Como se ha vuelto costumbre, en cada una de estas clases tocó cambio de «chófer». En la primera, clase 9, me llevaron y recogieron un chico y una chica. Ambos compartían el tener 23 años y una relación que indicaba que su amistad era previa al voluntariado. Parecían recién llegados. El chico, por sus rasgos, aparentaba ser de Perú pero también parecía haber residido gran parte de su vida en España. Sin embargo, decía estar casado y con dos hijos (una cosa poco común aquí en muchachos de esa edad) y también nos contaba que su padre (ojo, cuando él vivía con su familia en su país) conseguía boas para casa, para comer. Esta última es un buen ejemplo de experiencia que no he tenido ni tengo mucho interés en tener – olé, Silvia, tres veces el verbo tener en la misma oración; vas mejorando-.
En la clase 10 ¡por fin volví a coincidir con mi técnico! Si echáis un ojo a este diario, observaréis que hacía un montón de tiempo que no la veía. En esta ocasión, ella no venía sola, la acompañaba un mediador intercultural de origen marroquí. Ya que tocaba llevarme a dar clase, no lo consideraban mala ocasión para ayudarles con esos temas que atormentan a los inmigrantes y que pueden resumirse en una sola palabra: papeles.
En ambas clases estuve a punto de colgarme de un árbol, pero no de un árbol cualquiera: concretamente de un árbol genealógico. No lo digo porque en varios momentos pudiera acordarme de sus familias, que también, sino porque jamás se me había ocurrido pensar que el concepto que para mí sería más difícil de explicar en mi (todavía) breve historia como profesora de español sería el de yerno/ nuera.
Primer motivo: Tengo un fuerte ataque de primavera, que en mi caso se ha traducido en una especie de sinusitis persistente que me complica la pronunciación de palabras muy nasales. Ahora mismo, cuando digo «yerno» no parezco yo, parezco Eros Rama(la)zzoti.
Segundo motivo: Mis alumnos no entienden el concepto de «árbol genealógico». Tardé toda la clase 9 en descubrirlo. Después de hincharme de escribir en la pizarra y poner ejemplos durante dos horas, alguien pronunció la terrible frase «no entende dibujo, mejor tú escribe y yo copio». Toda oración que comience por «no entende», y muy especialmente tras una explicación larga, suele ser para echarse a temblar según mi experiencia, porque augura que esto no es una simple duda; es que no han entendido nada de nada.
Tercer motivo: Sospecho que el concepto «yerno» no existe en ciertos países africanos, aunque sea posible que ellos tengan hijas y que sus hijas se casen. La palabra «suegro» la captaron rápidamente (y, por si quedaran dudas, en inglés es «father in law). Lo mismo es aplicable a suegra (mather in law), cuñado (brother in law), cuñada (sister in law)… pero cuando me referí a nuera (daugher in law) o yerno (son in law) se me quedaron tan «in albis» como cuando tiré de árbol genealógico, de definiciones en español, de ejemplos en clase… de hecho, cuando el mediador intercultural y yo les decíamos cosas como «Mira FULANO, tú eres MI padre y ahora YO, SILVIA, me caso con él, MENGANO, … tú eres SU suegro… FULANO es suegro de MENGANO ¿Él qué es para TI?». La respuesta que lograba obtener era «SILVIA MI PADRE».
Me sentí totalmente Darth Vader.
No me preguntéis si lo pillaron al final porque no tengo ni idea ¡y prefiero no saberlo!