Nos quedamos haciendo la maleta ¿verdad? No creáis que la maleta da sólo para una entrada, fue la gran protagonista de todo el viaje. Como recordaréis – je, sólo hacen 22 horas de la entrada anterior- iba con la maleta que me prestó mi amiga Estefanía y, en prevención de daños, la mochila que me recomendó Noel.
Lo cierto es que con el rollo de la elección de la ropa fui muy inconsciente. En lugar de preguntar a mi anfitrión qué tiempo hace en París o, en su defecto, de consultar por Internet qué podía esperarme, hice una encuesta en casa, del tipo: «Gente… ¿qué tiempo creéis que hará allí?» a lo que me respondieron: «Calor». Claro, en Francia también es verano y sí, según sus referencias…
Toda mi ropa – la escasa ropa que pude llevarme- era veraniega: sandalias, faldas, mangas cortas… y hablamos de veraniega en el sentido de «verano que hace en Almería», porque, por más que una tenga vocación cosmopolita, soy en cierto modo una Paco Martínez Soria* de la vida con poquísimo mundo.
* Para no españoles (o para españoles muy jóvenes) Paco Martínez Soria era un actor que acabó representando al arquetipo de señor que nunca ha salido del pueblo y que de pronto, por razones que escapan a su voluntad, se ve desenvolviéndose en la gran ciudad como buenamente puede.
De este modo, con sustos– explicados en la anterior entrada- hasta el último momento, ese lunes dos de julio de 2012 a las siete de la tarde partí hacia Málaga, con la inestimable ayuda de mi billete mutante sacado de La Caixa*. Hay que decir que, por aquello de que una es muy despistada, procuré asociar todos los medios de transporte a la misma hora, de tal manera que yo salía de Almería a las siete, llegaría a Francia a las siete y también cogería el avión de regreso a las siete. Un modo de recordar cosas tan tonto como cualquier otro.
* Como cuando estaba con los preparativos del viaje andaba con mil agobios y medio, se me ocurrió la brillante idea de hacer algo que nunca había hecho: comprar el billete a través de un cajero de La Caixa para ahorrarme el desplazamiento a la estación. Fue muy divertido cuando el cajero escupió aquel billete mutante en el que no se especificaba cuál era mi asiento en cada uno de los recorridos. Me tocó llamar a ALSA (la compañía de bus) para averiguar cuál era mi asiento para luego descubrir que los conductores de autobús se pasan eso por el potorro (para ellos no tenemos asiento, así que nos instan a sentarnos donde nos dé la gana) y, de paso, aprovechan para vacilarte si te ven reclamando tu asiento a otro pasajero. Es verídico y además es cierto. Cosas de la gracia andaluza… aunque pasé de seguir reclamando cuando vi que es que realmente podía sentarme en donde me saliera del «arco de medio punto».
Como os contaba, llegué a eso de las diez y media de la noche. Málaga y Almería no están demasiado lejos, pero es sabido que no es lo mismo desplazarse en bus que en coche. Otra cosa muy graciosa (de esas que decimos que son graciosas y que luego no tienen ni puta gracia) es que Almería y Málaga no están comunicadas directamente por tren, pero el tema de las calamitosas comunicaciones de mi tierra daría para otro post.
Cené en casa de Rosana con ella y con su marido, Cristóbal (aunque él, técnicamente, había cenado) y estuvimos cotilleando sobre lo humano y lo divino, cosa inevitable en estas ocasiones.
Esta muchacha tuvo un gran momento, aunque no se dio entonces, sino el día anterior, charlando por teléfono. La chica tenía ganas de verme (y yo a ella, que conste) y le daba muchísimo apuro no tener una cama que ofrecerme, por lo que sólo podía dormir en el sofá de su sala de estar. Yo ya le dije por activa, pasiva y perifrástica que me daba igual, que yo me amoldo y que bastante favor me hacía dejándome estar de okupa cuando, espontáneamente, me dijo algo así: «Silvi, de verdad, que si quieres te dejo mi lado de la cama con mi marido y yo me largo al sofá».
