CMYNM: Días 34-35:¿Alguien tiene una cuerda?


En cuanto al horario de sueño: No se arregla ni a tiros. El miércoles conseguí evitar la siesta matinal de cuatro horas, pero en la mañana del jueves no pude evitarla y mucho me temo que mañana no la evitaré. La verdad es que la siesta matinal es mi gran aliada y, a la vez, la gran enemiga a abatir.

Aula Matinal: Según me dijo mi jefe, estoy cotizando perfectamente, porque cuando preguntó a la asesoría le dijeron que el asunto debía ser que había otra muchacha que se llamaba casi igual que yo y que se había dado de baja de la empresa porque debía salir de viaje. No sé. Urgencias turísticas que tiene la gente. Eso o que le tocó la lotería. La historia fue que, al comunicarle la baja, se confundieron y me enviaron esa notificación a mi dirección. Lo que a mí no me deja demasiado tranquila es que, aunque la coincidencia en los apellidos es alta (compartimos primer apellido y el segundo sólo se diferencia en una letra) el nombre es diferente, esa chica en cuestión se llama Ana. Ahora me va a tocar llamar a la Seguridad Social (SS para los amigos) y preguntar.

Por lo demás, han sido días verdaderamente anodinos. Ayer fui completamente feliz a trabajar porque ¡era de día!. Primera vez que iba a trabajar y lucía el sol. Sin embargo, eso no ha ocurrido hoy, que estaba oscurísimo y lloviendo. En realidad, se ha pasado el día entero lloviendo a ratos, cuando aquí lo normal es que la lluvia sea breve y fuerte. Y ya sabéis lo que ocurre cuando llueve, no se puede sacar a los niños al patio y eso implica entretenerlos en clase.

Sucede, eso sí, que mi compi y yo nos hemos desmotivado un poco. El tiempo pasa, los materiales siguen sin llegar, y se quita la gana de preocuparte. Al final todo se resume a ayudarles con los deberes, darles el desayuno, procurar entretenerlos y, sobre todo y más importante, que no se escapen y no se maten.

Ayer llegó uno nuevo y la chiquillería me dio un susto. Mi compi debió irse a trabajar mientras yo atendía en la puerta del patio (no confundir con la puerta del aula) al padre de un chaval que acaba de incorporarse. Entre que ella se iba y yo volvía al aula, se cometió un error: conformarse con un «Niños, estaos quietos hasta que venga la seño Silvia». Dos de los pequeños se largaron, corriendo, a jugar a su patio y cuando yo llegué (hablo de un lapso entre 5 y 10 segundos) ya no estaban. No os podéis imaginar el lío de buscar a los tránsfugas mientras yo seguía cuidando de los pequeños porque, claro, no voy a abandonar a los otros de infantil por salir a correr detrás de los que se han perdido porque … ¡corro el riesgo de perderlos a todos!

Al final, pidiendo ayuda a los mayores, fue la niña de sexto (hermana de la niña de infantil de 5 años, una de las que se escapó) quien les localizó. Estaban en su patio, esperando en su fila, no tenían percepción de haber hecho algo malo. Les cayó la de Dios y no de mi parte, sino de su hermana. Me hizo gracia, me recordó a mí. 

Os voy a contar una historia de infancia.

La mayoría de vosotros sabéis que tengo una hermana que es seis años menor que yo. Durante el tiempo que fue posible, estudiamos en el mismo centro. Ella se incorporó al colegio en infantil de 4 años y yo en aquel momento tenía 10 y cursaba 5º de primaria, aunque la anécdota ocurrió algo después, cuando ella estaba en primero y yo en 7º.

Mi hermana había estado mala y la llevé al colegio con una rebequilla. Como aún seguía pintona, advertí del detalle a su tutora y le dije  de parte de mis padres que, por favor, vigilara que la niña no saliera al patio sin su rebeca y que no se dedicar a correr y sudar a lo salvaje, que eso podía hacerla sufrir una recaída.

Yo cumplí con mi parte y podría haber pasado del tema pero… no sabéis qué fuerte llega a ser el grado de responsabilidad de los primogénitos – bueno, lo sabrá quien lo sea, quien no, lo dudo-. No podía limitarme a transmitir el recado, sentía la necesidad de presentarme en el patio de los pequeños a comprobar que la tutora había hecho caso de mis instrucciones.

