Sí, calladita estoy más mona.

Día 35:

Un día extraño. Se fue volando. Volví al centro en el que hice el curso y les regalé una botella de licor. Me hicieron comentarios que me hace pensar que igual hay posibilidades de que me llamen para trabajar en un futuro no muy lejano (¿Será verdad?). Me dio pena despedirme. Aunque no haya entrado en materia con frecuencia, es muy cierto que he acabado tomando afecto personal a la gente que trabaja allí, ya sea por el Tarot (una acaba conociendo aspectos íntimos de la vida de las personas) o por la convivencia.

Luego me tocó despedirme de los compañeros. Una pena que cuando estuvimos todos (algunos tuvieron clase por la tarde) y decidimos ir a cenar por ahí, con idea de estar de juerga hasta las tantas, ya que mi padre (oh, Factor Padre) tenía previsto ir a por mí el jueves, nos encontráramos con que mi padre había decidido venir antes de tiempo y nos cortara totalmente la despedida.

Terminamos de cenar a toda prisa, me ayudaron a preparar mi equipaje y nos despedimos de forma más modesta en la sala común, bromeando juntos y sacando muchísimas fotos de recuerdo, fotos que han acabado en el tuenti.

Creo que jamás olvidaré a las personas que he conocido y tampoco a las experiencias que he tenido. Cuando mi padre llegó a por mí no quería irme… y al día siguiente, en casa, todo parecía un sueño. Como si jamás me hubiera ido y, a la vez, como si una parte de mí se hubiera quedado en otra parte.

Claro que tocará volver. A finales de mes tendré que ir a Granada a recoger mi título y los materiales que entregué. También aprovecharé ese momento para echar CV. Si al final acabaran llamándome para trabajar, no dudéis en que siempre que deba acercarme a Granada, avisaré a mis ex compañeros de residencia. No voy a abandonar las relaciones que han comenzado a nacer ahora. E incluso aunque no deba volver por motivos laborales a Granada, pienso visitarla de cuando en cuando.

Y con este último episodio… el diario de la resi toca a su fin y este blog volverá a ocuparse de los temas que se ocupaba antes.

Dejé pendientes unas cuantas entradas que debían tratar sobre mis experiencias pre-profesionales ¿verdad? jejeje

Gracias por leer, incluso cuando yo dejé de leeros.

También debo retomar la lectura de otros blogs amigos a los que dejé algo abandonados por mi agobiante ritmo de vida.

E incluso puede que retome las oposiciones; aún no lo sé :S

¡Nos leemos!

Nota final: ¿Os podéis creer que, cuando fui a recuperar aquellos cubiertos que compré, me habían robado tres cucharas? Llego a quedarme otro mes y me roban hasta las bragas XD

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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12 respuestas a Diario de la resi. Días: 31-35

  1. raphaela dijo:

    Leido, nena. Tarea cumplida. La tuya, digo (sonrisa).

  2. vengatriz dijo:

    Sí, «Micción cumplida», aunque todavía me queda acabar un trabajo para conseguir el titulito. Me pondré a ello a partir del lunes, cuando termine de llegar a Almería psicológicamente 🙂

  3. Garicano dijo:

    Bueno, bien está lo que bien acaba. Y que Granada tiene un yo qué s y un qué se yo…

    Un abrazo!

    J.

    • vengatriz dijo:

      Sí, la verdad es que estuvo bien, a pesar de los ratos malos, pero el balance global, tanto del curso como de la estancia, ha sido muy bueno. Y en cuanto tenga el título, pasaré por allí para echar CV.

      ¡Nos vemos! 🙂

      PD: Ya llevabas tiempo sin comentar, pecadorrrrr

  4. dekn7 dijo:

    Echaré de menos tus aventuritas en la residencia.

    Suerte con tu vuelta al mundo real.

  5. Vicente dijo:

    Y allí quedó la despendolada Barbi Sevilla, ya le estaba yo tomando manía también sin conocerla, de modo que mejor así.

  6. Tony el brasillas dijo:

    me lo he pasado genial leyendo tu diario,aventuras y desventuras de la plumifera en granada…también le he cogido manía a la barbie sevilla…en el fondo no es mala persona??será en el fondo de un pozo!!suerte y a ver si te cogen!!un beso amiga!!

  7. Hengo dijo:

    XD ¡Yo quiero el tuenti de Barbie Sevilla!

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