Cómo madrugar y no morir (XI)


Sé que este fin de semana os debía la entrada hospitalaria y las fotos de los cuadros, pero ni pude ni tuve ganas, he estado agotaíta. Me disculpen sus mercedes, ya sabéis que tiendo a cumplir mis promesas. Ya lo haré el finde que viene, este se me ha juntado todo y soy un ser humano, por más que chupe pilas Energizer, si me canso, me canso.

Así que, centrándonos en este diario, primero toca ver cómo he dormido este fin de semana. La semana pasada al final estaba comenzando a tomarle el punto a eso de acostarme temprano y levantarme más temprano todavía, pero parece que se lo he vuelto a perder. Llevaba demasiado sueño acumulado cuando el viernes, por fin, le dieron el alta a mi hermana así que volví a caer, y además salvajemente, en el peligroso ciclo de la siesta. Como que pasé de comer y de todo, me eché a las dos de la tarde y hasta más allá de las seis no volví a despertarme. El resultado fue acostarme tarde el viernes, levantarme a las 11 el sábado, acostarme más tarde aún el sábado y levantarme en consonancia el domingo y, claro, la noche del domingo al lunes volvió a ocurrir aquello de no acostarme hasta casi las tres de la noche y, como es lógico, al despertarme a las seis volvía a andar falta de sueño. Intenté aguantar la mañana estoicamente (¡uh, ah! ¡sacatún qué pen, qué summum, qué tun!) pero después de comer, a eso de las casi cinco de la tarde, me eché y acabé despertando a casi las 8 de la tarde con lo cual… ¡he triunfado! Mañana me tocará lidiar otra vez con la necesidad de pegarme una siesta, a ver si en esta ocasión consigo superarla.

Encima, la hornada de hoy ha sido horrorosa, la peor que recuerdo junto a la del famoso día de la lectura en la que no me hicieron ni puto caso. Se demuestra una vez más que el mayor problema de estos chicos (y quizá de casi todos los críos de hoy día) es escuchar. Pero voy a contarlo ordenadamente:

