Muchas cosas pasaron en Granada ayer, a cual más interesante, pero lo mejor es ir contándolo en orden cronológico:
1. Cómo fueron cambiando mis previsiones con respecto al viaje.
2. Cómo fue la charla que me dio la empresa de las que os hablé en mis anteriores entradas.
3. Cómo fue la visita a la academia en la que hice el curso de profesora de español.
4. Cómo el Factor Silvia complica todo para complicarme el que vea mi nota del PET.
1. Cómo fueron cambiando mis previsiones con respecto al viaje:
Al principio iba a ir sola. Lo que supone pillarme el bus o el tren (o ambos) ver horarios y hacer mis previsiones sin contar con nada ni con nadie, salvo conmigo misma.
Después se iba a sumar un compañero de teatro al que le interesaba también esa oferta de trabajo y que, a diferencia de mí, realmente se le dan bien las tareas comerciales. Sin embargo, ese compañero vive en su propio mundo (y, lo que es peor, es ilocalizable por teléfono) y al final no llegó a ponerse de acuerdo conmigo para el asunto del viaje, así que nada.
Mi padre se comprometió a llevarme a Granada, porque él tenía que hacer no-sé-qué en Sevilla. Eso descartaba hacer gastos tontos en transporte, así que suponía que él me llevaría a Granada cuando le viniera bien y que me recogería en cuanto le fuera posible, por lo que ahora tocaba planificar mi tiempo sin saber cuánto tiempo iba a tener realmente.
Finalmente, estuvo a punto de dejarme tirada (y yo sin billetes) porque cambió de opinión la misma mañana que le tocaba salir, había decidido no ir a Sevilla, pero con un poco de presión y chantaje emocional accedió a llevarme, sólo que esto me quitaba toda la autonomía: debía conta con que estaría en Granada con mi padre, lo que limitaba mis movimientos independientes a cero.
Una vez que estábamos en ruta el coche, que no había fallado nunca, nos pegó un susto notable: se le encendieron una colección de luces de la pantalla, así que tocaba ver cómo nos las apañábamos para reparar el coche y volver a Almería o para volver a Almería y reparar el coche… sin morir por el camino. Ya sabéis, lectores, FACTOR SILVIA.
2. Cómo fue la charla que me dio la empresa de las que os hablé en mis anteriores entradas:
Se resume en lo que ya os había contado:
– La empresa vende formación gratis. Ni al trabajador le cuesta ni al empresario, porque se deriva de lo que la empresa tiene que cotizar.
– El comisionista cobra un 30% del precio del producto, con lo cual la comisión es muy alta. Con 20 ventas al mes (una venta al día, descontando findes) podrían superarse los 2000 €. Con unos resultados mediocres, dicen, es fácil obtener al menos 1200 €. Si no se obtienen esos 1.200 €, según quien dio la charla, es que no se vale para el puesto y es mejor dedicarse a otra cosa.
– La empresa no da alta en Seguridad Social (aconseja que te des de alta como autónomo si ves que vas a superar los 6000 € anuales), no da teléfono móvil ni costea las llamadas que se hagan por el negocio, tampoco costea dietas ni transporte de ningún tipo; incluso se permiten aconsejar que, con la pasta tan tremenda que el vendedor va a cobrar, bien podría destinar un porcentaje a hacer regalitos a los clientes para, así, fidelizarlos.
– La empresa no hace selección de personal. Acepta a todo aquel que quiera entrar. Luego, una vez que comiencen a trabajar, que demuestren su valía. Esto indica que tanto no deben cobrar los vendedores; tiene toda la pinta de ser un trabajo de elevadísima mortalidad.
Como veis, no me entusiasmó mucho, pero por aquello de que no hay nada mejor y necesito dinero, sigo planteándomelo. Siempre puedo probar, ver cómo me va y, en función de eso, decidir.
Tras esta charla, que duró aproximadamente hora y media, decidí ir a visitar mi antigua academia para saludar a la gente que trabaja allí, a los que apreciaba sinceramente. Nótese el uso del pasado.
