Aprovechando que en Almería estamos en paro técnico por feria – por lo que muchas novedades laborales no voy a tener-, que hoy he pillado una cogorza interesante en la feria del mediodía y que ya puedo contar estos hechos – hace unos meses no podía, ya veréis por qué- me propongo contaros una de mis grandes anécdotas de bar. Sé que algunos lectores habituales del blog se llevarán una alegría cuando la lean, pues ya supieron de esta historia directamente por mi boca y me pidieron en su momento que me animara a subirla. También espero divertir a un par de lectores nuevos que se han acercado hace poquito a mi espacio y, de paso, les familiarizo con el «Factor Silvia» que se resume en «a mí me pasa todo lo que podría ocurrirle a cualquiera». Soy un imán para las anécdotas, así que lo mejor que podía hacer con esta facultad, que puede ser un tanto molesta, es rentabilizarla en forma de blog.
Como sabéis – y quien no lo sepa, que ojee la sección «Mi experiencia con el PET»- este año he dedicado algunos meses a sacar mi B1 de inglés. Para ello me matriculé en una academia que ofrecía un profesor nativo; que ahora, dicho sea de paso, cualquiera diría que los españoles no pueden enseñar inglés, las academias andan demandando a través de Infojobs profesionales bilingües o nativos.
Este profesor era (y es, aunque ya no me dé clase) muy peculiar: alto, delgado, rubito, de larga melena, con gafas y muy joven, pronto le haría confesar que tiene 23 años. No le veía demasiada soltura como docente; deduje que debía ser algún tipo de becario que por primera vez se veía en la tesitura de enseñar e incluso le compadecí, por aquello del handicap de verse solo en una tierra extraña. Los enamorados de la escritura somos fenómenos montándonos películas. Por ello, no le juzgué severamente cuando vi que no sabía ni cómo abordar la materia, es más, llegué a guiarle en esa cuestión, porque de enseñar sé yo más que él.
Tuve muchas ocasiones de observarle porque, aunque recibiera las clases en una academia, debido a mis problemas de horario no se me pudo meter en ningún grupo, así que me daba las clases a mí sola. Lo primero que le vi raro fue que jamás bebe agua embotellada. Lo supe el día que le vi sacar de la mochila un bote de cristal de los de «espárragos carretilla» o alguna cosa parecida. Le pregunté por qué hacía eso, me dijo que era más sano. Preguntando a alguna persona documentada, se me explicó que es verdad, que existe el riesgo de que las botellas de plástico segreguen sustancias tóxicas, pero es una posibilidad tan remota que hay que ser muy hipocondríaco para tenerla seriamente en cuenta.
Luego le noté que cuando salía de clase, se encasquetaba un horrible gorrito peruano de lana. La incapacidad de los ingleses para combinar colores es famosa en el mundo entero, pero aún así es sorprendente, con el clima que tenemos aquí y considerando que recibí clases entre los meses de febrero y junio, que tuviera valor de calzarse esos gorros. Sólo una cosa más tonta hay que un inglés friolero y es un inglés friolero EN ALMERÍA.
Un día me llevé con él la sorpresa del siglo. Sacó una libreta, con anotaciones extrañas, y me reveló que estaba estudiando quechua (lengua precolombina). Esto ya daba a entender que tenía algún tipo de interés especial en la cultura de América Latina, pero él lo único que comentaba a ese respecto es que considera que el pueblo inglés es demasiado frío y que le agrada mucho más el carácter latino.
En este contexto, el que hubiera aprendido también a tocar la flauta de pan y la llevara siempre consigo en la mochila no era algo que debiera maravillarme demasiado. ¿Queréis más particularidades? Va y viene en bicicleta por la ciudad, se niega a usar el avión en las distancias largas por más largas que estas sean porque de ese modo pretende combatir la contaminación, su mayor sueño es dejarlo todo e irse a vivir a alguna comunidad hippie al campo para comer lo que cultive, y en su Facebook se declara algo que yo considero conceptualmente imposible: «anarquista pacífico».
Un día nos hicimos un pequeño taco con la hora de la clase. Este día empezó realmente el meollo de la historia, porque después de que él llegara tarde (se comprometió conmigo olvidando que le tocaba terapia psicológica y por eso luego debí esperarle media hora) nos fuimos a tomar una cañita de desagravio. Total, como os dije, también me daba penica ver a un chico tan joven con un carácter tan reservado y calculaba que no debía tener muchos amigos aquí. De hecho, porque todas sus clases comenzaban con un poquito de conversación en la que él me preguntaba qué había hecho los días anteriores y yo trataba de contarle como podía unas cuantas anécdotas en inglés, él sabía que yo había entrado en un grupo amateur de teatro e incluso me comentó que le interesaba poder venir a vernos e incluso formar parte de nuestro grupo si había algún papel para él, porque pensaba que si se metía en teatro quizá lograría ser un poco más espontáneo. Debí advertirle que él, por bien que hablara español – lo habla genial, pero es tan tímido que inicialmente pensé que no dominaba bien el idioma-, jamás lograría parecer un madrileño de los años cuarenta, así que le iba a resultar complicado interpretar un papel principal, pero no veía razón para que no pudiera interpretar un papel secundario. A él le gustó la idea y se comprometió a ir a un ensayo, pero lo fue posponiendo, posponiendo, posponiendo… y no apareció jamás.
