Ya sé que en mi última entrada dije que esta sección terminaría enseguida, pero recordé algo que no había contado. Recordar todos los detalles de la propia vida tiene su complicación, sobre todo si consideramos que mi memoria no es mucho mejor que la de un atún, pero poquito a poquito van saliendo las cosas.
Una vez intenté trabajar en una guardería que pusieron bajo los soportales de mi casa. Contaba con una ventaja; la chica que montó los dos centros (porque habilitó dos locales, pero era la misma guardería) debió pedirle ayuda a mi padre porque necesitaba unos cuantos permisos de la comunidad de propietarios y mi padre siempre ha tenido cargos en la comunidad, es un tanto autárquico aunque tampoco es que molesta, nadie suele desear esa clase de cargos. La cuestión es que esa chica le debía favores a mi padre y eso facilitó que se nos ocurriera un día quedar los tres, plantearle mi situación y rogarle que me facilitara trabajar en su negocio.
Me arde la sangre de sólo pensarlo. Habíamos cometido un error grande. Mi padre la ayudó sin ponerle condición alguna y cuando ya se había portado con ella como un señor fue cuando le pidió el favor para mí y, por supuesto, la chica puso buena cara pero luego se pasó nuestra petición de ayuda exactamente por el arco del triunfo. Si mi padre hubiera estado más rápido, y sé que la palabra para definir esto que voy a explicar es «chantaje» aunque prefiero «negociación», le habría puesto como condición el que yo obtuviera un puesto de trabajo para ayudarla. Estoy convencida de que, en ese caso, la actitud con respecto a mí de esa chica habría sido muy distinta y quién sabe si habría estado trabajando en los últimos dos o tres años – no recuerdo con exactitud la fecha en la que ocurrió esto-.
Es momento de contar también la historia de esta muchacha. Ella estudió el ciclo formativo de puericultura. Debía tener alrededor de treinta años cuando la conocí, apenas es algo mayor que yo. Normalmente la gente joven que acaba de obtener un título no tiene poder adquisitivo para montar sin ayuda ninguna un negocio. No es que sea la versión femenina de Aristóteles Onassis, que por su talento emprendedor o por su gran habilidad pidiendo subvenciones, haya logrado sacar adelante a dos locales, con los gastos que conllevan, de una tacada. Sé de buena tinta, porque cuando mi padre la ayudó cayeron en su poder esos datos, que su padre rige el negocio de las máquinas tragaperras en Almería; un negocio que, como sabéis, es inmoral en tanto a que favorece las adicciones y la ruina de la gente, así que se puedo decir sin que me tiemble el pulso que el tipo se enriqueció de la desgracia ajena.
La teoría se cumple una vez más: quien es rico o a) ha heredado o b) es un cabrón. A duras penas se sobrevive siendo honrado, incluso puede que alcances pequeños éxitos, pero si lo que consigues es riqueza, es imposible que la hayas logrado a base de honradez y buen hacer; el mundo no premia esos valores, no seamos cándidos.
De este modo, la ruina de tantas familias que tienen a uno o varios miembros enganchados a estas máquinas, incidió en que la jovencita esta montara su negocio y se diera vuelos, teniendo más facilidades que la gente normal de su edad y circunstancias.
Sin embargo, recientemente supe que el negocio va a cerrar, porque una vez que la cosa avanzó y la chica esta se metió en más gasto, comenzó a recibir y, sobre todo, a acostumbrarse a una subvención de la Junta de Andalucía; pues alcanzó el estatus de Escuela Infantil y me imagino que la otra gran ventaja era que, al convertirse en Escuela Infantil, los usuarios ya no tenían que pagar. Pero con el asunto de la crisis, la Junta de Andalucía está arruinada y ha empezado a retirar las subvenciones de todo. Por tanto, ha perdido clientela a mansalva, ya no se le costea, y según comentó a mi padre recientemente, si esta situación no se le resuelve, cerrará.
Y yo me siento mala persona pues, en el fondo, me alegro… cuando no debería alegrarme; el que los negocios vayan cayendo de esta manera no hace otra cosa que perjudicar al país.
¡Saludetes!
