V. Experiencias pre-profesionales: Anecdotario de una profesora particular (7)


Ahora toca presentar al otro alumno que tuve este año. Este tuvo de particular que es el alumno de mayor edad que he tenido hasta el momento. Nada menos que diecisiete años en los huevos, matriculado en 2º de Bachillerato pero con toda la pinta de repetir este año. Para más INRI, matriculado en letras puras cuando no soporta la lectura y, sin embargo, interesado en cursar una carrera científico-técnica, aunque ahora mismo la memoria me está causando una mala pasada y no recuerdo bien si quería hacer una ingeniería o algo de la rama sanitaria (enfermería-medicina). Lo que sí recuerdo es que el tipo de Bachiller elegido era totalmente opuesto a la carrera que quería cursar que, además, requería una calificación media bastante alta y quizá imposible de conseguir para el expediente académico que traía.

Otra cosa que me sorprendió es que jamás conocí a la madre. Siempre traté con el padre: fue él quien me llamó, quien me pagaba y con quien hablaba cada vez que se daba la menor incidencia. Llegué a pensar que el hombre era viudo, porque esto es extrañísimo, en todas mis experiencias anteriores era la madre quien se ocupaba siempre de esos menesteres, lo que viene a indicar que la española sigue siendo una sociedad muy machista. Al final, sonsacando en estos ratos tontos de conversación que se tienen con los alumnos, supe que los padres estaban divorciados, que la madre vivía en Madrid y que gran parte de la culpa del gran despiste del muchacho era que había estado el año anterior en un instituto de Madrid, que luego le concedieron (esto no lo recuerdo muy bien) una especie de beca para pasar una temporada en EEUU, algo que le hacía mucha ilusión, pero luego, sobre la marcha, se la retiraron y le hicieron regresar a España, de este modo el chaval se disgustó, dejó Madrid y se fue a Almería con su padre.

Nada más ver las características del apoyo que necesitaba este chaval – en todas las áreas, aunque asumiendo que la repetición era prácticamente imposible de evitar- le dije al padre que yo apoyo específico de las áreas no le podía dar – entre otras cosas, porque he olvidado muchas cosas, en especial de latín y de griego, y si nos ponemos así, hubiera necesitado un especialista en cada asignatura- se enfocó la cosa por el lado de las técnicas de estudio, la habilidad de gestión del tiempo, lectura y expresión escrita y, en cierta ocasión, orientación académica-profesional, pues nadie se había molestado en hacerlo y el chaval lo demandaba.

La experiencia fue gratificante e irritante al mismo tiempo. Gratificante porque, a nivel de comportamiento en clase, no me tocaba aguantar las cosas que ineludiblemente toca aguantar a los críos chicos; las clases eran mucho más «relajadas» para mí. Irritante, porque el niño tenía la madurez mental de una ameba. Considerando que no era un niño, debatía con él la orientación de la clase, pero cuando le preguntaba una opinión, no lograba sacarle nada aparte de un «yo que sé» «no tengo ni idea» acompañado por un encogimiento de hombros, así que al final me veía tratando esos temas con el padre.

Pronto me di cuenta que sus grandes problemas eran:

– Como dije ya, es que no soportaba la lectura, no leía por afición ni por casualidad, es más, el chaval carecía de aficiones.

– En consecuencia, tenía un vocabulario más que lamentable.

– Su expresión escrita era tan pobre que ni siquiera sabía, aunque seguro que alguna vez se lo habían explicado, cuáles son los puntos que deben abordarse a la hora de hacer un comentario de texto. Tenía que ponerme a hacerlos con él punto por punto.

– Su pereza era infinita. Realmente el padre me llamaba como medio de presión, para forzarle a estudiar y tomarle la lección, como a los niños pequeños.  De ese modo, sospecho que aunque conseguí que se hiciera un horario semanal para enseñármelo a mí, no logré jamás que cumpliera todo aquello que afirmaba prometer hacer en el horario, se limitaba a eso que sabía que le iba a exigir por ser lo más urgente.

Así que la única clase en la que conseguí que se interesara de verdad fue aquella en la que le expliqué a qué ramas era más fácil entrar con lo que había estudiado, qué alternativas académicas hay a la universidad, cómo se hace un CV, cómo se busca empleo, en qué consisten unas oposiciones y cuáles son los diferentes itinerario que existen para estudiar idiomas.

Me quedé con ganas de haberle pasado un enlace a mi blog, ahí sí que hubiera tenido una buena orientación profesional. A los 17 los chavales no saben lo realmente dura que puede ser la vida; baste decir que yo a esa edad creía poco menos que yo podría haber sido una Nobel de las letras en potencia, que era una pérdida gravísima para el mundo que yo no me dedicara a estudiar algo relacionado con la escritura pero que, como era listísima, estupenda y maravillosa, me iba a acabar la carrera en un santiamén y enseguidita lograría la meta esa de ser funcionaria, cobrar alrededor de 1.200 pavos al mes y tener mis buenas vacaciones.

Así que yo era gilipollas. Como casi todos (por no decir todos) los chavales de 17.

¿Cómo perdí a este alumno? Pues porque él quiso. La idea del padre era que yo cargara con él las tintas especialmente en verano, ya que durante el curso se entendía que nos centráramos en las tareas escolares inmediatas, pero donde realmente podía centrarse en las materias conflictivas era en los meses de verano. Como el chaval era tan reacio a dar clase en vacaciones, acordamos que le daríamos el mes de junio para que descansara, y que luego echara la carne en el asador en julio y en agosto.

Sin embargo, cuando en julio, extrañada por no tener noticias, pregunté cuándo recomenzaríamos las clases, me encontré conque el chico había convencido al padre de que sería bueno, que estudiaría mucho y que no necesitaba refuerzo alguno para sacar las materias; algo que me dejó muy extrañada, ya que el padre era favorable a mi intervención, pero que me demuestra que en la sociedad actual muchas veces los niñatos hacen lo que le sale de los… empeines. Aunque me moleste decirlo, es inevitable pensar aquello de «Ahí va otro producto de la ESO».

Y de ese modo yo, que contaba con unos ingresos veraniegos, me quedé a cero patatero y se me cancelaron gran parte de los planes que tenía.

Una mierda depender de este modo del vil metal.

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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2 respuestas a V. Experiencias pre-profesionales: Anecdotario de una profesora particular (7)

  1. Cuánto tenéis que aguantar los profesores… Yo creo que no podría con casos como el que cuentas.

    Yo también a los 17 años creía que un futuro ideal y prometedor me esperaba. Si me hubiese podido ver por un agujerito haciendo lo que hago en la actualidad no me lo habría creído.

    Muchas gracias por tus comentarios. Te he añadido a mi lista de blogs.

  2. vengatriz dijo:

    ¡Bienvenido! 🙂 Te cuento que este ha sido de los más llevaderos. Si miras post anteriores de esta misma sección, verás que una vez un alumno psicópata llegó a empujarme escaleras abajo. Pero bueno, nos buscamos la vida como podemos, aunque no tengamos la vida que nos habíamos imaginado.

    ¡Saludos! ¡Nos leemos!

    PD: Cuentas con mi apoyo. Mi solidaridad es automática para cualquier opositor; quien vive la experiencia, lo entiende.

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