Estoy que no quepo en mí de mala leche. Ha salido tan mal esta fiesta que me he quedado con la sensación interna de que debía haberla cancelado.
Resumiendo:
– La técnico, que iba a venir a la fiesta, ha faltado. Su presencia, creo yo, hubiera sido importante, pero alegó dolor de estómago.
– Los certificados, que debían ser repartidos hoy, no estaban preparados porque a la técnico le faltaban datos… pese a que tenía todos los documentos que recogían la asistencia de los alumnos.
– Hemos tenido que meter una excusa absurda (confusiones en la escritura de los nombres) para que volvieran a dar sus nombres, apellidos y pasaportes.
– Lo mejor ha sido darles el «vale para un certificado»; un papel recortado en el que ponía dicha leyenda, el nombre propio de cada alumno y mi firma como profe para que, cuando vaya la técnico, lo canjeen…
¿No se parece demasiado al «vale para un eje de la rueda de la bicicleta» que daba Don Pantuflo Zapatilla a sus hijos Zipi y Zape? ¡La madre que los parió!
– Teniendo en cuenta que su mayor interés no era beber fanta, comer patatas fritas o sacarse una foto conmigo, es natural que estuvieran tan tensos que apenas nos dirigieran la palabra durante toda la «fiesta».
– Y ni siquiera la cámara iba en condiciones, se suponía que estaba cargada y luego andaba fatal de batería, apenas hemos podido sacar cuatro fotos de recuerdo. Por lo demás, ya me han sacado varias veces fotos con mis alumnos y jamás me han dicho por dónde andan, y son fotos que me gustaría tener.
-Teniendo en cuenta qué está pasando con el certificado de estos chicos, tiemblo nada más que de pensar qué puede suceder con el mío.
Detalles complementarios:
– He tenido que salir de casa sin tomarme el café. Siendo una persona acostumbrada desde hace doce añicos a desayunar café con leche, sólo este hecho ya altera mi humor para el resto del día. Ando gruñonay cafeinómana total.
– El voluntario que ha hecho la compra conmigo y que me ha acercado es el mismo que me cae tan mal, ese del que hablaba en mi entrada anterior. No obstante, hoy tengo que reconocer que ese afán de protagonismo tan grande que tiene me ha venido bien, porque con lo tenso que estaba el ambiente la conversación no fluía, así que me venía genial que él se esforzara en monologar ante ellos creyendo que lo que les estaba diciendo les era útil cuando, a buen seguro, ni siquiera le estaban entendiendo.
– Próximamente me tocará ir a la sede a devolver materiales y las llaves del aula. Que esperen sentados. Me lo voy a tomar con la misma seriedad con la que ellos se toman otros asuntos. Y aunque estoy insistiendo mucho en que en septiembre volveré, una voz interior que me conozco y que es bastante peligrosa me está diciendo que no me engañe; que con independencia de que siga o no en Cruz Roja, si sigo va a ser con otra actividad.
Supongo que he pasado demasiada vergüenza como para que me apetezca repetir.
Es terrible que ocurran esas conductas con relación a la gente a la que se pretende ayudar. Me imagino cómo se sienten: usados, ninguneados, despreciados por los «poderosos». Poderosos que no valen un rábano y que se dan el lujo de jorobar a los desgraciados inmigrantes, y a gente como tú, que tiene ganas de ayudar en serio, que ofrece su tiempo y su inteligencia y… resulta ser una víctima más de esos fantoches del primer mundo que no sirven para nada. Ayyyyy.. Abrazo, nena. Ya vendrán cosas mejores (al menos tengamos la esperanza).
Por eso los voluntarios no aguantan, pero ¿sabes qué dicen cuando alguien pregunta? Que es que los voluntarios queremos hacer carrera allí, que vamos por Interés, que nos cansamos… y a nadie se le ocurre comentar que, con independencia de que incidan o no estos factores, el mal funcionamiento de Cruz Roja nos hincha bastante las narices…