Bonus:
Al final, como sabéis, decidí hacerme la analítica y no ir a clase. Sólo quedaba por ver si la técnico cumplió o no cumplió la promesa de ir en mi lugar a dar clase. ¿Qué creéis que hizo? ¡Tarán! Es lo que estáis pensando; a la mañana siguiente, en vez de recoger las llaves y dirigirse a clase, me llamó, diciéndome con mucho apuro que le había surgido un imprevisto y que no podía ir ni mandar a nadie en su lugar, pero que avisaría a los alumnos de todo.
Como explicaba en la entrada anterior, probablemente me ahorré ir allí y encontrarme sola ante el peligro, sin nadie que pudiera acercarme.
Y de ahí llegamos a la clase 7.
Clase 7:
Hoy me llevó de nuevo aquel chico árabe con quien ya fui en otra ocasión anterior, justo el día que no di clase pero que dediqué cuatro horas a tomar nota de la gente necesitada tras los derrumbamientos «no accidentales» de sus chabolas. Como aquel día quien realmente condujo era otro señor, yo me despisté, el chico se perdió y no había modo de recuperar nuestro camino. A veces equivocarse en una salida, aunque la distancia inicial sea de unos metros, puede tener consecuencias catastróficas.
En nuestro caso, retrasarnos una hora.
No os quiero ni contar lo violento que fue llegar ahí y encontrarnos a los alumnos en la puerta tras UNA HORA de espera. Se pusieron a gritarme y mi pobre conductor disculpándose y disculpándome, explicándoles que nos habíamos perdido.
Lo que realmente me toca las narices del asunto es que con todas las veces que me han llevado a ese lugar, YO DEBERÍA HABERME APRENDIDO EL CAMINO. ¿Qué excusas tengo? Un millón, como todos cuando deseamos excusarnos: 1. cuando una es llevada y traida no se fija igual que si tiene que guiar; 2. me han llevado a aquel lugar por varias rutas diferentes y varias personas diferentes; 3. a veces esas personas no han llegado por rutas directas, lo que también confunde a la hora de recordar; 4. según nos vamos acercando a la zona de los asentamientos el paisaje se hace cada vez más monótono, lo que complica la precisión (invernadero, matojos, camino de tierra, invernadero, matojos, camino de tierra)…
Y sin embargo, aunque era rigurosamente cierto que nos habíamos perdido ¿por qué demonios sonaba a mentira?
Lo que es peor: teniendo en cuenta la falta de estabilidad de los compañeros y los guías, quizás no me quede más remedio que estudiarme el camino. No quiero volver a pasar otra vez por este bochorno.
Apaciguarlos costó un poco. Por suerte, les interesaban los temas de la clase – desenvolverse en el médico y cómo elaborar un CV-. Les prometí que en la próxima clase revisaría sus CV. Obvio, por tratarse de algo que podía ayudarles a encontrar trabajo, su actitud pasó a ser otra muy distinta.
Aproveché la ocasión para comunicarles mi próximo viaje y para pedirles que se informen de si vendrá o no otro profesor. Ya sabéis que no me fío de los recados telefónicos.
A ver con qué me encuentro la semana que viene. No os negaré que me apetece descansar de todo esto. Dar clases me encanta, pero los problemas tan continuos desmotivarían, pienso yo, incluso al Santo Job.