3. Cómo fue la visita a la academia en la que hice el curso de profesora de español:
Como conté en el primer punto, mis ideas con respecto a esta visita cambiaron varias veces en función de cómo iban cambiando las circunstancias. Al principio mi intención era llegar cuando cerraran y tomarme unas tapillas con todos ellos. Y, como luego vi que mis planes no eran muy seguros, no les informé según iban cambiando; así que es importante destacar que nadie esperaba que yo me presentara en la academia a la una y media de la tarde.
Pero me presenté. La secretaria pareció alegrarse de verme. Una de mis antiguas profesoras también; diría que fue esta la que más se alegró sinceramente, cuando el corazón me indica que una persona es buena de verdad no suelo equivocarme. Pero a la jefa de estudios no le agradó tanto la idea; sonreía mucho pero yo notaba la tensión. Pronto supe el motivo, al menos lo supe por su propia boca antes de que lo viera yo misma al recorrer los pasillos: había contratado como profesores a dos de mis antiguos compañeros de clase.
La cuestión es la que sigue. Yo comencé a hacer este curso porque un amigo íntimo me convenció para ello. Las razones que alegó eran dos: me abriría puertas en el exterior y me facilitaría el acceso a una bolsa de empleo que tiene la propia academia. Además, él aseguró que haría lo que estuviera en su mano, puesto que andaba en muy buenas relaciones con la gente de esa academia y él mismo trabaja ahí por temporadas, para darme un empujoncito y ayudarme a entrar. De todos modos, soy plenamente consciente de que una cosa es que un amigo intente ayudarme y otra muy distinta es que le hagan caso. El problema viene cuando, al terminar el curso, los propios pesos pesados de la academia, comenzando por la jefa de estudios, me dan a entender directamente que en cuanto haya una vacante me llamarán y que era muy probable que comenzaran a necesitar gente sobre los meses de enero y febrero.
Pasó enero. Pasó febrero. Pasó marzo… estamos en julio, jamás me llamaron. Supe por otro contacto (otra profesora eventual) que la academia estaba pasando por horas bajas, apenas llegaban alumnos y que incluso la dirección se estaba planteando la posibilidad de eliminar las clases de español de cara al verano, quedando el centro sólo como academia de inglés.
Pero tan mal no les iría y, si les fue, dieron una remontada, porque en verano llegaron dos grupos muy nutridos de franceses, necesitaron gente… y no fue precisamente a mí a quien llamaron. La jefa de estudios, que conmigo se había portado más en ciertos momentos como una amiga que como una profesora (baste decir que yo acabé echando el tarot a casi toda la academia) no sabía qué decir ni de qué color ponerse al ser pillada con el culo al aire.
Bien se podría decir que lo importante no es excusarse, sino sentirse excusado.
Aquí resumo sus alegatos, para que los disfrutéis:
– Es que tú vives en Almería, igual no te sale rentable venir para dos semanas a Granada. Piensa, por ejemplo en el tema del alojamiento.
Se rebate diciendo: De este tema ya hablamos cuando yo dejé el CV. Sabía perfectamente, puesto que yo se lo dije en su momento, que tengo familiares y amigos en Granada que no tendría que hacer gasto alguno en alojamiento.
– Pensaba que ya estabas trabajado, porque veía que hacías cosas en tu Facebook.
Se rebate diciendo:1. Si hay algo que dejo claro en mi Facebook es que estoy desempleada. Cada dos por tres hago referencias a ello. Lo más parecido que he tenido a un trabajo es el voluntariado en Cruz Roja (y el trabajo voluntario se caracteriza por el pequeño detalle de que no se cobra) y las clases particulares (que se caracteriza porque son escasas, mal cobradas y no se cotiza); 2. Cuando alguien está verdaderamente interesado en un trabajador, en lugar de sacar deducciones enrevesadas a través de su Facebook, contacta directamente con él y PREGUNTA si la oferta le interesa o no.
Estos argumentos se los solté directamente en su cara… y seguía intentando hacerse la simpática, pero se notaba que no sabía dónde meterse.
Sil, recuerda: la próxima vez no intentes dar tu amistad a quien no la valora, y las cartas… QUE SE LAS ECHE EL CARTERO.
