Gestión del Tiempo: Podría definirse como la capacidad que nos permite saber administrar nuestras actividades a lo largo de un día. Los psicopedagogos, como se supone que soy, solemos hacer mucho hincapié en la importancia de elaborar un horario, seguirlo y acabar adquiriendo unas rutinas; así como la de vivir pegados a una agenda para evitarnos olvidos y errores diversos.
En casa del herrero, cuchillo de palo.
Ayer jueves empecé a saturarme de actividades. Todo comenzó con una cagada habitual en mí: pospuse ir a lo de la Seguridad Social porque sucumbí a la perversa influencia de la siesta matinal. Luego fui a mi clase particular y, como había perdido la clase del martes (fue el día de la sinusitis de elefante), propuse que la clase pasara al viernes a las seis de la tarde.
Después tuve academia de inglés. También había faltado el martes y ya sabéis que por la academia pago una pasta – por si no lo había dicho, 85 € al mes- y por tanto, me duele mucho perder una clase. La cosa es que mi profesora comentó que durante unas semanas recibiremos clases extra los viernes para compensar las clases que perderemos en Navidad, porque por esas fechas quiere ir a visitar a su familia. ¿Y a qué hora vino a poner la próxima? ¡Premio! ¡A las 6 de la tarde! Lo mejor es que yo ratifiqué que iría, olvidando que ya me había comprometido para la clase particular.
Cuando llegué a casa me di cuenta del desaguisado y de otra cosa más: días atrás me había escrito mi coordinadora de Cruz Roja para proponerme impartir un taller de salud bucodental para adultos. Me dio a elegir entre el día 18/11 (¡hoy! ¡qué casualidad!) y el día 25/11 (el próximo viernes) y claro, como el día 25 recibo una visita, yo dije (días atrás, antes de saber qué ocurriría) que me comprometía a dar el curso el 18, es decir… ¡hoy! ¡a las 8 de la tarde!
Y por si esto no fuera poco para colapsar, mi madre ha cogido gripe y quería ir al médico hoy por la mañana, para poder incorporarse el lunes.
Afortunadamente, las cosas se han ido resolviendo del siguiente modo:
- Mi madre se quedó dormida y mandó la consulta médica a tomar por donde amargan los pepinos, ya irá el lunes para incorporarse el martes.
- Mandé un correo a mi profe de la academia disculpándome y pidiéndole que me indique por email los deberes, para poderlos hacer el fin de semana. De inglés llevo un millón de cosas pendientes por haberme ido de viaje el finde pasado, pero… ¡también hay que divertirse, carajo!
- Decidí aplazar las gestiones en la Seguridad Social para el lunes, ya que necesitaba la mañana para preparar el Power Point del taller de salud bucodental. Un día más que cotice a nombre de otra no va a cambiar gran cosa mi destino.
- En consecuencia, esta tarde me quedo con la clase particular (como quien dice, cobro) y el taller. ¡Ya veremos por dónde salgo!
Más cosas a destacar:
- Andaba durmiendo ayer mi siesta pacíficamente, sin interferir con el cosmos de nada, y de pronto me interrumpe el simpático de mi jefe anunciándome: que la semana que viene nos llegarán los materiales (¿cuánto tiempo hace que nos está diciendo esto?), que las fotos que les mandamos no le gustan porque se ven caras de niños – pa matarlo, no se ve ni una cara, pasa que a veces salen de perfil y es muy MUY difícil sacar fotos de actividades sin que se vea ni media nariz de niño y, claro, ellos no van a ponerse a difuminar caras a lo «andreítacómeteelpollo«, porque prefieren tocarse los huevos- y que no olvidemos que tenemos la obligación de mandar al director semanalmente las listas de la asistencia. Lo curioso de esto es que inicialmente al dire no se le mandaban a la semana, se la mandaban al mes y luego, a nivel personal, el director nos dijo que no hacía falta que le mandáramos eso, que sólo le informáramos cuando hubiera novedades (altas y bajas) para el tema de los pagos. Así que no es que nadie se haya quejado, es por dar por culo ná más.
- La niña anoréxica es repateante, sólo me da pena que es anoréxica. Para olvidadizos: niña de cuarto que está en el conservatorio, estudiando danza, y que va por la vida de que ella es delgada y todos los demás están gordos, que de mayor será modelo, ya anda tonteando con los niños cuando no tiene edad ni de tomar Cola-Cao. La pena es que basta con ver cómo es para saber que la vida la va a hinchar a hostias, sin perdón.
