Cuestión del sueño: La noche del lunes al martes fue de dormirla fatal, como os conté en mi anterior entrada: dos horas por la noche y, por la mañana (tirando a tarde) estuve durmiendo de 12 a 3. Anoche ya conseguí acostarme a una hora más normal, a las 2 – aunque llevaba jurando que me iba a dormir desde las 12- así que llevo unas 5 horas de sueño. Por ese motivo, hoy me niego a dormir siesta matinal, a ver si llego a la noche más cansada y vuelvo a regular un poco el horario de sueño, que tengo una temporadita catastrófica.
Aula matinal: ¿Recordáis a nuestro rubito suministrador de chocolate, churros y dulces varios? La verdad es que la cuestión comenzaba a ser sospechosa, porque de pasar a ser algo anecdótico, que podría quedar como una generosa invitación por parte de los padres del chaval, se había convertido en costumbre.
Ayer el chaval no llegó solo. Su padre, para nuestro asombro total, entró al aula, en compañía también de la hermana mayor del chico, que es alumna de un instituto cercano. Cuando, de repente, entra tanto público, es lío seguro.
El hombre llevaba un mosqueo increíble. Por suerte, no contra nosotras, sino contra su hijo. Acababan de descubrir que el niño les robaba dinero o, más exactamente, le descubrieron cuando robó a la hermana mayor, ya que no hay adolescente que no tenga claro cuánto cobra de paga, cuánto ahorra y cuánto gasta. A los adolescentes ladrones que puedan estar leyendo esto, aconsejo robar antes a los padres, que no son conscientes casi nunca del dinero que puedan llevar en la cartera, antes que a los hermanos. Lo dice alguien que también es hermana mayor.
Hay otro detalle interesante también a la hora de valorar el impresionante cabreo de aquel señor. Su hijo me contó una vez que su padre es policía. Los policías suelen se especialmente estrictos con sus hijos, y más cuando caen en actividades que en unos años les pueden llevar a cometer delitos.
Lo dice una hija de policía.
Otra observación sobre los «hijos del cuerpo» (apelativo que engloba a hijos de policías, guardias civiles y militares») es que, o salen muy rectos en su conducta o… todo lo contrario, no hay término medio, porque o bien salen (salimos) muy obedientes, como pastores alemanes, o bien se desata una rebeldía feroz contra todo, como parece ser el caso de este chico.
Parece que de ahora en adelante el padre llevará al niño hasta la misma clase, para que no tenga ocasión de escaquearse e ir a comprar nada.
Otro descubrimiento inquietante es que ese niño debería haber estado llegando todos los días en torno a las 8.10-8.15 y nos estaba llegando alrededor de las 8.30-8.45. Es decir, que antes de darle por ir de compras, se iba entreteniendo por esas calles.
Claro, diréis, eso no es tu problema. Es problema de los padres. El niño pasa a ser responsabilidad nuestra desde el momento en que entra a nuestra aula, si se escapa antes de llegar, no se nos puede reprochar nada…
Lo que pasa es que las tornas en cierto modo varían cuando el padre nos hace copartícipes de problema. Ahora habrá que prestarle al asunto una atención especial.
Reflexión a pie de aula: Está fatal prejuzgar a los niños. Se puede desatar una cosa muy fea que se llama «profecía autocumplida», que es cuando los críos acaban actuando, en buen o mal sentido, en concordancia con las expectativas que los profesores tienen sobre ellos. Sin embargo, aunque es triste decirlo, estoy comprobando que, aunque mi opinión sobre este niño había mejorado al verle detallista con sus compañeros, en realidad parecía más fiable la opinión inicial que tenía del chaval.
Momento gracioso: cuando fuimos a preguntar al chaval de quién era el dinero y por qué hacía eso y nos respondió que el dinero era suyo (¿?), que su hermana mentía (¿?) y que la culpa de todo era de su hermana porque, un año atrás ¡había sido ella la que le había enseñado a comprar!… más allá de lo complicado del asunto, la estrategia de seguir responsabilizando a su hermana a pesar de que ya todo andaba claro, es hilarante.
Los otros eventos del día es que han vuelto dos alumnos que hacía tiempo que no venían y se han incorporado dos nuevos que, sumado al nuevo que llegó la semana pasada… ¡ya superamos los 30 alumnos sin hacer trampas! Eso tranquiliza un poco-bastante; con menos de treinta alumnos dados de alta, una de nosotras se podía estar jugando la permanencia en el puesto, aunque nadie nos hubiera amenazado.
La otra anécdota fue que la pequeñita que siempre anda pegada a mí cumplió cuatro años. Tocó cantarle el cumpleaños feliz (¡qué pena no haber traído la cámara de fotos!) y hacerla sentir protagonista. Su madre nos trajo un bizcocho grande, para dárselo a su tutora y que lo repartieran en el aula de la niña, una bolsa enorme con chucherías para todos los compañeros de la cría y (¡tachán!) una bolsa de bombones, para repartir en el aula matinal. Muy detallista la mujer.
Por supuesto, me tocó a mí (ya que la compi sigue saliendo a trabajar, y más ahora que sigue sin el coche, así que va andando, como yo) llevar las cosas al aula de la niña después de que todos estuvieron ya en sus respectivas clases, pero no fue algo que me supusiera demasiado tiempo. Y en ese trayecto se me ocurrió una pequeña estrategia para endulzar nuestras ácidas relaciones con la gente del comedor, que parece que sólo se comunican con nosotras para quejarse. La estrategia consistía en dejarles cuatro bombones sobrantes sobre una encimera, con una notita que decía así:
«Ahí van unos bombones que han sobrado de un cumpleaños. Atentamente: El aula matinal. ¡Que aprovechen!».