No sé qué me molesta más:
– Que jueguen con mis expectativas para hacerse los guays.
– Que, viéndose en evidencia, me tomen por tonta metiéndome excusas que se caen solas.
Soy consciente de que cada cual puede contratar a quien le parezca más válido o le salga del alma, pero en serio, una es tonta pero no tanto, tengo mis límites y este es uno.
4. Cómo el Factor Silvia complica todo para complicarme el que vea mi nota del PET:
Sabéis que mis notas salían ayer. Todavía no me fue posible consultarlas. Cuando llegué a mi casa y me puse a revisar mis papeles, el único que no salía era justamente el que necesitaba: la carta en la que te dan tu ID y tu número de usuario para consultar la nota en la web.
Tocó consultar cuál es el protocolo para resolver esa incidencia. Resulta que era contactar con la academia en la que me dieron clase o con el centro asociado a Cambridge que estuviera más a mano. Ante la duda, me dirigí por correo electrónico tanto a mi antigua academia como al Centro de Lenguas de la Universidad de Almería porque, hasta donde yo sabía, eran ellos los que se coordinaban con Cambridge.
Imaginaos qué absurdo: el alumno no puede contactar directamente con Cambridge para solicitar su nota. Un ejemplo más de la simpar «burrocracia».
La academia acaba de escribirme diciéndome que lo solucionará, pero, por suerte, el Centro de Lenguas de mi estimada universidad ya lo ha solucionado y, oh, maravillas de la técnica, me ha remitido ya por correo electrónico la carta con mis datos.
Cuando, presa de la emoción, he intentado acceder a la web de Cambridge – ESOL para ver mis notas, me he encontrado con problemas con la contraseña y, tras varios intentos, la web se ha bloqueado solita impidiéndome el acceso hasta que pasara media hora. Sil, pensando si cortarse las venas o dejárselas largas, ha optado por adelantar tarea fregando los platos y actualizar su blog.
Ahora lo volveré a intentar. Veamos qué pasa.
¡Sobreviviré!
Juas, «edición golden». Bueno, me alegra que no tuvieses que estar dando vueltas tú solita a la espera de que tu padre regresase de Sevilla.
De la entrevista de trabajo… pues yo que sé, por probar no se pierde nada, pero me parece que las empresas «sálvese quien pueda», que ni se molestan en dar formación a sus «empleados-autónomos», ni en darles facilidades como, por ejemplo, contratarlos al principio y ponerles un pequeño sueldo fijo, en realidad no creen que su producto se vaya a vender, y se conforman con ir recogiendo lo poco o lo mucho que sus eventuales «voy a intentarlo» consigan, a sabiendas de que no pueden perder nada, pero si ganar algo, con lo cual el negocio es redondo.
Deberíamos poner nosotros un negocio así.
¿Has decidido ya lo que vas a hacer respecto a eso? Lo cierto es que si se te llegase a dar bien, aunque ganases poco siempre sería más que nada ¿no? Y si los cursos son gratis, quizá sea fácil «colocarlos».
A los de la academia, que les den. Ahora están llegando pateras y demás. ¿Has probado a ofrecerte como voluntaria en Almería Acoge o similar? A lo mejor no ganas dinero, pero quizá si que tengas la oportunidad de hacer una buena obra y de conseguir experiencia. Vamos, como en la Cruz Roja, solo que, por lo que yo se, en las asociaciones «Acoge» se trabaja de manera responsable y sin ánimo de lucro de ninguna clase. Y dentro de lo del ánimo de lucro está contemplado lo de conseguir trabajo reunerado…
Pues es una posibilidad. Sabes, una persona conocida solía decirme que el que montara una academia de enseñanza de español en Almería se forraba, no hay ninguna, pero esta persona tenía un error de cálculo y es que quienes llegan aquí no sólo no están en buenas condiciones económicas sino que además tienen acceso a un millón de posibilidades gratuitas de aprender el idioma. Lo de probar por Almería-Acoge es buena idea, es prestigiosa. Ya veremos de cara a septiembre.