Cuando llegué, me encontré a las cuatro profesoras de infantil sentadas en un banquito, en una esquina, hablando animadamente, a los niños haciendo lo que les daba la gana y a mi hermana, como no, corriendo como las locas y sin su rebeca.

Por ello la que esto escribe, ni corta ni perezosa, creyéndose avalada por ese concepto que protege tan poco y que sin embargo usamos como escudo – la razón- se encaró con la tutora: «Pero ¿esto qué es? ¡Le había dicho que mi hermana debía salir al patio con su rebeca y que no debía correr». «¡Niña! ¿Qué falta de respeto es esa? ¿Es que te parece que podemos vigilar a todos los niños?» «No sé – dije, como quien se plantea un problema lógico- pero digo yo que sería más fácil si, en lugar de estar todas en la misma esquina, cada una de vosotras se pusiera en una esquina: así podríais vigilar todos el patio»»¿Pero qué estás diciendo? (exclamaciones varias que no recuerdo) «Además – añadí, como para arreglarlo – si hay un problema serio para vigilar a los niños enfermos, siempre podéis dejar a todos los enfermos dentro de la misma aula y que los vigile una profesora y, el resto, os quedáis vigilando a los niños sanos que están jugando en el recreo».

A continuación, la profesora de mi hermana me llevó a un aula, a solas, me llamó de todo (no recuerdo ni lo que me dijo, pero sé que fue de todo menos bonita), me expulsó del patio de infantil, me prohibió entrar allí jamás y, después, cuando yo volví a mi patio y contaba a mis compis que acababa de tener una bronca con una de las profesoras de infantil, vi a esa profesora llegar a mi patio, acudir al jefe de estudios y susurrarle no sé qué al oído mientras me miraba insistentemente.

Supuse que se me caería el pelo, perooooo… el jefe de estudios se echó a reír y a mí nadie más me llamó la atención por ese particular.

En suma, cuando vi a mi alumna pasar de mí completamente, gritando «¿Y si te llega a llevar un hombre desconocido qué?» y castigando a su hermana sin patio al día siguiente sin consultarme, yo no la contradije ni medio punto. ¿Quién se va a preocupar más de esa chica que su propia hermana? Si bien a mí los ovarios se me pusieron de corbata y me he llegado a plantear si traer conmigo una cuerda; ya sea para que todos se agarren a ella, para llevarlos atados con ella o… para ahorcarme si se me escapan.

Al fin y al cabo, no hay aventura gráfica en la que no aparezca, antes o después, una cuerda.

Nota (inmadura y egoísta) al pie: ¿Recordáis lo que comenté días atrás de que los profesores necesitamos el afecto de los alumnos? Llevo unos días percibiendo (ya habréis notado que tengo un lado entre hipersensible y suspicaz, me doy cuenta de todo) que mi compañera se ha ganado a las niñas. Todas van a buscarla siempre a ella para cualquier cosa. Y creo que eso comenzó a pasar la semana que estuve con fiebre, porque me la pasé medio ausente. Si bien, también tengo la curiosa percepción de que yo me he ganado a los chicos. Y mira que, no es por nada, pero los chicos suelen ser mucho más revoltosos que las chicas y nos pasamos la vida regañándoles pero, como os conté, mi compañera es más de pegar voces y yo soy más de soltar frases irónicas y con mis frases parece que se mean.

Esto me hace pensar, aunque no tenga relación ninguna, que como alumna caía mejor a los profesores – es más, caía mejor a los más cabrones- que a las profesoras, y me odiaban especialmente aquellas profesoras que solían llevarse bien con todo el mundo.

Curiosidades by Sil.

Inglés:

Hoy la dinámica de la academia ha estado medio sosita, porque era una dinámica de presentación modificada, del tipo «tienes que encontrar a alguien de tu grupo que haya hecho [lo que sea]» pero, eso sí, en inglés; aunque en realidad no es culpa de la dinámica en sí, también influye en ello la mala actitud para el inglés que tienen mis compañeros, que son unos niñatos con todo el derecho, pues están en la edad de serlo.