Mi reacción fue algo como:» ¡Mujer! ¡Recuerda! ¡Ella nunca lo haría!» a la vez que su marido, que rondaba por el salón, la miró con cara de «Cualquier día me despierto en la cama con un negro al lado de los de tranca de dos metros».
Así que, como veis, fui buena chica, me conformé con el sofá y respeté al marido de esta amiga que de buena se pasa.
No dormí mal. Si me desvelé un poco debió ser por los nervios pre-viaje y por mi eterna guerra con el aire acondicionado; cuando está fuerte, estornudo y debo apagarlo, cuando no está y hace bochorno, me desespero y me siento obligada a ponerlo; pero, curiosamente, en el tiempo que duró mi viaje, a pesar de que estuve durmiendo poquísimo, jamás me despertaba con sueño. Imagino que eran mis ganas de no perderme ninguna de las experiencias que se me iban a brindar.
Cuando desperté, Cristóbal se había ido a trabajar y ella también tenía que salir. Me di una duchita, desayunamos y comentamos mi pequeño-gran problema con el equipaje. No sabía si ir sólo con la maleta, probar y, ya si no entraba en el cajón de Ryanair, volver y probar con la mochila o si ir directamente con las dos cosas para probar ambas. Del primer modo, podría zanjarlo en un viaje si tenía suerte… pero ganó la opción de ir con ambas cosas, porque la suerte y yo no solemos llevarnos demasiado bien.
Taxis para arriba, taxis para abajo, taxis everywhere*
* Broma que se repetirá mucho y que será explicada posteriormente. Por ahora os basta con saber que «everywhere» viene a significar «por todas partes».
Lo cierto es que podría haber cogido el autobús. No recuerdo si valía un euro o dos, pero siempre sale más barato coger un bus que tirar de taxis. Sin embargo, para dar tres viajes*, dado lo que tardan los buses y considerando que el tiempo vuela más rápido de lo que parece, no era practicable estar yendo y viniendo en bus cuando debía estar en el aeropuerto como muy tarde a las cuatro.
* Por si no os cuadran las cuentas: 1. Primer viaje: con la mochila y con la maleta, para probar cuál de las dos entra y con cuanto equipaje, aunque eso implique ir enseñando las bragas en medio aeropuerto; 2. Segundo viaje: regreso a casa de Rosana para soltar el equipaje que sobrara: si usaba la mochila, dejaba la maleta, si usaba la maleta, dejaba la mochila; 3. Tercer viaje: regreso al aeropuerto con el equipaje definitivo.
Una esperaba, ya que estos trayectos implicaban al aeropuerto, que estos trayectos fueran más caros de lo habitual; cosa que además se veía agravada por los atascos que se originan debido a las obras del metro, que según ellos se están haciendo eternas; deberían estar acabadas y, sin embargo, no esperan que estén listas antes del 2.300. Parece que por ahí hubo quien metió mano a los fondos de la ciudad, pero… ¿acaso eso es nuevo en España? así nos va.
Pues bien, la primera clavada fue de quince euros. En aquel instante me dolió. Rápidamente hice una cuenta: 15 euros x 3 viajes: 45 euros nada más que en ir y venir del aeropuerto. Recordemos que lo peor que me podía pasar si iba con mi maleta era que me obligaran a facturarla. La facturación supone 50 euros. Me temblaron las canillas. Se me cruzó el pensamiento de que podría haber sido más económico arriesgarme simplemente con la maleta de mi amiga, pero, claro, la penalización real no es de 50 euros, sino de 100, porque con esa maleta hubiera tocado ir y volver.
Además de la clavada, tuve tres sustos que no he de olvidar en esta narración, aunque el primero no merece ser llamado susto, lo cuento porque me resultó divertido. Me disponía a vagar sola por tierras bokeronas en busca de una parada de taxi cuando de pronto, haciendo un homenaje a los jugadores de Pokémon y a los lectores de Cuánto Cabrón, un nativo malagueño salvaje aparece. Silvia usó el ataque: «Por favor ¿me dice dónde está la parada de taxi?». Nativo malagueño ataca a su vez con el ataque REVUELTA, es decir: «¡Sí! ¡La parada de taxi está a la REVUELTA del hospital!».
