Nuevamente vuelvo a saltarme el orden cronológico en pro del interés «científico». Esta entrevista sí recuerdo exactamente cuándo la hice: fue el año pasado (alrededor de septiembre-octubre). No había contado nada de esto antes porque en aquel momento seguía en contacto frecuente con uno de los protagonistas de esta historia y corría el riesgo de que leyera mis comentarios y ello incidiera negativamente en mi porvenir. Ese riesgo ya ha desaparecido, así que por fin soy libre de contar un capítulo que tuvo su importancia y que, aunque arranca desde el tema de las entrevistas de trabajo, lo considero otra experiencia laboral… sí, una experiencia de las que no deben figurar en el CV. Queda claro que las experiencias son mucho más de lo que aparece en un CV, elemento en el que es más importante lo que se oculta que lo que se cuenta – y un buen seleccionador siempre estará más interesado por descubrir lo que has ocultado que lo que has puesto- y si alguien quisiera conocer de verdad mi pasado laboral, debería leerse mi blog.
No seré yo quien se lo facilite a esos seres.
La oferta no surgió de las páginas buscadoras de empleo, tampoco de patear las calles, ni del boca-oreja que cuentan que es la táctica más efectiva para buscar trabajo – no es la primera vez que lo comento, el 80% de las ofertas de trabajo que se mueven nunca se reflejan en una selección porque las plazas se cubren a través de los contactos-.
Esta oferta me llegó gracias a Facebook y, encima, llegó solita.
Es momento de explicar que yo tengo dos cuentas en esta famosa red social. En la primera tengo una cantidad ingente de contactos, en su mayoría del mundo de la literatura, por aquello de que me he movido en muchísimos foros y el estar tan contactada me permite enterarme de ciertas novedades que de otro modo no llegarían a mí (concursos, actividades culturales, revistas). En la segunda, tengo al círculo inmediato: familiares, compañeros y amigos a los que sólo conozco personalmente. Tampoco se pierden mucho los de la primera cuenta con respecto a los de la segunda; más allá de las típicas fotos donde salgo en bañador (hay gente que queda mucho mejor en bañador que yo) y las actualizaciones de mi blog, que quité de mi cuenta principal y la asocié a mi cuenta de “petit comité” cuando reparé en que por la boca muere el pez y que nunca se sabe cuándo lo que una escribe puede meterla en un lío.
Y yo tengo cierta facilidad a contar de más y a meterme en líos.
Como os contaba, una vez intentó agregarme un contacto con quien tenía contactos en común, de lo que deduje que era otro aficionado a la escritura y le agregué. Sin embargo, este señor en cuanto tuvo acceso a mi correo electrónico, me agregó al Messenger manifestando que quería tratar conmigo de un asunto. Intrigada, le acepté. Así fue como supe que este señor era comercial, residente en la Comunidad Valenciana, que trabajaba para una empresa con sede en aquella zona y ánimo de expansión por Comunidad Murciana y Almería.
Hubiera escrito Valencia y Murcia, que es lo que me nace natural, pero a la gente se le sube la idiosincrasia y me muerden cuando hago esas cosas, así que seamos políticamente correctos.
La empresa se dedicaba (y hablo de ella en pasado porque recientemente supe que ha dejado de existir) al fantástico mundo de la energía, en concreto, venta de dispositivos de bajo consumo energético (iluminación, calefacción, etc) con la premisa de que estos dispositivos, si bien son muy caros de entrada, luego resultan más rentables porque el gasto es muy inferior al de los dispositivos “normales”, su mantenimiento es menor y su duración es casi eterna.
La verdad, no es mala idea. Incluso parece un negocio honesto.
Lo que me chocó profundamente fue el método de selección, aunque más barato imposible. Pensad que a una empresa el anunciar que necesita un trabajador en una o varias webs de empleo, en la prensa, en la radio… le cuesta un dinero; si bien ese dinero se compensa porque de ese modo pueden contar con una muestra amplia para decidir así qué candidato les conviene más para el puesto que buscan. Sin embargo, si la empresa es incipiente y no puede permitirse hacer eso, acudir a las redes sociales e ir pescando boquerones uno por uno (es muy fácil encontrar desempleados entre los contactos de nuestros contactos, en especial si los buscan jóvenes) es totalmente gratuito y extremadamente fácil, la única inversión que deben hacer es en tiempo… y la selección de personal, en cualquier caso, siempre supone tiempo.
De este modo el señor me sondeó para ver si yo le interesaba como comercial y si ser comercial me interesaba a mí. Hay que decir que apenas me dio detalles; a fin de mantener mi interés y de reservar las situaciones complicadas para el momento en el que pudiera entrar en juego su carisma personal. Este señor es un ANIMAL del mundo de las ventas, basta verle actuar para notarlo.
Claro, ofrecerme trabajo a mí es como ofrecer agua a alguien que se muere de sed. Además, en este momento sí que estaba la crisis en todo lo suyo. Por tanto, acepté una cita (que realmente era una entrevista de trabajo) con él.
El entorno de la entrevista no pudo ser más inusual: la cafetería que se encuentra en los soportales de mi casa. Quizá por el modo en el que el posible trabajo llegaba a mí o quizás porque el lugar de la entrevista formaba parte de lo que psicológicamente entiendo que son “mis dominios”, nunca he estado menos nerviosa en un encuentro de este tipo.
Aquí fue donde me contó aquello que quizá vía Messenger me hubiera llevado a rehusar el trabajo: sin alta en Seguridad Social, totalmente a comisión, comercial a puerta fría (pero no de casa en casa, que es más duro, en este caso tocaba visitar empresas e incluso instituciones públicas que, quieras que no, tienen un horario de atención al público y eso les obliga a hacerte un poco de caso)… pero, por un lado, es innegable que el tipo tenía una gran capacidad de convicción: toda su vida había sido comercial, tenía el terreno dominado y sabía transmitir al interlocutor que es posible sobrevivir siendo comercial y, además, también sabía transmitir al interlocutor que cualquiera puede ser comercial ya que, según él, y quizá tuviera razón, aunque nadie nos haga darnos cuenta de ello, todos estamos intentando negociar desde pequeños; incluso un bebé sonríe y hace monerías sabiendo que con ello va a conseguir una mayor atención de los adultos. La cuestión es conocer cómo trasladar esa habilidad que supuestamente todos tenemos al mundo de los negocios y que se traduzca en más dinero para el bolsillo.
Por hache, be o zeta, el tipo me convenció, así que me regaló un CD y un dossier para que me los estudiara y acordó conmigo otra cita (esta para practicar técnicas de venta, así que llamémosle “formación”), puesto que supo transmitirme que yo le había encantado porque me veía sociable y alguien sociable, supuestamente, tiene más facilidad para aprender a vender que alguien que no lo es.
¡Estos comerciales son únicos para hacer la pelota!
Voy cortando, que llevo algo más de dos páginas de post, así que… ¡continuará!