A continuación, la historia en relación al alumno al que le he dado clase durante más tiempo: prácticamente un curso académico completo. Un chico de 2ºde ESO, tal y como me lo presentaron «con algunos problemas de atención» y que «nunca había tenido grandes problemas con los estudios hasta ahora, que se le estaban atravesando un poco las matemáticas». Una mentira que, según supe luego por la madre, me contaron para que no prejuzgara al niño ¿?
Obvio, cuando te das cuenta de que el niño, mientras le hablas, sigue gira sobre sí mismo, debe tener siempre un objeto en las manos, se pone nervioso, no atiende, le irritan los ejercicios largos, se está levantando permanentemente para beber agua, ir al baño o con cualquier excusa peregrina… pues es algo más que falta de atención.
Más tarde supe que era hiperactivo diagnosticado, a tal punto que en sus años de infancia su madre tenía que leerle los temas a estudiar mientras él corría alrededor de la mesa, porque ni siquiera podía estar sentado para escucharla. Y eso para que luego digan que el nene es desatento… y que esperen, felizmente, que una psicopedagoga no lo note.
Luego venía la cara B de la problemática, una cuestión demasiado común: aunque la madre estaba volcadísima con las dificultades del chico, el padre nunca asumió las consecuencias de su trastorno.
No deja de ser llamativo el hecho de que el chico era Scout (y su padre se metió a monitor de los Scout para controlar al hijo, lo que le tocaba terriblemente las narices al hijo… y según yo, es una actitud tan controladora como antieducativa). Muchas veces no podía dar clase en la fecha prevista porque al (forzado) nene le tocaba ir de excursión con los Scout. Y cuando no era eso, eran los partidos de baloncesto – nada hay más relativo que el horario del profesor particular, pero nosotros no tenemos vida, nuestros horarios han de tener una flexibilidad total para adaptarnos a los del alumno…o perdemos al alumno-.
Estuve dándole clase más tiempo que a ninguno, prácticamente un curso académico, con una frecuencia de cuatro horas semanales que podían aumentar en ocasiones puntuales (exámenes o tareas excepcionalmente difíciles). Abordé todas las asignaturas, especialmente matemáticas e inglés. En ocasiones, probé a hacer actividades de entrenamiento cognitivo, pero no pude dedicarme a ellas de modo adecuado porque todo mi tiempo se iba en el apoyo a los deberes. De aquí tocó aprender que esto del entrenamiento cognitivo no debería haberse planteado como un suplemento, sino como algo de la misma relevancia que las tareas escolares.
El chico aprobó trimestre y medio de matemáticas. Un éxito del 50%. Probablemente sin mí no lo hubiera tenido, pero fui despedida. Según me contó la madre, aquella decisión la tomó el padre, que consideró o que yo no era efectiva o que su hijo no era «hiperactivo», sino un vago que no aprovechaba los recursos que se le daban.
Tres cosas aprendí con esta experiencia:
-Sobre los colegios: Rara vez se adaptan a la diversidad. Con los problemas de hiperactividad manifiesta que tenía el chico, pese a que fuimos la madre y yo a hablar con ella, su concepto de recuperar tres parciales es poner un examen de 30 preguntas, de tal manera que el chiquillo suspendía más por agotamiento que por otra cosa. Si cualquier crío se agotaría, imaginad él.
-Sobre el tramiento a hiperactivos: Era muy difícil conseguir que me hiciera un caso mínimo mientras estaba en la casa, porque era su terreno… y la verdad, una no sabe qué es más peligroso: si la consideración extrema de la madre al trastorno de su hijo (que puede llevar a la sobreprotección) o la falta absoluta de consideración del padre al trastorno. La cosa mejoró muchísimo cuando dejé de darle clase en su casa (su territorio) y comencé a dársela en un trastero. Una pena no haber tomado esa decisión antes.
– Sobre la familia: Lo dicho. Son la mejor ayuda y el mayor estorbo. Un arma de doble filo con la que hay que lidiar.
Cuanta sabiduría!
vivimos en una sociedad muy hipócrita, nos inundan de anuncios sobre la comprensión, la tolerancia y la igualdad, pero a la hora de la verdad rige la ley del más fuerte. Ánimo guapa!! Si sabes hacen tan bien de profe particular podrás con la oposición y con lo que te echen!! 😉 Muak!!
Chimos: No me digas esas cosas, no sea que me las crea XD
Mar: Gracias por los ánimos. En realidad, no me veo como buena profesora particular, tuve que meter varias veces la pata (y por escrito están) antes de que comezaran a irme bien las cosas en ese terreno. Lo positivo es que, de momento, las cosas me van muy bien con mis nuevos alumnos, ya iré hablando más de ello 🙂
¡Besote a ambas!