Esto al principio me intrigaba… hasta que obtuve una muy buena justificación, ya la veréis.
Cuando acabamos la tapica, lo suyo era que cada mochuelo volviera a su olivo, pero como le comenté que iba a intentar localizar a otra amiga que andaba por un bar cercano, el chaval me sorprendió autoinvitándose al sarao. Estaréis pensando: «¿No has dicho que era tímido?». Respuesta: «Sí, es tímido para hablar, pero parece que no lo es para autoinvitarse». Tampoco es que me molestara, ya os he dicho que estaba por la labor de presentarle gente, sólo que esa frescura me dejó un poquito a cuadros.
Al final el flemático inglés debió llegar a su casa a las dos de la mañana. Aquí paz y después gloria.
Pasaron un par de semanas. Llegó la Semana Santa. Con ella recibí una visita sorpresa: una prima de Granada con la que, tras años de incomunicación, recuperé el trato de repente (esa es otra historia) y, al mismo tiempo, una de las llamadas de teléfono más raras que he recibido en mi vida, PERO… eso lo dejo ya para el siguiente capítulo.
¡Continuará!
jijijijijiji lo de el tarro de esparragos Silvi me ha matao jijijiji
A mí también. Y me tocó aguantar la risa delante del tío XD que es todo un personaje, ya lo verás, ya 😉
Jo, pues por lo que cuentas, a mí me parece super interesante xD También super manipulado, todo hay que decirlo. En Francia me comieron mucho el tarro con eso de la comida sana, me explicaron en condiciones el tema de las botellas de plástico, y desde entonces procuro no usarlas, llevo todo el año buscando una botella de cristal pequeña y práctica. Lo de la bicicleta, ten en cuenta que por gran parte de Europa es uno de los medios de transporte urbano más habitual, aunque llueva o haga frío (tanto en Francia como aquí es normal ver a las chicas jóvenes montando en bicicleta los sábados a las seis de la mañana, con vestidos y tacones de aguja xD). Lo de irse al campo y vivir de los cultivos es lo que pretende hacer mi propio hermano en cuanto venda su casa (claro, que yo vengo de una familia donde ser raro es lo normal) y lo de la contaminación… investigué un poco cuando me interesé en el tema del wwoof y si fuésemos conscientes de lo que contamina este medio de transporte, no viajaríamos ni la mitad. Con lo del Quechua casi me he enamorado XDD Como mi familia es rara de cojones, desde pequeña estoy acostumbrada a escuchar música andina, en quechua y aymará, e incluso hay palabras de estas lenguas que se utilizan a diario en mi casa. Me interesé por estudiarlas, pero no encontré ningún sitio cercano para ello así que me dediqué a idiomas más convencionales, pero hace cosa de dos semanas volví a retomar mi búsqueda -sin resultados útiles-. En resumen, si no fuese porque conozco el resto de la historia de ese tipo (me la pasaste por msn) y sé de su falta total de autonomía y personalidad (y porque no aguanto a las personas frioleras! XD), ahora mismo te estaría pidiendo su número XDD
Jajajajaja… que conste que yo cuando le conocí pensé que era raro de cojones, pero me caía bien. No soy quien para burlarme de alguien por aprender quechua cuando a mí misma me ha dado por el euskera XD. Pero reconoce que lo del tarro de cristal tiene su gracia y que su negativa persistente a tomar aviones puede traerle muchos problemas en esta vida XD. También tienes que reconocer que el que una persona tenga una de estas excentricidades entra dentro de lo previsible, lo sorprendente es que aúne TANTAS. Te contaré una anécdota «extra», una vez en lugar de dar clase nos la pasamos debatiendo sobre etimología. La cosa comenzó porque descubrí que en inglés los elementos químicos de la tabla periódica conservan el nombre que tenían en latín, así que acabé enseñándole yo cómo habían evolucionado esos términos del latín al español (sí, otra frikada de las mías, la etimología me llama). Entonces el chaval se puso a hacer comparativas, viendo qué reglas se aplicaron para hacer la conversión al español, con el francés (a flipar), el alemán (a flipar) y con EL ALFABETO CIRÍLICO. ¡¡Eso sí que es saberse la tabla periódica en varios idiomas!! Así que no te negaré que intelectualmente el chaval, era interesante, pero estaba como unas maracas XDDDD como se verá
¡¡Eh!! ¡¡¡Que la mayoría de los anarquistas son pacíficos!!! Ya sabes, prohibido prohibir y todas esas cosas… Un poco peculiar sí que era este chico, sí.
¡Jajajaj! ¡Hola, Variablex! Ya hacía rato que no aparecías por aquí :))
Tampoco tanto…
Un poquejo sí 😛