  • Hoy comenzábamos con la aplicación de la programación. Íbamos a explicar nuestras rutinas. Como no tenemos pizarra en el comedor, la compi se quedó con los críos en clase mientras yo preparaba en la pizarra un resumen de las rutinas y una breve explicación de lo que es el otoño.
  • Para repartirnos la tarea, la compi explicaría las rutinas y yo explicaría el otoño. Sin embargo, cuando se llamó a los nenes para que entraran en la biblioteca, la compañera comenzó a tardar. Uno de los niños, que llevaba varios días raros, rompió de pronto a llorar y comenzó a desahogarse con ella como quien se desahoga con un terapeuta. Por lo visto, este año el hermano mayor de este chico ha entrado en 1º de ESO, es decir, en el instituto. Durante toda su escolaridad, había estado pegado a su hermano en el aula matinal, en los recreos y en el comedor. En otras palabras, parece que no sabe socializar sin el hermano, así que ahora está acusando su dependencia, a pesar de conocer a sus compañeros desde hace muchos años. Habrá que intentar trabajar este aspecto con él.
  • Pero ahora poneos en mi lugar. Mientras la compañera andaba en el comedor haciendo las veces de terapeuta por el humilde sueldo de una monitora, yo tenía a 19 chavales metidos en la biblioteca y me encontraba metida en un follón sin precedentes. Es complicado, muy complicado, explicar el otoño a un público cuyas edades se comprenden entre 3 y 12 años y cuando yo me planteé la clase, confiaba en estar con la compañera en el aula, no esperaba estar sola. Encima, como la compañera había quedado en ser quien explicara las rutinas, yo no las expliqué por aquello de no comerle el terreno a ella. Imaginaos mi inquietud cuando vi que ella tardaba, tardaba, tardaba… y los niños mientras metían gritos, decían que se aburrían – los pequeños, porque no entendían, los mayores, porque ya le han repetido esa lección cuatrocientas veces- y, lo que es peor, comenzaron a chincharse unos a otros. De pronto, salió el típico gracioso que soltó aquello de «¡Alguien se ha tirado un peo!» a lo que se suma, como si fuera un gran acontecimiento «¡Habrá sido Fulanito! ¡Habrá sido Menganito!». Primero echaron el marrón al chico rumano, que se lo tomó con humor, pero luego se lo echaron al chico que os comenté que es latino aunque no lo admite, el que os contaba unas entradas atrás que daba extraños signos de autorracismo. Este se quedó callado y yo no le di importancia pero, de pronto, como si fuera un tertuliano de «Sálvame», abandonó la clase llorando, dejándome en el brete de dejar a la alumna mayor de vigilante y salir corriendo detrás de él.  Ya me había advertido nuestro Variablex que los chicos latinos son más sensibles, pero no esperaba tampoco esa reacción. En qué me vi para tranquilizarle y convencerle de que entrara de nuevo a la clase.
  • Mientras tanto, la compi había logrado calmar al otro niño, entró en la Biblioteca y se puso a pegarles voces, intentando hacerles callar, y amenazándoles hasta con las penas del infierno si seguían haciendo el capullo. Lo que viene a ser decir, que si en la siguiente clase tocaba salir a jugar, se iban a quedar castigados sin jugar, aunque realmente las castigadas somos nosotras; condenadas a soportarles mañana durante hora y media con actividades alternativas al juego en el patio.
  • Por si esto fuera poco, luego me acabó regañando la compañera, por haber permitido que el otro niño se escapara de clase (¡a ver cómo mierda lo evito! ¿poniendo un pastor alemán en la puerta?) cuando ella misma me había dejado sola con la marabunta por razones muy parecidas, yo diría que idénticas, y por no haberles chillado más cuando se desmandaron. Sí que les chillé, aunque no soy muy partidaria de los gritos, claro que en esos momentos ella estaba en otro lugar, si bien entiendo que es verdad que ella es más propensa a imponerse de esa manera que yo, con lo cual, y aunque parezca paradójico, se la ve con mayor dominio del aula que a mí. Lo más curioso es la base de ese reproche: «Silvia, es que si siempre acabo gritando yo, me van a acabar tomando a mí como la mala». Daos cuenta de un pequeño detalle: todo profesor quiere que le quieran. Por eso ella no quiere ser la única que grita, por más que ella me repitiera, como llevándose la contraria a sí misma: «yo he dado clases antes y, a pesar de que me ha tocado imponerme en ocasiones, al final todos los alumnos que acababan cogiendo confianza». Pero bueno, en realidad tampoco me sorprende tanto: hace años que aprendí que las personas no somos tan coherentes como nos gustaría, somos víctimas de impulsos y de ideas contradictorias y podemos estar diciendo A y luego B, que es lo contrario, y estar igualmente convencidos de ambas cosas sin darnos cuenta siquiera de la contradicción que suponen.

Después de esta clase tan tensa, hemos podido tomar unas cuantas decisiones interesantes:

  • Siguiendo el consejo que hace un par de días me dio Miguel (¡gracias, Miguel!) – y sí, doy por culo a todos mis amigos con mis problemas docentes a pesar de que la psicopedagoga soy yo, je- he pedido permiso al director para que podemos hacer la circular y nos lo ha concedido, a condición de que primero él pueda leerla. No deja de ser una situación extraña: el director no es nuestro jefe, es nuestro cliente, pero nos hace más de jefe que nuestro jefe real. A los de mi empresa no he comentado nada de la circular… ni falta que me hace. Ya tengo el borrador, lo iré puliendo con mi compi y con la venia del director esta semana y la semana que viene me pondré a divulgarlo.
  • Vamos a dividir los grupos. Lo de abordar talleres y actividades con tanta diferencia de edad en una misma aula es demasiado problemático. No sé cómo se las apañarían los maestros antiguos de la escuela unitaria, me encantaría preguntárselo. Un grupo estará formado por los críos de 3 a 8 años y otro grupo estará formado por los críos de 9 a 12 años. Además, por suerte, ambos grupos tienen la misma cantidad aproximada de alumnos, al menos de momento. Lo obvio es que del grupo de los pequeños se hiciera cargo ella (tiene la titulación específica para eso) y de los mayores yo, pero pensándolo bien, como también quiero aumentar mis competencias – o reducir mis incompetencias, que no son pocas- creo que es mejor que cada semana vayamos cambiando de grupo. De ese modo, acabaré aprendiendo a tratar a los pequeños. Total, si me voy a meter en la aventura de hacer de niñera, más vale que mejore mi capacidad de entretener a los más pequeños, porque es muy probable que los niños que me toque cuidar como Au Pair sean muy chicos.
  • Le propuse a mi compi que alertáramos al tutor del niño que está triste por no tener cerca al hermano, pero esta niña me cortocircuitó la iniciativa con un argumento lógico: «Si nosotras, viéndolo hora y media al día, nos hemos dado cuenta de que este niño estaba raro… ¿no se habrá dado cuenta su tutor, que le ve muchas más horas?«. Yo le dije que no tengo nada claro que no, les vemos en contextos muy diferentes, así que no nos consta y, por ende, igual es un tema que también tocaría abordar con el orientador. Entonces me ha venido con un argumento mejor todavía: «nosotras aquí somos monitoras, NO PROFESORAS, así que es obligación de ellos, no nuestra». Esto es incontestable, pero me ha dejado una mala sensación. Supongo que el origen del caso es que, aunque esté contratada como monitora, me estaba sintiendo profesora y me preocupo a ese nivel, aunque nadie me lo pague ni me lo vaya a valorar. Hay que joderse. Con la cantidad de veces que he aconsejado a mis amigos cuando han estado de becarios o infracontratados que no se tomen las cosas tan a pecho, porque por más que se empeñen en impresionar al empleador o en trabajar bien, si no tienen un trifásico no van a prosperar pero, luego, cuando me veo yo en la misma situación, me veo cayendo en el mismo error. No escarmiento.