- Hoy a nivel de disciplina han estado exasperantes. Llevaba demasiados días con tranquilidad. El hijo del policía pegó a un niño de segundo (el sudamericano que se negaba a reconocer que lo era, que iba de mosquita muerta y luego siempre se está liando a puñetazos) sólo porque éste pegó a un tercero, sin considerar que él le duplica o triplica el tamaño; una de las niñas de quinto, al ver que una botella de agua había caído en la calle (eso pasa por jugar a lanzamiento olímpico de botellas en el patio) sin pedir permiso ni nada, ha echado a correr para cogerla y a mí se me ha puesto el corazón en la boca; imaginaos la situación de ir a por ella y procurar, a la vez, que no se me escaparan los niños de infantil, a los que debía llevar a su patio. Para colmo de males, dos de los niños de infantil se pelearon por alguna gilipollez y el hermanísimo de la rescatadora oficial de botellas de plástico se ha puesto en plan «ataque de huevos oficial», negarse a andar, pegarle a quien se acercara e, incluso, a dejar que un moco con pinta de caracol avanzara peligrosamente hacia los tobillos sin permitir que le sonaran sólo por tocar los pantalones, por no decir otro lugar. ¡Cómo se nota que es viernes!
- En otro orden de cosas, ayer durante la clase de inglés (las que recibo) sentí una crisis de edad. La profesora nos planteó el ejercicio de que, por parejas, nos preguntáramos unos a otros qué solíamos hacer cuando teníamos cinco años. En un momento dado, alguien dijo «yo solía ver los Teletubbies» y a mí, sin pensar, me salió del alma un «¿Cómo es posible eso? ¡Si hará unos cinco o seis años que lo echan!» Me miraron con cara de «tía, tú estás más pallá que pacá» y me di cuenta de que ellos SEGURO tienen la razón, que recuerdan su infancia y su infancia es de ellos. Sólo me quedó encogerme de hombros, disculparme y acotar «yo he visto la Bola de Cristal, Barrio Sésamo, el programa de Xuxa y el de Leticia Sabater, aunque este último es más para la gente de la quinta de mi hermana; me tenéis que disculpar». ¡Estas cosas me hacen sentir mayor!
- Pero como todavía me niego a sentirme vieja de espíritu, el otro día comenté a mi compañera que me había visto, por curiosidad científica, la intro de la famosa MONSTER HIGH, que compartí con vosotros hace dos entradas, y de ahí surgió la idea de aparecer un día en el aula, a modo de broma, disfrazadas de dos personajes de esa serie. No es algo que entre en la programación… ¡pero seguro que es un puntazo!
Y a continuación, dos vídeos. El primero, para reivindicar a los que nacimos en los ochenta y sobrevivimos. El segundo, para que veáis cómo todos los maestros acabamos mal de la cabeza cuando llevamos demasiado tiempo ejerciendo el oficio.
¡Allá van!
¡Nos leemos!
No puedo evitar mostrar una sonrisa de complicidad cuando mencionas la crisis de edad, el único consuelo que nos queda es que nosotros vivimos buenos tiempos en nuestra infancia y veíamos series de verdad… aunque esto empieza a recordarme a las batallitas de abuelos.
Jeje ¡es totalmente abuelístico esto!
¡Me alegra leerte por aquí! 🙂 A ver cuándo actualizas y te devuelvo la visita.
¡Nos vemos!
Curiosidades tiene la vida. Cuando yo andaba acercándome a los 30, nadie de mi edad declaraba «sentir» el paso del tiempo, ni andaba con actitudes que son propias a los 50 o a los 60 años, cuando empieza a perfilarse una etapa final. Y no digo que ya está. No se ve la costa, pero ya hay pájaros que la preanuncian, uno que otro guijarro en las aguas que lo indican, etc etc. Lo peor es que si a una de estas de menos de 30 le dices: caray, cómo siento que se va la vida, te dice «qué va, no eres vieja». Me pregunto: ¿Cortesía extrema o qué? Besos a todos los jóvenes viejos y a todos los viejos jóvenes.
A veces es cortesía. Otras, sinceridad. Depende de la actitud que veamos en el otro. También depende de la edad de la gente con la que solamos tratarnos. Alguna vez te he dicho que eres levemente mayor que mis padres y como a mis padres no les concibo como «viejos» sino «mediana edad», a ti tampoco te considero vieja.
Beso grande 🙂