Silvi, silvita… qué cojones tienes (anécdota de profe)


Aunque estoy no forma parte de la serie «Anecdotario de una profesora particular», ya que esa serie habla de los alumnos pasados y no de los presentes, lo voy a etiquetar dentro «experiencias pre-profesionales», porque en sentido estricto sí forma parte de mi anecdotario como profesora particular.

Recordaréis que hace días comentaba que estaba pendiente de hablar con un alumno para clases de español. Ese día fue hoy. Habíamos quedado a las 9 a unos 20 minutos de mi casa. Al principio, todo transcurrió con normalidad absoluta, nos presentamos, me explicó que su mayor interés es sacar el carné de conducir, que su lengua es el francés, que lleva cuatro años viviendo en España… y me llevó a su casa, para que conociera dónde vive.

En la casa había una chica que es de algún lugar de Europa del Este. No vive ahí, pero es su vecina. La muchacha ha estado rajando sus 40 minutos de reloj. Me explicaba que había intentado cuidar ancianos, pero los honorables octogenarios habían resultado ser émulo del doctor Iglesias Puga; querían una chica joven y mona al lado, aunque sólo fuera para contemplarle los encantos y dormir en paralelo… pero ella no estaba de ánimos para eso. También protestaba diciendo que los españoles somos unos mentirosos, que prometemos cosas que no damos, esto en referencia a su futurible casera (quiere cambiar de piso) que no para de darle plantones.

Cuando la muchacha se fue, mi «alumno» me quiso poner un video, insistiendo en que era de su tierra. Pensé que sería algo más interesante, pero era un video musical cantado en francés en el que todos y todas movían el pandero al son de los tambores. Entones le expliqué que si quería aprender español enfocándose al carné de conducir, ya que habla con bastante soltura, que después de que le pase el test de nivel puedo tomar como referencia un manual de autoescuela que tengo en mi casa para que vaya adquiriendo un vocabulario apropiado para el examen. En cuanto al día y la hora de clases, como su horario de trabajo es inestable, los iríamos acordando sobre la marcha.

Y ya me iba, dipuesta a volver a mi casa tras un día duro, y de pronto comienzan los problemas: «¿Adónde vas, si te he puesto la tele?» «Pues a mi casa» «¿Y por qué vas a tu casa?» «Porque me esperan mis padres» «¿Y por qué te esperan tus padres, si ya eres grande?» «Porque soy mujer, soy la mayor Y MI PADRE ES POLICÍA» (no usaba un argumento similar para acojonar a alguien desde la adolescencia temprana) «Pero ¡por qué tanta prisa!» «¡Es que vivo lejos!» «¡Pero yo te acompaño!» «¡Es igual, debo irme ya» «Pero déjame que te haga dos preguntas…»

Y estas fueron las dos preguntas:

1º. ¿TIENES NOVIO?

Situaos, chicas. Los chicos también podéis situaros si explotáis vuestro lado femenino. Imaginad que estáis solas (solas es un plural muy singular en este caso) en un piso con un negraco de dos metros o más al que acabáis de conocer y con quien se supone que vais a tener una relación estrictamente profesional. Además, por razones misteriosas, no os ha llevado a una sala de estar, resulta que os tiene metidas en su DORMITORIO. Entonces, intentaiss iros y NO OS DEJA, al contrario, su reacción es preguntar a bocajarro si tenéis novio.

Me da igual vuestro estado sentimental y vuestra condición sexual. La respuesta es un sí grande y rotundo. Si hace falta más énfasis – o si, como en mi caso, os lo pregunta tres veces porque parece no creer la existencia de esa pareja- no sobra añadir «Tengo novio, está cuadrado, es muy viril y puede arrancarte los cojones de cuajo». En su defecto, recordad, vuestro padre es policía, más racista que el Ku Klux Klan y no le agrada el café con leche.

A no ser, que siempre es posible, que estéis dispuestas a hacer poética entrega de vuestra flor al exótico interlocutor. Si ese es el caso, no me meto.

2º. ¿TE APETECE SER MI AMIGA?

En esa situación sólo pude decir que sí. ¡No quería ver al negraco de enemigo! Lo que no sé es si para él la amistad implica derechos… aunque le insistí en «amiga, no novia» sus buenas 200 veces. ¿Lo habrá asimilado? Probablemente ¡no!

Al menos, pude intentar salir después del interrogatorio. Con el moro detrás, puesto que había prometido acompañarme durante TODO el camino. La primera misión (SALIR DE ALLÍ) estaba superada, pero quedaba la segunda… CONSEGUIR QUE EL MOZO NO ME ACOMPAÑARA HASTA LA MISMA PUERTA DE MI CASA. De pronto no me molaba nada la idea de que supiera dónde vivo. Creo que es bastante natural.