En otro orden de cosas:

  • Me ha comentado la compi que anoche descubrió que tenemos una alternativa a irnos de «Au Pair» o de ayudantes a un hotel y es solicitar irnos de «Nanny». ¿Diferencias entre ir de Au Pair e ir de Nanny? Una, pero con implicaciones fundamentales: para ir de Au Pair no necesitas titulaciones específicas, para ir de Nanny debes tener una titulación específica relacionada con el cuidado de niños. Esto implica COBRAR MÁS y, como es lógico, que las agencias SE CALLEN COMO PUTAS, porque es más complicado colocar a una Nanny que colocar a una Au Pair. Así que, como veis, surge ante nosotras otra interesante oportunidad a explotar.
  • La web en la que se informó de esto hace las veces de agencia gratuita. Si vemos que esta gente puede ser fiable con sus gestiones, nos ahorramos hasta 400 € de gestiones. Esto es muy muy interesante, lo confiado es fiarse de una entidad con la que sólo trabajas por Internet.
  • Hoy se abrió el tercer plazo para la preinscripción en Máster Oficiales. Al final, por aquello de aumentar las posibilidades de que me concedan algo, he solicitado tres: 1. Comunicación Social; 2. Estudios sobre la Inmigración (nombre resumido) y 3. Estudios de Género (nombre también resumido). El primero es interesante por aquello que os conté de mi espinita de no haber estudiado nada relacionado con las letras. El segundo y el tercero, ya que estoy tanteando la vía de la Cooperación Internacional, como sabéis, creo que son muy interesantes para trabajar con ONGs. Y, eso sí, cualquier opción es importante porque: 1. Son títulos homologados en Europa, gracias a Bolonia, y 2. Me permiten acceder al doctorado y a otras ventajas que ofrece la vida universitaria. Ahora sólo queda ver qué me depara el destino. PD: En qué me he visto de realizar todo el papeleo por Internet. Nunca pensé que diría esto, pero voy a acabar echando de menos a los auxiliares administrativos bordes.
  • Sigo sin saber nada del curso de Cooperante Internacional que solicité en Cruz Roja. Mañana me acercaré, sí, ¡lo lograré! ¡yo puedo!
  • ¡El sustituto que me busqué para el Aula Matinal por si me ponía mala me ha fallado! ¡Ha encontrado otro trabajo! ¡Ahora me toca buscar otro!¡Y si es posible, buscar dos, porque mi compañera no encuentra a nadie a quien cargar con el lío!

Ahora tengo que dejaros. Me toca preparar un taller de relajación para torturar a mis castigados… ¡y no se cómo! En otras palabras, busco cuerda para ahorcarme.

¡Y ahora, votadme, que por pringá na más me lo merezco! (slogan)


Votar en los Premios Bitacoras.com

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
Esta entrada fue publicada en Cómo madrugar y no morir y etiquetada , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s