Consejo: Aprended de mi padre: No hagáis favores sin garantizaros su retorno. Si no aprendéis, seréis buenas personas muertos de asco. Si lo aprendéis, seréis unos cabrones con buen nivel de vida. Vosotros elegís. Yo no tengo remedio, por más que despotrique, je, lo mío es un fallo de configuración.
Yo hubiera hecho lo mismo que tu padre, pero… Ante la actitud asumida por esta muchacha es muy posible que mi costado rencoroso le pidiese explicaciones de modo de obligarla a una negativa explícita y en ese caso… y aquí viene decididamente mi lado malo, darle a entender con sonrisa oriental (y no se lo tome como ofensivo ni discriminatorio pero ya se sabe lo que se llama «sonrisa oriental») que de allí en más podía llegar a tener complicaciones, a no obtener nunca más la más minima concesión e incluso generarle problemas al buen funcionamiento de su local, tantos como la inventiva personal y las circunstancias lo exigieran. Sí. Soy buena, pero cuando me provocan o me tratan mal… puedo ser muy h….
¡Je! Eres humana. Es que eso de lo de la otra mejilla admitamos que tiene su límite. Al menos a mí no se me da nada pero que nada bien :)))
Creo que yo habría hecho lo mismo que tu padre: ayudar primero y después pedir ayuda. Y creo que, igual que Rafaela, si me hubiese dicho que no, luego ya me habría ocupado de poner piedrecitas en su camino. Aunque, como ves, a todo cerdo le llega su San Martín.
Generalmente los negocios de gente chapucera que van haciendo marranerías diversas, no suelen sobrevivir a la primera etapa (los primeros cinco años, que viene a ser el tiempo que un negocio debe tardar en recuperar la inversión y comenzar a dar beneficios). Mucha gente, cuando pone un negocio, pretende convertir esos 5 años en tres, o en uno, saltándose las leyes, explotando a los trabajadores, tratando mal a los clientes potenciales, etc.
Es muy probable que, cuando te la jugó a ti, tu madre también se enfadase, y empezase a hablar. En el caso de tu madre, sospecho que por su profesión, conoce a muchas mujeres jóvenes que tienen hijos pequeños, y que debe gozar de una cierta respetabilidad moral, no sólo entre las madres de sus alumnos, sino también entre las vecinas del barrio. Un par de comentarios de ella pueden ser bastante fulminantes para un negocio como una guardería («¿Sabes lo que le pasó a mi hija en ese sitio?» Y unos cuantos días más tarde un rumor circulando: «yo no voy a llevar a mi niño a esa guardería, que la niña de X les pidió trabajo y no se lo quisieron dar, con lo apañada que es ella y la madre, vete tú a saber por qué no la habrán cogido y que quieren esconder. Yo, desde luego, no me fío. Además, me parece que esa chica es más inútil…»). La última frase del comentario va en el sentido de que si eres hija de un papá rico, que está acostumbrada a que se lo den todo, tal vez carezcas de la amabilidad y paciencia para tratar a las madres y a una panda de críos llorones como es debido.
No a todos los que hacen chanchullos les va bien. De hecho, a la mayoría les suele ir mal.
Pues fíjate, contrariamenteal tópico, en el matrimonio de mis padres, el chismoso es él xD así que si alguien fue diciendo algo de la moza, debió ser mi padre seguro. En cualquier caso, parecía irle bastante bien hasta que le pasó lo que le pasó con la junta. Hay una estadística: el 80% de los negocios mueren en los primeros cinco años y sospecho que ello ocurre más por inexperiencia que por otra cosa. Fracasar es más fácil que triunfar. Además, el entorno condiciona mucho. No tenía nada que ver el entorno sociológico del momento en el que la chica montó la guardería con el que tenemos ahora mismo encima, que parece que estamos en el punto más negro de la crisis cuando se supone que deberíamos estar remontando, aunque… como tú dices, a la postre, la ha pagado. La gente debe ser más considerada con quien le echa una mano y además, qué quieres que te diga, se confirma una vez más que quien tiene mucho dinero, lo logró con malas artas. Molesta, pero es ley.