Hace dos días quedé con unos amigos y me contaron una historia. Se trataba de un conocido de ambos. Ese conocido arrastraba un historial triste: nació en un pueblo pequeño, no había podido ver mucho mundo, sufrió fuertes humillaciones desde su infancia por su homosexualidad y no pudo poner distancia y ser él mismo hasta que entró en la universidad. Una vez allí, el chico no caía demasiado bien. Había desarrollado un modo de hablar tan florido que, con independencia de lo que dijera, era abrir la boca y ganarse enemigos; la gente le tomaba por prepotente. Cuando acabó la carrera hizo lo que tantos hacemos: opositar. En su caso, se presentó a las oposiciones de profesor de secundaria pero no diré de qué especialidad. Tanto se esforzó que, según me contaron, quedó como la primera mejor nota a nivel andaluz y consiguió una cosa casi imposible: una plaza, sin comerse interinidades previas.
Como es lógico, el día que supo su nota anunció en su Facebook que ya era libre, porque ya tenía su vida resuelta. No sé qué edad tenía el muchacho en aquel momento, pero no debía ser mayor de treinta años.
Apenas llevaba tres meses trabajando cuando le diagnosticaron un cáncer. Tuvo que pedir una baja y afrontar esas famosas sesiones de quimio y radio que no hay quien no conozca ¿quién no ha tenido al menos un caso de cáncer cerca? Parece que lo afrontó con ánimo y valentía; que era él quien animaba a sus familiares y amigos cuando se derrumbaban.
Pasaron los meses y parecía haberlo superado. Le dijeron que volviera a reincorporase este año, en cuanto pasara Semana Santa, pero la vida le reservaba otra sorpresa desagradable: al poco tiempo de haber regresado al trabajo, regresaron las molestias en la garganta y cuando le hicieron las pruebas médicas pertinentes se descubrió que el cáncer había reaparecido con un agravante: ya no sólo tenía tumores en la garganta, ahora también los tenía en otros muchos órganos del cuerpo.
Actualmente el chico está ingresado, someténdose otra vez a los violentos tratamientos para vencer el cáncer. Los médicos le dan esperanzas: es joven, es fuerte y los tumores están muy localizados, se espera que desaparezcan. No obstante, su garganta va a quedar muy dañada y probablemente jamás podrá ejercer la docencia.
Esta historia me hizo pensr en muchas cosas… ¿qué valor tiene el éxito profesional frente a la salud? ¿qué valor tiene ese puesto de trabajo si para conseguirlo te dejas toda la juventud y luego viene una desgracia y ya no hay lugar a disfrutar? ¿habría actuado él de mismo modo de haber sabido que le atacaría semejante enfermedad?…
Comentando este caso con alguien me dijo que este chico, además de para sacar autoestima de los estudios, previsiblemente estudiaba tanto porque había vocación en él y, según eso, disfrutó su época de estudios, la de la universidad y la de las oposiciones.
Sin embargo, como sabéis mis lectores, para mí es inconcebible la idea de que alguien pueda disfrutar sus oposiciones. Como mucho, las tolera. Además, por el trasfondo de la historia, considero que seguro que le empujaba más la frustración que la vocación y que a ese chaval le hubiera venido bien tener más alegría en sus días, que quizá de haber sabido lo que le esperaba, habría aprovchado el tiempo de otro modo: viajando, conociendo gente, aceptándose a sí mismo…
Ojalá no muera. Ojalá la enfermedad le sirva para encontrar las auténticas prioridades de su vida y, así, pelear por ellas.
En cuanto a vosotros… no sólo comparto la historia por ser la historia de un opositor, sino porque creo que quizá el mejor modo de vivir sea actuar como si fuéramos a morir mañana; siendo nosotros mismos, disfrutando cada momento, sin atormentarnos con planes, expresando lo que sentimos…
¡Supeditamos tantas cosas a los miedos!
