Primer intento de dar clase esta semana:
Pasó de todo. No me recogió ni la técnico ni el otro muchacho, sino dos hombres que no conocía, un musulmán con el que mantuve una interesante charla teológico-multicultural y un señor jubilado que tan pronto apoya a los mendigos como aprovecha su condición de voluntario para asistir de gañote a los partidos de fúbtol (y bien que hace). No sólo acudían a llevarme, sino a atender una emergencia: varias de las «casas» de los asentamientos habían sido derrumbadas y, en consecuencia, había mucha gente que, de pronto, perdió cuanto tenía (y no era mucho), así que les tocaba tomar nota de cuánta gente necesitaba atención urgente, quiénes eran y cómo contactar con ellos.
El primer accidente fue que, por el camino, me di cuenta de que yo no tenía llaves. Las llaves del aula las tenía la técnico y esta había olvidado hacérsela llegar a los muchachos, por lo que nos tocó retroceder, coger las llaves, volver a salir… ¡y eso nos supuso llegar con una hora de retraso! Normal que nadie acudiera a clase.
Después de llamar a las responsables y de que se negaran «educadamente» a contactar con mis alumnos, me tocó personarme en los asentamientos para intentar buscarlos. En la casa en la que viven la mayoría de mis alumnos sólo quedaba uno, que me explicó que los demás habían tenido que ir a trabajar y me dejó caer que la semana pasada estuvieron esperando dos días y vieron que no llegaba a nadie a dar clase. EN NINGUN MOMENTO FUERON AVISADOS DE LA AUSENCIA. Y eso era algo que tenía que haber hecho la técnica, que por algo la avisé, por ello le pagan y que me prometió que se lo comunicaría a los alumnos.
Al final acabé pidiéndole disculpas, asegurándole que el próximo día habría clase y, a fin de no estorbar, estuve ayudando durante cuatro horas a los compañeros en la tarea de recogida de datos… así que estuve currando más horas que si hubiera dado clase. Sólo decir que llegué a mi casa a las tres de la tarde.
Nota: tampoco vino mi compañero, me anunciaron repentinamente que después de acabar el curso que andaba haciendo, se había metido en otro… y ni siquiera se había molestado en avisarme, aunque visto lo visto, yo tampoco contaba con él.
Segundo intento de dar clase esta semana:
De mi compañero nunca más se supo. Hoy me llevó el chico del que hablé días atrás, el que era tan veterano de Cruz Roja y se agregó una voluntaria nueva que lleva un año. Y digo nueva porque mucho no habrá asistido cuando, un año después de incorporarse, todavía no tenía claro que andaba obligada a llevar un uniforme ni en qué horario debía acudir a recogerlo.
Llegamos puntualmente pero el problema se repitió: no vino nadie. Mi respuesta también se repitió: ir a los asentamientos a la caza y captura de los alumnos. La situación se volvió a repetir: casi todos fuera de la casa, trabajando o intentando trabajar, y de los dos que quedaban sólo uno podía ir a clase y estaba dispuesto a ir, porque el otro iba a ir a los invernaderos próximamente. La clase se ha cancelado porque dos profesoras para un alumno es muy mala proporción, así que regresamos a nuestras casas «con el rabo entre las patas».
Luego supe que la técnico que me supervisa y responsable de este desaguisado entró como yo sospechaba: tras sólo unos meses de funcionaria y por macro-enchufe, al ser familiar de un cargo de Cruz Roja.
Todo tiene sentido cuando se dispone de la información suficiente.
¡Dios mío! En mi país pasan cosas por el estilo y solemos decir: esto en Europa no sucede! Y parece que sí. Gente que no tiene interés en la función que asume, gente que está vaya a saber por qué, horarios que no se cumplen y gente pobre y humilde que se ilusiona para verse pronto sin esa lucecita que se le enciende. Me imagino lo que pensarían esas personas que se quedaron esperando profes que no aparecieron. La sensación ha de ser la de que son «nadie», que como a tales los tratan y que esos esbozos de «ayuda» no son más que una gestualidad de conveniencia que se agota enseguida haciéndoles perder rápidamente cualquier expectativa. Y en el medio gente como tú: que realmente quiere ayudar. Porca miseria.
Pues te cuento, porque hay novedades en esta historia. Como el tema me molestó mucho, me quejé formalmente por escrito. Si algo he aprendido de mi señor padre es que las palabritas se las lleva el viento y hay que tener copia documental de todo lo que pueda ser importante, ya sea ahora o dentro de veinte años. Por tanto, usé el correo electrónico, porque la firma electrónica tiene tanta validez como la otra y porque cada vez que mando un correo, se me queda automáticamente una copia. La técnico tardó un día en contestarme y cuando lo hizo me dijo, muy amablemente, que sí que se había avisado a los alumnos, que ella delegó en un compañero suyo – así que adivina: yo le digo algo a ella, ella delega, el otro SUPUESTAMENTE lo hace… y entonces, indudablemente, alguien (que debía haber cumplido con su obligación) miente. Y adivina quién. El caso es que ella me dijo que no me preocupara, que lucharía porque recuperáramos la credibilidad, que hablaría con ellos, que quizá se nos agregue una alumna marroquí que demanda dar clase aparte porque no quiere compartir aula con los hombres (todo un tema)… y a saber en qué queda esto. También me dio su messenger, para estar «más en contacto». Yo todavía no la he agregado, considero que mi messenger es algo personal. Ya veremos lo que hago, total, tengo cuatro cuentas.
Un abrazo, guapa. Seguiremos informando.
Me parece decepcionante lo de la técnico, sea familiar de quien sea, tu eres voluntaria,no tienes nada que perder, yo reclamaria….