Ha sido gracioso cuando se ha preguntado: «¿Cuánto estudias al día?» yo he comentado «según, porque sólo estudio inglés» y han exclamado, los muy ignorantes «¡Qué bien vives!» cuando seguro que su horario es mejor que el mío. Les he tenido que decir «chiquillos, recordad que yo tengo que trabajar». ¡Ayns!

Lo curioso es que ayer tuve mi primera clase de conversación con aquella chica polaca de la que os hablé y mañana tengo la próxima. Va a ser un rollo bar, cafetería, pub, turismo y lo que surja, pues a la par que conversemos en el idioma que toque (ayer tocó inglés, mañana toca español) le iré enseñando la ciudad. La chavala merece disfrutar la vida Erasmus y, además, intento ver si el karma es bueno conmigo; en unos meses yo seré una extranjera en Dublín y viviré con la esperanza de que la gente me trate un poquito bien ¿No os parece?

Recordáis que el primer día me pareció un poco tímida, pero ayer se soltó (el tinto de verano la ayudó) y la noté alegre, entusiasmada, y diciéndome ya que si alguna vez viajo a Polonia, que contacte con ella.

Una reflexión curiosa acerca de las clases de conversación es que tú las planificas como quieras, que ellas salen por donde les da la gana.  Habíamos pactado con hablar cada una de las diferencias entre nuestros respectivos países y acabamos hablando de palabras malsonantes, países que evaden impuestos con más facilidad que otros, tapeo, cómo vive un Erasmus en España…  lo de fijar un tema se queda como una herramienta para comenzar a conversar, pero vaya… ¡Que al final se habla de todo menos del tema que se acordó!

Otro dato curioso: Ayer quedé con una de mis ex compañeras de mi curro de teleoperadora. Parece que la muchacha resultó ser una máquina para las ventas y se hizo todos los puntos… pero también parece que la empresa ha entrado en una pequeña debacle; la jefa que nos vigilaba los turnos ha sido degradada otra vez al rango de teleoperadora por la bajada de productividad y ahora es el jefe máximo, el vasco, el que supervisa a las teleoperadoras, pero, según esta chica al menos, desde que está él vigilándolas venden menos todavía. En cuanto a mi ex-compi, el mes pasado no hizo los puntos que debía haber hecho y este mes, para compensarlo, debe hacer el doble o se juega a que también la degraden.

Casi que prefiero estar como estoy ¿no? Aunque, todo hay que decirlo, hoy hablaba con mi compañera que, al menos de momento, sólo vienen la mitad de los alumnos que se estimaron inicialmente y, claro, si la empresa contrató a dos monitoras es porque por cada 30 niños corresponde una y a nosotras nos han llegado 27 el día más concurrido… normalmente, siendo justos, vienen alrededor de 20 y, si esta situación no se revierte con el paso de los meses, es de temer que digan de echar a una de nosotras.

Mi compi proponía que, para evitar eso, infláramos las listas de asistencia que mandamos al coordinador, pero esto supone un problema: probablemente hay padres que pagan una cuota (los de los niños habituales) y padres que pagan por dejar a los niños en el Aula Matinal esporádicamente, de tal manera que si inflamos ese dato y lo mandamos a nuestra empresa, la empresa exigiría a los padres el dinero de un servicio que no han utilizado, y se liaría la madre del cordero, que era la cordera, así queeeeee….. ¡pasando!

Todo lo más que podríamos hacer es preguntar al director quiénes son los que pagan cuota mensual y ponerles como si vinieran todos los días… ¡Ay! Con esto de la crisis, cualquier tema de estos inquieta bastante. ¿Qué os voy a contar que no sepáis?

 

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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2 respuestas a CMYNM: Días 34-35:¿Alguien tiene una cuerda?

  1. jairo dijo:

    Silvia yo me pensaria mucho lo de las listas si poneis parte de asistencia y no se cumple os pillan fijo eso es el karma, en fin lo de la anecdota con tu hermana se te veia madera de docente en esa edad ya, no crees? jijiji

    • vengatriz dijo:

      Y sobre todo nos podrían pillar por el lado económico, que les fueran a cobrar y los padres quisieran pagar porque no usaron el servicio. No lo haremos. Sólo son cosas que piensa la gente cuando está asustada. ¡Ayns!

      Te divertirá saber que yo a esa edad solía decir que no quería ser ni maestra ni abogada. Quería ser ¡arqueóloga! 🙂

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