Y ahora, una cancioncita alegre de «Enrique Martínez», alias Ricky Martin:
Que historia más dura…!! Me recuerda a cuando lo del acciedente de spanair, uno de los fallecidos en el siniestro era un chico que le habían regalado un billete para irse a canarias para celebrar su aprobado en las opos…muy duro. De todas formas aunque tu historia me parece válida por cuanto a que nos hace pensar que aunque estemos opositando debemos seguir viviendo la vida, mucha gente si se la toma al pie de la letra dejaría de opositar. Creo que una de las cosas más dificiles de esto es compaginar ambas cosas, por ello creo que la solución es tomartelo como si fuera un trabajo, donde solo echas horas extras algunos días…porque sino, quizás, te puedas arrepentir siempre…
Claro, tampoco quiero que se lea de modo extremo. Piensa que en este caso el chico renunció a su vida personal a un 100%.Lo que pretendía o parecía pretender era ser siempre el mejor. No es la misma la cuota de esfuerzo que se requiere para salir adelante que para ser el mejor y ser el mejor implica tirar cosas por el camino. Cuando hacemos eso creemos ser inmortales y se nos olvida que la vida se nos puede ir en cualquier momento. Mi consejo a un opositor es que establezca un ritmo de trabajo de, por ejemplo, cinco horas diarias de estudio con un día de descanso a la semana y tomando de margen con respecto al examen entre uno y dos años (ojo, es mi consejo para educación, luego esto hay que adaptarlo al temario de cada oposición). Según se acerca la fecha del examen, pongamos, a tres meses del examen, esas cinco horas deben intentar ir aumentando gradualmente hasta ocho, dejando descansos de 15-20 minutos tras cada hora o par de horas de estudio (la resistencia hasta necesitar descanso también va aumentando gradualmente). Nunca, nunca, jamás hay que renunciar al día libre. Y en ese día no hay que quedarse encerrado, es cuando cultivas familia, amigos y pareja. En cuanto al resto de los días, en las horas que quedan libres, aconsejo el ejercicio físico, preferiblmente en la calle, porque se pierde mucha masa muscular y se corre riesgo de aumento de kilos y empeoramiento de salud cuando se oposita; experiencia personal… amén de procurar no romper nunca el ritmo de sueño- vigilia y de concederse un mes o dos de vacaciones después de cada examen si es posible. Todos estos errores de no saber administrarme los he cometido, así que sé por qué digo las cosas 🙂
Además, me consta que la teoría está preciosa, pero difícil, y que nadie escarmienta en cabeza ajena.
En todo caso, sostengo que la vida personal es lo primero. El trabajo es para vivir, pero no hay que vivir para trabajar.
Me parece equivocado plantear el tema en términos de si debe prevalecer el éxito profesional o la salud. Y que si al pobre chico le hubiera resultado más proveerse de algunas alegrias en lugar de conseguir ese puesto. Es decir, no me parece sino que estoy segura. Si se dedicó tenazmente y con constancia a sus estudios lo hizo del mismo modo en que posiblemente un artesano aprende su oficio con verdadera vocacion, o como un padre de familia trabaja horas extras para disponer de fondos para poder un día comprar una casa. Y eso es nada más y nada menos que vivir . Y eso da alegría. El problema es el de quien vive el trabajo o el estudio como una carga y de hecho no lo son porque justamente el trabajo -o el estudio- dan dignidad a la vida humana. Y eso se disfruta, cuando no se disfruta algo anda mal. No digo que se disfruten tooooodas sus partes, no digo que no haya aristas que cueste superar. Puede no gustarme madrugar para ir a estudiar, pero seguro gozo de los conocimientos que aprehendo, gozo de los panoramas que el conocimiento me abre, gozo de que mis buenas notas me muestren que he asimilado a buen nivel ese conocimiento, gozo de mi trabajo y su resultado, gozo de haber ayudado a la gente con mi resultado, sea que como vendedor le he ayudado a hacer una buena elección, o como abogado contribui a que no perdiera su casa, o como médico le salvé la vida, etc etc. Este chico no hizo más que vivir. Y vivió bien, Y si llega a morir se lleva la enorme alegria de haber conseguido algo que deseaba, y que no muchos consiguen. Creo que cuando se habla de alegrias y de vivir se habla de frivolidades, como ir a boliches, a bailar, a beber unas copas, etc. Y eso no es vivir. Lo esencial es lo otro. No es que estémal pero consideremos en primer lugar que no a todos les gusta, luego que no quita que este mismo chico que se dedicó con fervor a estudiar, no haya ido de vez en cuando a beber unas copas, que no haya hecho amistades, que no haya tenido algun amor ocasional. Me parece que este muchacho ha vivido muy bien. Lástima grande lo que le sucede, una lástima igual que si le sucediera a cualquier otro. ¿Que ha llevado encima un problema por lo sufrido en su infancia y primera adolescencia en un medio que no aceptaba su homo? Bueno, pero al ir a la ciudad se debe haber sentido reconfortado, no creo que haya ciudad de occidente que no tenga aceptada la homo y no tenga lugares exclusivos de diversion gay a los que acceden sin problemas. ¿Que el rechazo inicial le debe haber dejado marca? No sólo a él y no sólo a los homos. Los otros dias hablaba con una compañera del secundario, no homo y ademas inteligentisima, hoy médica de larga y exitosa trayectoria, que me contó que las pasó putas en el colegio por ser discriminada (no sé por qué se sintió asi ni por que pudieron discriminarla, y en caso d eser asi fue sólo porque habia un grupo de niñas un tanto cerradas,una tontería en realidad). En fin, quiera Dios que este chico salga de la situacion en que se encuentra.
