Del horario de sueño mejor ni hablemos. Continúo en la dinámica de trasnochadora irredenta y voy a peor, pero como os dije, al principio era mi principal preocupación cuando comencé con el trabajo de monitora del aula matinal y ahora estoy dejando de preocuparme por ello.
Esto va a ser como la fábula de la zorra y las uvas, adaptada de Esopo por Samaniego, y que dice así:
Es voz común que a más del mediodía
en ayunas la zorra iba cazando.
Halla una parra, quédase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.
Cansábanla mil ansias y congojas
no alcanzar las uvas con la garra
al mostrar sus dientes a la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.
Miró, saltó y anduvo en probaduras
pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la zorra dijo:
¡No las quiero comer, no están maduras!
No por eso te muestres impaciente
si se te frustra, Fabio, algún intento.
Aplica bien el cuento y di:
«No están maduras» frescamente.
Lo que viene a ser que igual ya he encontrado la respuesta a la pregunta inicial de esta sección. El modo de madrugar y no morir es lograr que madrugar te sea irrelvante, sabiendo que ya dormirás más tarde, sea porque te metes una siesta matinal de las mías, sea porque luego llega el fin de semana y te transformas en un lirón, un oso en invierno o en un gusanito de seda.
Y a continuación, mi jornada laboral en estos últimos días:
- Las del comedor siguen sin devolver los cubiertos. Y no me he quejado por pura pereza y porque, sinceramente, el niño de las peras no ha vuelto a asistir. LO más gracioso del asunto es que le comenté el tema ayer a mis padres mientras comíamos y, mientras conseguimos que nos den o no los cubiertos, ahora cuento con un utensilio marca «ACME» una navaja de estas suizas ideales para la supervivencia, cortesía de mi padre, que lo mismo te regala navajas que «Los 26 puntos de la falange española», aunque esta es otra historia.
- Con respecto a estos dos últimos días, lo más significativo es que acabé poniendo en práctica el consejo que en el post anterior me dio Variablex a propósito de las niñas que llamaron mariquita a uno de los niños por meterse en el cuarto de baño de las chicas. Él en su comentario me explicó que, según su punto de vista, el chico fue penalizado por saltarse los límites de género y que la solución a esto es, sencillamente, meter a las chicas en el cuarto de baño de los chicos.
Aquel episodio sucedió el miércoles. El jueves no actualicé ni hice esto porque el niño faltó y quería que él también estuviera presente, por aquello de que fue la víctima. Por tanto, lo hice el viernes y… fue mortalmente divertido.
El momento de llevarlo a la práctica fue cuando todos estaban en fila, esperando para salir al patio. Pedí a las chicas castigadas y al niño que vinieran conmigo, ante la atónita mirada de mi compañera, a la que cogí totalmente de sorpresa y no expliqué qué era lo que pretendía hacer. Las saqué al patio (los baños están por fuera) y les expliqué: “el otro día insultasteis a vuestro compañero por entrar al baño de chicas y os castigué por eso, pero ahora se me ha ocurrido algo mejor para que lo entendáis: vais a entrar al cuarto de baño de los chicos”.
Empezaron todas a gritar “¡no seño, no!” y el chico, que no se lo esperaba, empezó a reír hasta agarrarse la tripa por eso. Mi compañera y los demás niños me miraban con la boca abierta.
Pese a su resistencia logré que entraran y una vez que estuvieron todas dentro, proseguí: “Esto no es todo. Ahora vais a permanecer dentro del baño diez segundos y cuando salgáis, os habréis convertido todas en hombres” para, a continuación, comenzar la cuenta atrás: “¡diez! ¡nueve! ¡ocho! ¡siete! ¡seis! ¡cinco! ¡cuatro! ¡tres! ¡dos! ¡uno! ¡ya!”.
Tras esto di la orden de salir y una por una, les fui colocando nombres de chicos a voleo, en plan “Hola, Juan” “Bienvenido, Antonio”, “¿Qué tal, Luis?”, “¿Cómo vas, Pablo?”.
Ahí ya la carcajada era general, tan general que hasta las propias niñas se pusieron a reír.
Quien la cagó un poco fue mi compi, que por aquello de apoyarme, metió la gamba ligeramente cuando les gritó: “¡Ahora sois unos mamarrachos!” pero yo me hice la sueca (por no desautorizarla en público) y los niños pasaron del tema así como cuatro kilos.
A modo de cierre les dije: “¿Qué? ¿En serio habéis cambiado por estar en el baño de chicos? ¿A que no? Pues resulta que vuestro compañero tampoco. Ya podéis ir a jugar”.
