Quien siga esta sección recordará que en la última clase viví un alercado un poco fuerte, lo suficiente como para que me pidieran que no se lo contara a la técnico que supuestamente me supervisa… y, por tanto, lo suficientemente fuerte como para que yo se lo contara por email mientras, de paso, aprovechaba para explicar las necesidades que tienen (revisión de papeles, exceso de personas viviendo en la misma casa, desempleo). No la vi en persona, de hecho, se nota que últimamente ni se preocupa por mí (no firmé esta clase, ni la anterior, ni unas cuantas más, menos mal que llevo este diario) así que le conté todo por correo electrónico. Ella me contestó que echará un ojo para ver qué necesitan, pero que no me lo tome tan a pecho, que no están tan necesitados como cuentan porque hay una monjita que desde hace un año les está enviando comida todos los días.
Sin comentarios.
Otra cosa que no merece comentario es que ella se fuera de viaje sin avisarme. Eso condujo a lo que suele ocurrir: yo esperaba que ella me avisara diciéndome quién venía a por mí y dónde me recogían, el voluntario que debía llevarme esperaba hablar con ella porque no puede coger los coches de Cruz Roja sin permiso… y ella no estaba allí. Previsiblemente, llegamos tarde, aunque era un retraso asumible: alrededor de 20 minutos. No sé de qué me espanto. Lo maravilloso es que a pesar de tanta incompetencia, los alumnos sigan asistiendo a clase.
Este voluntario está recién incorporado y parece que será quien me lleve a dar la clase hasta el final de curso, a menos que lo manden a otra parte. Agradecería tremendamente tener un compañero estable. En la esperanza de que este pueda serlo, intercambiamos teléfonos. Es un chico de origen latino que me estuvo contando todas las cosas que ha estado haciendo desde que vive en España y cómo le fue afectando la crisis.
Cuando llegó aquí era muy joven y no andaba muy motivado por el estudio. Debido a eso, aprovechando la normativa que permitía por primera vez a los extranjeros incorporarse a las fuerzas militares, se incorporó a la legión. Detalle para los opositores a Cuerpos y Fuerzas de Seguridad el Estado: parece que acreditar que se ha estado en la legión garantiza una reserva de cupo. Él ni sabía dónde se estaba metiendo, pero según él cierto grupo de legionarios sigue mereciendo la fama que tienen. Baste decir que uno de sus superiores, al descubrir que no sabía liar porros porque él no los consume, tomó como afición que fuera él precisamente quien le liara los porros cada vez que se le antojara.
A los cinco años se cansó de pertenecer a ese cuerpo y se metió a estudiar, sacando una titulación relacionada con la nutrición, los masajes, el ejercicio fisico y el cuidado personal de cuyo nombre no puedo acordarme – una o varias- y comenzó a ganarse la vida desempeñando una doble labor: por un lado, de masajista-dietista-entrenador tanto en gimnasios como de modo particular, por otro, montando un negocio en el que vendía productos para culturistas (puesto que él también lo era).
Me contaba que cuando comenzó a hablarse de la crisis, él no acababa de creerse lo que estaba pasando, pues le sobraba el trabajo y le iba genial… pero si todo el mundo acaba empobreciéndose a tu alrededor, al final te acaba cayendo encima. Se le hundió la tienda; cada vez iba menos gente a comprarle sus productos, faltaba dinero, resultaba imposible pagar la nomina de la chica que le estaba ayudando como dependienta cuando él debía ocuparse de su propia profesión, el pago del local consumía todos sus ingresos como si fuera un agujero negro… y su suerte fue que, tirando de ahorros personales, fuera capaz de pagar las dos cuotas del local que le quedaban incluso cuando ya casi se extinguieron sus ingresos. Los gimnasios en los que él trabajaba comenzaron a desplomarse; primero los recortes de personal, después los recortes de horarios y al final… el cierre. Sus clientes personales también desaparecieron: el cuidado del cuerpo es un artículo de lujo en tiempos de crisis y, como es lógico, de lo primero que nos desprendemos es de los lujos.
Había pasado de tener grandes ganancias a verse totalmente desamparado, aunque por suerte tenía familia: llevaba años casado con una española y el padre de la chica era propietario, así que le propuso que le ayudara a llevar el tema de las tierras. Debido a esto descubrió lo malo que tiene trabajar con la familia: el fuego amigo. Echó varios meses de su vida en ayudar al suegro y jamás los pudo cobrar.
Este factor, entre otros, acabaron por arruinar su matrimonio, así que además de verse sin ingresos, se encontró sin familia y, por tanto, sin apoyos.
Unos amigos acudieron a su rescate para hacerle una oferta de trabajo singular: que se uniera a una compañía de boys para «amenizar» las despedidas de soltera. Y al principio, dado su pasado como culturista, no le iba mal, pero comenzaron los problemas cuando alguna soltera confundió los términos creyendo que ser bailarín es el eufemismo de prostituto. De tal manera que acabó dejando el mundo de la noche por una cuestión de principios
Ahora se veía en Cruz Roja, en la sección de inmigrantes porque no sabían dónde meterlo, intentando hacer algo con su tiempo a la espera de poder resolver su situación; si bien sabía que de España nadie le va a echar ya que, debido a su pasado matrimonio, había obtenido la nacionalidad española. En resumidas cuentas, otro más de tantos que valoran sacar las oposiciones a policía o guardia civil.
«Y mira, Silvia, sólo llevo dos días y ya me estoy decepcionando. Uno tiene conocimientos de cuidado físico ¿Por qué no me dejan colaborar con lo que sé? Dicen que porque aquí hay muchos médicos, enfermeros y demás, pero, entonces ¿Por qué cuando vengo por aquí las emergencias no están atendidas? Además, cuando empecé de voluntario me dijeron que siempre habría un técnico supervisando mi labor por si había problemas ¿cómo es que de momento jamás un técnico ha venido conmigo? Estoy viendo una desidia, un mal funcionamiento en el poquito tiempo que llevo… que me estoy decepcionando, vaya, uno tenía otro concepto de Cruz Roja».
Ya le expliqué el temita de las proporciones, lo de que si hay un 20% de técnicos y un 80% de voluntarios, el trabajo nos lo comemos los voluntarios, que Cruz Roja en crisis no contratará a nadie, etc, y, sobre todo, que los que realmente ponen la vocación son los voluntarios, porque si por los otros fuera… a la vista está.
¡Ah, si los coches de la Cruz Roja hablaran, cuántas ideas subversivas podrían contar!
En cuanto a la clae, fue más tranquila que la anterior. Yo me dejé llevar por el espíritu filantrópico y regalé a uno de mis alumnos, uno de los que no volverá en verano porque se muda y que además de llevar el tema del idioma lleva el de la lectoescritura (por haber estudiado en una escuela musulmana), un diccionario de imágenes, es decir, que apoya la palabra a enseñar con un dibujo.
Ese libro no era para mí, era un préstamo para dar mis clases, pero… ¡qué coño!
Si me piden que lo pague de mi bolsillo, lo pago, pero se supone que voy a atender necesidades.
¡Y más con lo rebelde que ando en estos tiempos! ¡He dicho!