Realmente, Rafaela, la respuesta que le he dado a Tin también te vale. No quiero plantearlo como contraposición extrema, pero por más que te gusten los estudios, dedicarse absolutamente a ellos (como quien se dedica absolutamente al trabajo y descuida todo lo demás) es un error, porque una persona tiene todo tipo de necesidades además de las intelectuales o las laborales. Lo principal son los afectos y la paz con uno mismo (y ojo, esto no equivale a decir que todo sea la juerga, supone también una simplificación muy grave) pues, aunque vivamos en una sociedad que sintetice todo en el «tanto tienes, tanto vales» lo que merece la pena de verdad en esta vida son los afectos y la propia realización personal. Entregarse totalmente a competir implica olvidarse de cuanto nos hace más humanos.
¿Quien te ha dicho que el chico renunció a su vida personal 100%? ¿No piensas que «su vida personal» pudo pasar precisamente por ahí? ¿Y que no dedicó 24horas del dia a estudiar porque bien pudo salir una vez por semana, jugar un partido de tennis cada 15 dias, pasear cada dos o tres semanas? ¿Y quien te ha dicho a ti que entregarse totalmente a competir implica olvidarse de cuanto nos hace más humanos»? Dirias eso de los grandes deportistas? De los músicos? de los artistas? Por favor, aunque sacrifiquen cosas disfrutan enormemente de lo que hacen. No pensemos que lo que nos fastidia a nos le fastidia a todos, y lo que es bueno para nos es bueno para todos.
Bueno, habría que preguntárselo al aludido; ambas estamos especulando. Lo que he contado lo supe a través de una chica que es amiga de él. Pero ¿sabes? no conozco a NINGÚN opositor que sea feliz MIENTRAS está opositando. No es algo como estudiar una carrera, que se hace liviano, es una actividad que conlleva desgaste y allá donde se juntan más de dos opositores, la conversación siempre desemboca en queja.
Pero eso… nos metemos en un terreno pantanoso: ni tú ni yo conocemos a fondo las emociones del muchacho.
Siento mucho lo de tu amigo, y espero que todo le vaya bien. ¡Que cierto es que lo importante es tener salud!
Hace años comentaba con un amigo que era sorprendente la gran cultura que tenía, y él me comentó que hasta hacía ocho años él nunca había escuchado música. Hasta ese momento, había vivido para trabajar, y no tenía tiempo libre ni para escuchar música, ni para leer, ni para ayudar como voluntario (era, y creo que sigue siendo, vicepresidente de Proyecto Gloria y yo era voluntario), ni para estar con su familia… solo trabajaba. Entonces le diagnosticaron un cáncer y le dijeron que fuese despidiéndose de la familia y los amigos, que le quedaba un mes.
Al final gracias a la quimioterapia lo lograron parar (no era operable) y mi amigo sobrevivió. Se acordó de la madre que parió al médico que le aseguró que se moría (y todavía se acuerda de ella de vez en cuando) y cambió de vida. Empezó a trabajar para vivir. Aunque no estaba feliz de haber pasado por la experiencia del cáncer, sí que decía que se alegraba de que al menos le había servido para cambiar a tiempo el rumbo de su vida.
Así que hay que estudiar o trabajar para vivir, no a la inversa. Intentar disfrutar del camino, porque la vida es lo que pasa mientras esperas a que te llegue la hora de la muerte, y por si acaso eso del más allá, las reencarnaciones y demás no existe, y resulta que no hay segundas oportunidades, lo mejor es aprovechar bien la que tenemos. Sólo por si acaso…
Totalmente de acuerdo, Pablo. Has sintetizado muy bien la idea que quería expresar 🙂 Como ya dije por ahí, realmente no es un amigo mío, yo ni le conozco, es amigo de una amiga, pero me conmovió el caso y pensé que este blog era un buen lugar para contarlo.