A mitad de camino, me encontré con un compañero de teatro – aprovecho para contar que me he metido en un grupo amateur- que al verme con mi «alumno» me ha mirado con extrañeza. Luego pienso pasarle este texto para que averigue con todo lujo de detalles en qué peculiar situación estaba cuando nos encontramos. Le conozco poco, pero lo suficiente como para saber que se va a mondar de risa FIJO.

No os quepa duda que durante todo el camino siguió quejándose de qué pesada es su soledad, de cómo se atormenta pensando porque no tiene con quién hablar, que si podemos quedar un día para tomarnos algo con su amiga (la de la Europa del Este, esa que habla tanto y que es pesada, dicho por él mismo, para que luego se queje de que no tiene con quién hablar…)

Pero el «alumno» tiene un problema: una es pava, inocentona y atrae el caos, pero todavía no es tan tonta como para NO reconocer una encerrona. El quid está en quedar los tres y que luego la otra tenga cualquier eventualidad (es decir, que jamás se entere) y aparezca él solito para disfrutar de mi encantadora compañía.

NI DE COÑA.

Yo a este no le cojo el teléfono más. Si es necesario, me esconderé debajo de una piedra y no saldré. Mi cupo de valor lo he agotado hoy.

No obstante, tengo que reconocer una cosa: por más que me queje del factor silvia, la situación de hoy ha sido peligrosa y he salido muy bien librada. Soy una gafe con suerte.

De ahora en adelante seré muuuuuuuuuuuuuuuucho más selectiva con la clientela.

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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9 respuestas a Silvi, silvita… qué cojones tienes (anécdota de profe)

  1. Garicano dijo:

    O sea que soy yo el que vive en el país del surrealismo…

    Pues yo creo que tú, para mal o para bien, debes de ser la embajadora internacional de buena voluntad del surrealismo. Me alegro de que hayas salido bien librada.

  2. vengatriz dijo:

    Sí, ya sé que lo mío no es ni medio normal XD

    Es lo que tiene el haberse caido de un guindo. O el factor Silvia. O ambas cosas.

    Al menos me da para amenizar un blog y alguna tertulia de cafetería, todo tiene su utilidad.

    Un abrazo 🙂

  3. Noelia González dijo:

    ¿De qué pais es? En Africa las culturas son diferentes a las de aquí, la gente tiende a tocarse más, a permitir más roce sin que vaya a más, aunque es cierto que al principio te sorprende, la generalidad es completamente inofensiva.

  4. vengatriz dijo:

    Esto ya no es una cuestión de que sean más de roce, Noe, pero te contesto: es de Costa de Marfil. Sé que si llega a ser realmente peligroso podría no haberlo contado. El hecho de pararme a pensar que en ese momento me quedé sola con el tipo y se daba la casualidad de que nadie sabía dónde estaba es, cuanto menos, inquietante. E imagino que si te pasa a ti, te acojonas como cualquiera, no tanto de lo sucedido sino de lo que podría haber sucedido. El quid es que este tipo no quería realmente clases de español, quería ver si me cerraba los agujeros, y darle clase mientras me «acosa» no es una perspectiva que me agrade. Por más proximidad física que busque, en 4 años viviendo aquí tiempo ha tenido de aprender qué reacciones suyas pueden provocar que la gente huya en dirección contraria. Es un tema de respeto.

    • Noelia González dijo:

      Es que son cosas que en el momento que empiezas a trabajar, moverte, salir, pasan todos los días. Sí que es bueno que alguien sepa dónde estás siempre, porque hay muchos locos. Este te vio buenorra, bien está 😀

      • vengatriz dijo:

        Jejeje… me voy a incrustar un «busca» en la frente 😛

        Gracias por sacarle el lado positivo XDDDD y, por supuesto,gracias por leer y comentar 😀

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  6. raphaela dijo:

    Me alegra que hayas zafado y sin duda el sujeto no es peligroso, sólo pesado.

    El secreto para evitar problemas y sustos en el futuro es soslayar la invitación a conocer la casa de alguien a quien has conocido 10 minutos antes. Y digo alguien: negro o blanco, grandote o menudo, hombre… o mujer. Por las dudas…

    Cariños

  7. vengatriz dijo:

    El tema es que la propia coyuntura del oficio me hace dar clase en los domicilios. Y eso porque en mi casa no doy clase, que si lo pensamos, la gente que da clases en su casa también se expone a ciertos peligros, sobre todo si las clases son individuales. Sin embargo, el otro día me dieron una buena idea (aplicable para adultos): dar clase en lugares «intermedios», como una cafetería o una biblioteca. Quizá la primera sea más factible que la segunda, porque es difícil dar clase en un lugar en el que no se te permite hacer ruido… puede que el truco esté en caer bien a los conserjes de la universidad para que me dejen colarme en aulas libres para dar clases.

    Ay, qué duro oficio este.

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