Me encantó y, a quienes trabajen con niños y puedan verse en una situación similar, les aconsejo esta treta. Eternas gracias sean dadas a Variablex, estuvo brillante. Mi mérito aquí sólo fue reconocer el talento ajeno.
Más cosas:
El viernes fue un día demasiado intenso. Entre al aula matinal, la academia de inglés por la mañana y las clases particulares que no pude dar el martes y el jueves, por lo que tuve dos horas de clases por la tarde, apenas si estuve en mi casa.
¿Algo a destacar? Sí, un par de detallitos:
- El jueves logré hacer acopio de voluntad y fui a recoger mi título del PET a la Universidad. ¡Es más bonico, con su cintica brillante en uno de sus márgenes y todas las competencias que se me atribuyen narradas por detrás! El problema viene cuando al leerlas te das cuenta que en ellas, extrañamente, queda más claro lo que no eres capaz de hacer que lo que eres capaz. ¿Alguien que comparta esta percepción?
- Estuve hablando con la profesora de inglés de la academia, la norteamericana que habla como si tuviera la boca llena de una extraña mezcolanza de piedras del río y chicle y es tan pija que si fuera más pija sería Paulina Rubio. Me confesó que es de Texas y estuvo también probando a sonsacarme información a mí, por aquello de que soy una alumna recién llegada y quiere saber de dónde me he escapado, así que le estuve contando. Estábamos en esta charla y de pronto salió el tema de cómo fue el examen PET y yo le confesé que como no soy de leerme la letra menuda (gran error) caí en la cuenta de que era obligatorio llevar al examen dos lápices y una goma, por lo que me costó tener que comprármelos la misma mañana que me examiné – suerte que tenemos papelerías en la Universidad-. Entonces la profesora comentó que una amiga suya debió presentarse a una prueba similar en los EEUU y, por aquello de ir con tranquilidad al examen, no llevó dos lápices… sino veinte. Todos mis compañeros se callaron (aquella fue una charla a la vista de los otros compis en el rato del descanso) y yo no pude evitar replicar lo siguiente: “¿Veinte lápices? ¿Y no sería mejor llevar solamente un lápiz, una goma y un sacapuntas?”.
Por cosas como estas, los habitantes de los EEUU se han hecho famosos.
¡Dios salve a América!
Bueno, lo de los veinte lápices tiene salida, te pones a venderlos en la puerta del aula por si a alguien despistadillo se le olvida 😛
je!
En cuánto a la estrategia con los niños, buena de verdad, todo es gastar psicológica con ellos, y la cosa se pone interesante y diver, y sobre todo didáctica, ¡Me alegro mucho que funcionara!
¡Besos Perla de Oriente!
¡Besotes, reina mora! 😀
Me alegro que te haya funcionado y las niñas se lo hayan tomado a gracia no han ido corriendo a mami y a papi a chivarse llorando indignadas.
¡Qué exagerados son éstos americanos!
Un abrazo galáctico.
Pues si se llegan a chivar a las madres y me vienen estas con alguna queja, me parto en su cara… qué pedazo de castigo, meterlas 10 segundos en el baño de los chicos XD lo que pasa es que la gente anda de un susceptible…
En cuanto a los americanos… claro está que se les nota el origen, je.
¡Muakis!
jijijijiji me parto con el castigo muy bueno si señor esa idea me parece muy aleccionadora
Me alegra que te gustara la idea 😀 que, como digo, no es mía pero ojalá lo hubiera sido 😉
Conozco de cerca a alguien que tenía el mismo problema con los madrugones. Sin embargo, desde que llegaron Miguel y Natalia (sus hijos, de 7 y 4 años) te aseguro que se le ha olvidado esa lucha y la ha ganado, convertiéndose en una madrugadora compulsiva. Así que, tranquila, que será cuestión de ponerse y superarlo, ¿no? Mientras, ¡¡a disfrutarlo!!
Es decir, que me tengo que reproducir para conseguir acostumbrarme a los madrugones… no sé si va a ser peor el remedio que la enfermedad 😀
¡Un abrazo!
yo siendo niño, tendría como nueve años o por ahí, en una piscina me confundí y entré en el vestuario femenino, y de pronto alguien grita.
-¡un hombre, hay un hombre aquí dentro!
Qué escándalo, salí corriendo al darme cuenta del error; pero que guay, me habían tomado por adulto, mi ego crecido quedó satisfecho.
Jajajaj…sacaste un ego adulto de repente XD
La gente, qué histérica se pone por tonterías. No somos tan distintos a los niños en el fondo 😀