Gente, ya sé que el buen hombre sólo quería indicarme que mirara en los alrededores del hospital, pero reconoced que suena a: «Tú le das una vuelta al hospital, no está, pero si le das una segunda vuelta al hospital, al más puro estilo andén 9 y 3/4… ¡la parada aparece!».
El segundo sucedió cuando, nada más llegar al aeropuerto, creí haber perdido el pasaporte; documento imprescindible en esta historia porque con él había comprado el billete así que con él me tenía que seguir identificando todo el camino. Por suerte sólo ocurrió que mis neuronas dieron fallo: andaba convencida de haber metido mi pasaporte en uno de mis bolsillos a fin de que no se me perdiera. Luego debí pensar que en el bolsillo corría riesgo de caerse, por lo que lo metí en uno de los bolsillos de la mochila y, claro, al llegar al aeropuerto, me quedé extrañamente con la idea de que el pasaporte había sido guardado en uno de mis bolsillos y se me había caído. Menos mal que el pánico no me duró más de diez minutos.
El tercero fue cuando creí que me había quedado encerrada en casa de Rosana, ya después de haber probado la maleta, haber comprobado que no entraba pero que la mochila sí y haber vuelto, cómo no, a la casa de mi amiga. Os lo explico. Para llegar a su casa hay que atravesar dos puertas. La primera, la del portero, que tiene más pinta de puerta de jardín privado que de otra cosa (ya sabéis, con rejitas) y, la segunda, que es propiamente la de la casa. Como mi amiga debió salir a trabajar y su marido ya se había ido, en casa sólo quedábamos su perro y yo. Imaginad cuando salí, con la feliz idea de que desde el pomo interior podría abrirse la puerta del portal, y descubrí que no.
Pensé que debía haber algún interruptor, pero no lo vi*. Nada alrededor de la puerta y, considerando los nervios y la prisa, me salía más a cuenta sacar el gadgetobrazo y tocar el portero desde dentro que ponerme a buscar dónde mierda se escondía el interruptor. No me hizo falta identificarme, un vecino de buena voluntad abrió la puerta sin mediar palabra pero, ante la duda, creo que hubiera contestado con un método infalible que abre muchas puertas (muchas más que empujar y tirar): «Soy yo». Una frase que, encima, responde totalmente a la verdad.
* Una semana después, cuando regresé, descubrí que si, simplemente, hubiera girado sobre mí misma 180 grados lo habría visto. Cosas que pasan.
Recapitulemos. En el primer desplazamiento pagué los citados 15 euros. Lo previsible es que los tres hubieran costado lo mismo, pero NO. El segundo me salió a más de 16 euros y el tercero, por aquello de los atascos, a 18 euritos del ala. Total: 49 euros. Vamos, como habría salido la primera facturación.
Y pensar que llegué a mutilar la maleta de mi amiga (momento en el que Jairo, su novio, se va a enterar de este detalle y se va a partir el pecho) porque, por evitar riesgos en el caso de que la maletita cupiera, corté la etiquetita en la que figuraban sus medidas reales. Chica prevenida vale por dos, aunque luego no sirvió de nada, acabé llevándome la mochila y medio equipaje se quedó en casa de Rosana.
Bueno, ya está bien por hoy. Sólo añadir aquello que justifica que en el título haya escrito la palabra «Sorpresa» y es que un día 10 de julio, como ayer, hace dos años, una opositora muy cabreada creó «Abajo las opos» con el fin de desahogarse y creyendo que aquel blog duraría lo que durara su enfado.
Y, sin embargo, aquí me tenéis, incluso aunque ya no me presente a oposiciones.
¡Feliz cumpleblog a todos!
