Los demás ven lo que una emite. Cuando la gente comienza a darte información gratuita de lo que piensan de ti y observas que amigos y no amigos coinciden, con total independencia de sus modos de ser, una acaba llegando a aquel viejo dicho que le encanta citar a mi madre: «Mil moscas no se equivocan: hay una mierda».
Hace semanas llegó un viejo amigo al que, por no citar nombres porque el cibermundo es un pañuelo, apodaremos Fileas Fogg; siempre anda dando vueltas con su doctorado, sus becas, sus conferencias por ahí… este chico, que tiene mi edad, es un anteproyecto de eminencia, incluso puede que en su campo lo sea ya. Además de respetarle por su inteligencia y por su valor, hay que tomar muy en cuenta lo que me diga porque nuestra amistad tiene más de una década de antigüedad ininterrumpida. Por tanto, me conoce muy bien y tiene autoridad para decirme lo que le dé la gana (y viceversa).
Cuando quedamos, hicimos lo que solemos hacer: tapear y tomar copas hasta ponernos al día y ponerse al día es algo muy meritorio cuando hace un año que no ves a tu interlocutor. La nocturnidad y la alevosía hace que primero las personitas nos centremos en las anécdotas de bar que hacen reír y luego, según te vas poniendo alcohol en vena, las conversaciones van adquiriendo un rumbo cada vez más filosófico.
Llegados a este punto, me cayó el broncón del siglo. Me dijo que si no llego más lejos no es porque yo no valga, es porque no tengo autoestima y eso, además de limitar mis iniciativas (el no atreverme a hacer cosas porque pienso de entrada que me van a salir mal) es captado por los demás, hace que vaya con ansiedad ante ciertas situaciones y la ansiedad anula todo lo demás. También me dijo, por ende, algo curioso: que cuando me siento mal intento disimularlo a base de hacer bromas pero que alguien se torne gracioso de repente sin venir a cuento queda como raro y eso es lo que más me delata. ¡Y yo que pensaba que el humor había sido un buen escudo para mí! Parece que el escudo tiene agujeros y debemos perfeccionar la técnica. Me aconsejó también que si me veo en malas situaciones, la mejor respuesta puede ser la más sencilla y la más sencilla es… sonreír.
Muchas más cosas me dijo este amigo, que parece tener más fe en mis posibilidades que yo misma; digo yo que también hay que entenderme, llevo un más que notable número de palos, aunque con la autocompasión no se llega a ningún lado… o bueno, sí, se llega a escribir un blog donde una ha dedicado más de 200 entradas a despotricar, con mayor o menor gracia, sobre lo humano y lo divino.
Esta charla con este amigo enlaza con una charla en circunstancias opuestas. Hace días encontré por la calle casualmente a una ex compañera de carrera a la que, por no dar nombres, llamaremos X. Con X siempre me había llevado muy bien, era el típico caso de persona con la que pierdes el contacto sin que haya una razón para ello, porque además se notaba que había reciprocidad en esa simpatía. Como he contado en otras ocasiones por aquí, creo en la química, creo en la antiquímica, y creo que no sólo se da con parejas, también se da a la hora de hacer amigos. Encontrarme con esta chica me dio una alegría enorme, así que, como ambas andábamos con prisa aquel día, nos citamos para tomarnos un café y ver por dónde habían ido nuestras vidas.
Qué difícil es responder a la pregunta de: «¿Cómo has estado?» a una persona a la que hace siete años que no ves y que, sin embargo, desea mucho más que un «Bien, gracias»… lo que me lleva a mi típica bromita de «No hay nada peor que preguntarle a alguien cómo está… y que conteste».