Ni las gracias han dado. Al menos podemos dar gracias de que no escribieran una nota diciéndonos que habíamos dejado desordenada la encimera (ya sabéis, por aquello de dejarle los bombones) así que quejarse no se han quejado. ¡Sólo faltaba eso después de que me tirara el detalle de dejarles bombones!
Quien tiene clase, la tiene. Quien no, queda en evidencia [momento ego alto, ya se me pasará].
Por lo demás, el pequeño logro pedagógico del día ha sido logra que la chica tímida jugara con una de las nuevas, casualmente la que más se le parece, otra chica que se queda callada, no quiere jugar con nadie y se pasa la vida reclamando a su hermano.
Nota: A propósito de situaciones estúpidas ¿Cómo os quedáis si os cuento que ayer el director regañó a algunas de mis niñas mayores por jugar con los pequeños? Eso en el típico tono de «no las cojáis, que se pueden caer y hacerse daño». Lo más irónico del caso es que, entre esas niñas mayores, había hermanas de las pequeñas con las que jugaba el grupo. ¿Quién va a poner más interés que un hermano o una hermana en que su hermano o hermana no se haga daño? ¡Me quedo muerta!
Clases particulares de inglés: Ayer tuve que dar clase. La putada, por todo lo que dormí, es que me costó coger taxi y cada vez que hago eso, son cinco pavos que pierdo… y duelen como nada; no hay que perder de vista, aunque no haya vuelto a mencionarlo, que sigo completamente volcada con la Operación Dublín – para lectores nuevos o no sistemáticos: estoy ahorrando para irme de Au-Pair a Dublín en verano de 2012, así que toca ir guardando pasta-.
Los mayores y los pequeños tenían examen, así que nos centramos en eso. Con la niña que va sola sí se trabajó más conversación. Me encanta esa chiquilla, a diferencia de las demás, se preocupa, hace sus deberes e incluso me da idea para las actividades, es muy noble.
Momento Factor Silvia del día de hoy: ¿Habéis visto la película «El día de la marmota»? Para quien no la haya visto [Spoiler] trata de un señor al que se le repite el mismo día (el de la marmota) una y otra vez, por más que prueba a hacer cosas diferentes [Fin del spoiler]. Algo así me ha sucedido hoy. Estaba hablando con un amigo de Internet y lector silencioso de este blog (sí,sí, JUANMA, va por ti) y de pronto me comenta que él está tranquilo porque hoy está viviendo un martes-viernes, ya que mañana es festivo. Yo, toda desconcertada, le increpo: «¿Cómo que festivo?» y él, tan seguro de sí: «ah ¿es que por allí no lo es?». En situaciones así, una no acude a la fecha que señala el calendario del ordenador, sino que levanta su culo del sillón y se dirige al clásico calendario de pared. Esto está muy bien siempre y cuando tengas la costumbre de ir pasando las hojas del calendario según avanzan los meses.
Como estaréis imaginando, yo tenía puesta la hoja de octubre y, si a eso le sumamos que nunca tengo muy claro el día en el que vivo, toda mi atención se fue para el miércoles que tuviera un día señalado en rojo.
Es decir, por unos instantes (bah, confieso, ha sido más largo que unos instantes) he creído que estábamos a martes 11 de octubre y que mañana era el día del Pilar… y felizmente convencida de que tenía festivo, ni corta ni perezosa, he escrito a mi coordinadora de Cruz Roja comentándole que estaba equivocada, que mañana es doce de octubre y que suponía que la reunión que teníamos prevista para el miércoles a las 10 pasaba a la semana que viene.
Esa se va a partir el ojal cuando me lea.
Y, todavía persistiendo con mi convicción, entro en una web para amigos que he creado en Facebook – ¡hola, chiringuiteros, va por ustedes!- y les digo lo siguiente:
«Fijaos si vivo agilipollada que no me he dado cuenta, hasta que no me lo han dicho, de que mañana es 12 de octubre, día del Pilar y un festivo como un camión. Digo yo que lo de los talleres de Cruz Roja pasará al miércoles de la semana que viene. A ver qué me dice mi coordinadora»
Imaginaos las reacciones de la gente flipando, preguntándome si estaba bien y sacándome del error. Por supuesto, lo primero que he hecho es escribir de nuevo a mi coordinadora, disculparme y autorizarla a reírse de mí hasta el 2o40 ¡como mínimo!
Y es que hay una cosa peor que ser una pringada con el Factor Silvia a cuestas y es… ser una pringada con el Factor Silvia a cuestas y quedar en evidencia.
¡Mañana más!
PD: Me cago oficialmente en el Día de la Almudena, fiesta exclusiva de la CCAA de Madrid. De ahora en adelante, a título personal, el Día de la Almudena queda nombrado «Día de la marmota» para mí XD
jijijiji vaya tela Silvia con lo del festivo, joer lo de el niño es de juzgado la verdad, en fin creo que el delito le ha durado poco con la poli en casa no se juega
La verdad es que robar con la poli en casa… aunque ya sabes el dicho «en casa del herrero, cuchara de palo» 😛
Y lo del festivo es muestra meridiana de lo empanadísima que estoy!!!
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