Sí, la cancioncita más petarda que me acompañó durante mi trayecto en bus… ¡disfrutadla!
jajjajajjaj buenooooooo a verrrrr…..lo de prestarte tu amiga su lado de la cama pa mi que lo dijo de broma,pero al ver tu reaccion y la cara del marido siguió la cosaaaaaaa ahiiiii pa tocar lo webs jejjjeje.pues si,llegaste tarde y ya habiamos cenado pero y el peaso campero que te traje eeeeeeh? xdddd.
menos coña con la revueltaaaaaa ajjajjjaj ahi me ha dao algo de verdad…a ver….querria decir que estaba a revolver el hospital(la estoy liando mas?) ajjajjaja.el caso es que encontraste la parada no?pos ea.
el tema gastaera de taxi fue cabezoneria tuya,por que ya te dijimos que con lo que te iban a costar los 3 viajes que pensabas hacer podrias facturar la maletaaaaaaaaaa,pero buenoooooooomi sil tampoco es terca nooooooooo.
se te ha olvidao decir que por la mañana mientras desayunabas te llené la bañera con espumita con mucho amor.
te quiero everywhere,gracias por dedicarme tu post baby!!!!!!!!!!!!jijijiji
jajaja, ya, nena, pero me hizo tanta gracia que me ofrecieras a Cristóbal que eso tenía que figurar. Además, lo soltaste tan seria, que en el primer momento no parecía de coña xD
Del campero no tengo queja. Bien bueno que estaba. Y de la bañera tampoco 😛
Lo de la revuelta es pa reírse, te pongas como te pongas.
Lo de la gastaera es verdad que me lo advertiste, pero no pensé que fuera para tanto. Me daba más miedo coger el bus y equivocarme o acabar perdiendo el vuelo que la gastaera. Recuerda que vivo con el Factor Silvia a cuestas.
De todos modos, por lo que te comento en el post, no habría gastado 50 euros sino 100 (ida y vuelta) así que podría haber sido peor.
Yo también te quiero everywhere… ¡me alegra que te haya gustado el post!
jijijijijijiji lo de la mutilacion es barbaro, joer silvia te salia más rentable facturar la maleta jijijijiji, en fin lo importante es que llegastes y no perdistes ningun vuelo que eso con el factor silvia es algo a valorar.
Realmente la respuesta que acabo de dar a Rosana también vale para ti. Sólo añadir que la maleta no sufrió, la emborraché primero 😉
K dineral en taxis… No hay bus??? Y ademas rompistes la etiketa de la maleta de estefania!!!! Dios yo no kiero estar cuando se lo digas…. Jajaja es broma… Espero las siguientes partes pronto… Esto parece k va por fasciculos!!! Bss
Había, pero tardaba, y si una debe hacer tres desplazamientos largos contrarreloj… no podía arriesgarme a perder el avión.
Y, como le contaba a Jairo, os juro que la maleta no sufrió xD
Jajajajajaja Vaya dos! y cómo no se le ocurrió que fuera Cristobal el que durmiera en el sofá???? Nenas que la oportunidad de mandar al pariente al sofá no hay que perderla nuncaaaaaaaaaa!!!!
Muy divertida tu experiencia…. continuó el factor Silvia en el avión???? Darse un paseo contigo tiene que ser ¡la leche!
Un besazo y a lo mejor vengo después que tengo prisaaaaaaaaaaaaaaa!!!
Sí, yo nunca aburro 🙂 ¡a ver si un día nos tomamos una cañilla!
PD. Igual Cristóbal prefiere la compañía del negro a irse al sofá, nunca se sabe.
PD2. El Factor Silvia siempre continúa jajaja
jajjajjajjja ostras nievesssssssss po cucha que no ze me ocurrio pa na xd!!!!!!.sil is my friend everywhere asi que tendria que sacrificarme yo jajjajjajj
¡Es que Rosana es así de sacrificá! 😛
Paco Martínez… ??? De mis preferidas películas… De verdad… Jolin Que maja tu amiga mira que cederte a su marido jijiji Madre mia me alegro de haberte conocido porque eres peor que yo… Jijiji muackkk
¡¡¡Feliz cumpleblog!!! Es curioso, los esquimales tienen la costumbre de ceder sus mujeres a los invitados como muestra de hospitalidad. No sabía que en Málaga existiese la similar costumbre de ceder los maridos a las invitadas. Fíjate, dos sitios tan diferentes, y en el fondo tan parecidos…
Es lo que tiene la sociedad global 😉
Que chuli, pero como te enrollas niña. Madre del amor hermoso y aún no te has subido al avión. Esa Rosana no me dice a mí lo de su lado de la cama…jeje que peligro! Me voy al tercer acto de esta historia. Buenísima!
¡Por algo será! jaaja