Tuve que exponerle mi ristra de fracasos. Desde que acabé la carrera parecería que no he tenido otra cosa, tanto en lo profesional como en lo sentimental. Esto no es del todo cierto, también me han pasado cosas positivas, pero cuando alguien resume, se limita a contar los hitos importantes y a nivel de «hitos» queda patente que no alcancé ninguna de las metas que me había propuesto siete años atrás. Las cosas positivas que tenía que contar eran de otra naturaleza que suele ser menos valorada por el público: desarrollo humano, aprendizaje interior… si alguien está perdido es cuando hace las cosas más interesantes, si alguien está derrumbado es cuando aprende a reponerse, si descubres que ser cerrado de mente te cierra las puertas, te abres a lo que te rodea, si el camino que hay frente a ti está cortado, comienzas a mirar hacia los lados…
Al llegarle a ella el turno, descubrí que había pasado por experiencias muy semejantes a las mías: sentimentalmente inestable, académicamente fracasada (en su caso, por culpa de dos asignaturas ni siquiera llegó a acabar magisterio… y para mí era la mejor maestra potencial que había en este grupo, porque tenía una vocación REAL) familiarmente absorbida y laboralmente sin grandes expectativas: si tiene trabajo es porque los padres tienen un negocio y ella colabora con el negocio de los padres; si bien es cierto que viene de una familia económicamente muy bien posicionada y el dinero no es ni parece que vaya a ser nunca el problema que la aqueje.
Debido a la no consecución de sus metas, cayó en grandes depresiones, hasta el extremo de recluirse en su casa durante años. Ha sido muy recientemente cuando se ha animado a volver a salir a la calle y retomar el contacto con el mundo. Intenta recomponer su autoestima, aunque aún la tiene hecha polvo, de hecho, en algún momento se le enrojecían los ojos mientras me contaba esto.
Con nuestros refrescos por testigos, tocó refugiarse en el pobre consuelo de quien tiene experiencias que no van acompañadas por el éxito: analizar lo que cada una había aprendido… hasta aquel momento aterrador: ella me comentó que ha entrado en un grupo de naturaleza espiritual en el que ha encontrado a sus pares, a las personas que la están enseñando a superar sus miedos y a conocerse mejor a sí misma. Me dio un par de referencias para que indagara la naturaleza de ese grupo, porque tampoco deseaba darme demasiado detalles, y cuando con ayuda de Google seguí sus referencias, llegué a la conclusión de que se trata de un grupo al que podría etiquetar como «neochamánico- new age».
No quiero juzgar muy duramente, habrá que analizar sus prácticas (y pienso investigarlas, soy demasiado curiosa) PERO… me di cuenta de a qué fragilidad te puede llevar el fracaso continuado y el sentimiento de soledad que acarrea no cumplir con lo que se espera de ti para tu edad. Puede llevar a que alguien se meta en cualquier grupo (y los hay de diverso grado de peligrosidad) en donde se sienta un poco comprendido y amparado.
A continuación, la paradoja: Fileas analizaba mi caso desde el éxito y desde la autoridad que le da conocerme desde la infancia, instándome a imitarle, poniendo en relieve mi falta de autoestima… X analizaba mi caso desde el desconocimiento (por aquello de no haberme visto en siete años) y la empatía con las experiencias que le narraba, por compartir mi fracaso, y también supo poner en relieve mi falta de autoestima, aunque su modo de expresar esta idea fuera decir que tengo atrofiado el chakra corona y su propuesta de solución fuera que me animara a conocer a este grupo del que ella está comenzando a formar parte.
Por tanto, acabo igual que empecé: Los demás ven lo que una emite.
Debo ir cambiando la programación.
Video insertado a partir del comentario de Chimos y dedicado, con todo el «amor» del mundo, a esa gente que no tiene nada mejor que hacer que hundir la autoestima ajena:
Soy una de las más propensas en ser «abducida» por una secta, lo he sabido siempre.
Tengo una carrera, un trabajo, una casa casi pagada, tengo un esposo, dos hijos maravillos… y aún así siempre me falla la autoestima. Basta que venga un imbécil a decirme que como se me ocurre ponerme unos pendientes con nespresso para que yo me desmorone.
Es muy importante lo que dices, que la autoestima no sólo depende de lo que nos pasa. Yo culpo a mi situación de lo de mi autoestima, pero podría ser a revés o, lo que sospecho, que ambas opciones tienen su verdad.
Pero tus pendientes molan. Tienes seguidores en Internet y todo. Y la gente que se dedica a minar a otros es dañina y está vacía. Se han ganado el video complementario que voy a subir a esta entrada, «Criticar por criticar», de Alaska.
¡Un besote!