¡Hola a todos!
Es gracioso que a estas alturas del curso pasado igual llevaba unos 50 capítulos escritos y ahora, sin embargo, voy por el tercero, pero como sé que sois conscientes de que mi ritmo de vida no es el que era el curso pasado, me perdonaréis que me esté tomando las actualizaciones del blog con un poquito más de relax.
Recordando lo que expliqué en el capítulo anterior, Prudencia se fue… coincidiendo con la hospitalización de mi madre, de tal manera que el primer día en el que se incorporó esta muchacha, a la que llamaré Cecilia por ser maestra de música, no estaba yo con ella, sino mi jefe que se ofreció gentilmente a sustituirme.
Cuando le comenté que mi madre estaba hospitalizada, me dijo que no me preocupara, que aunque no sabía muy bien cómo andaba la cosa a nivel legal (en otras palabras, cuántos días me correspondían según convenio por ingreso de familiar de primer grado) él me sustituiría, porque era una cosa de humanidad. Por tanto, me relajé.
Dos días después, recibí una llamada de teléfono de mi jefe. Parece que el nivel de filantropía en sangre había bajado, porque se puso a indagar y descubrió que sólo me correspondían dos días, por lo que me llamaba con el tiempo justito para que me incorporara a trabajar al día siguiente, como así hice.
Fue un trastorno avisar a la familia, ya sabéis que en estas ocasiones la gente organiza turnos para que los enfermos no estén desatendidos y, como se suponía que yo no debía ir al aula matinal, ya había pactado descansar esa noche y hacerme cargo de la vigilancia ese día por la mañana.
No os creáis que ganó mucho mi jefe. Mi madre falleció ese mismo día, con lo cual debió darme otra baja de dos días. Es decir, era miércoles, por lo que se me concedieron el jueves y el viernes. En un primer momento pensé que por fallecimiento me correspondían tres días, pero lo estuve preguntando y eran dos debido a que lo de los tres días se conceden cuando son consecutivos y al tener a continuación el fin de semana por delante, en realidad se puede decir que «descansé» cuatro… aunque en estas ocasiones no hay descanso: el miércoles y el jueves los pasé de velatorio y la misa y el entierro fueron el viernes por la tarde, así que para medio recuperarme de todo sólo tuve el sábado y el domingo. Y menos mal.
Cuando volví a incorporarme, no pude por menos que preguntarle a mi compañera qué se había hecho en el colegio durante mi ausencia. Fue divertido saber que nuestro jefe presentó el aula de la siguiente manera «Mira, te incorporas a un colegio que cumple bastante con la programación… pero estos días, como falta la otra monitora, simplemente nos dedicaremos a ir jugando con ellos y pasando el rato».
En conclusión, mi jefe hizo lo que se suele hacer en este aula matinal dado los recursos que tenemos, en otras palabras, mi jefe solito, al verse ejerciendo como monitor, hizo lo único realmente posible.
Incluso se puede decir que metió la pata, porque por aquellos días llovía bastante y por los propios niños me enteré que les dejó salir al patio un día que llovía suave porque tenemos prohibido sacar a los niños al patio cuando llueve. Y claro, es que no hay quien los soporte, pero hay que verse en situación para saberlo.
Por desgracia, en docencia es muy problemático que te sustituya un profesor que permita algo que te han prohibido. El primer día que me tocó aguantarles con lluvia después de mi incorporación, no faltó el comentario típico de «Seño… ¡el otro maestro SÍ nos dio permiso para salir un día que estaba lloviendo!».
La consecuencia última fue tener a más de veinte almas apegotonadas contra la puerta, gritando rítmicamente «¡Queremos salir! ¡Queremos salir!», a Cecilia mirando, sin saber muy bien qué hacer, y a mí frente a la puerta, comentando con tono socarrón: «La vida es dura, chicos… vosotros queréis salir, me parece bien, pero no podéis… y me da igual que el otro maestro diera permiso, pero yo no lo doy».
Ya sabéis, los chicos están viendo en televisión que la gente ahora reclama cosas saliendo a la calle y haciendo mucho ruido. Ahora es cuando les toca saber que hacer eso es completamente inútil.
Y si esta última observación parece política, es sólo pura coincidencia.
En otro orden de cosas, os estaréis preguntando cómo me llevo con mi nueva compañera… y es todo un tema, porque debo reconocer que no me cae precisamente bien y sospecho que es mutuo, pero estamos aprendiendo a tolerarnos… aunque debo admitir que en lo de caerme mal todo comenzó con una actitud que se dio la primera semana de mi incorporación.
Debo confesar que esa primera semana me estuve colando aproximadamente cinco minutos todos los días. Sólo cinco minutos. Baste decir que aquellos días yo estaba increíblemente molida porque, más allá del cansancio que llevaba acumulado, debí renunciar completamente a mis siestas matinales, porque se me iban las mañanas completas de abogados y papeleo. Es lo que tienen los temas de las pensiones y de las herencias; no he visto cosa más desagradable en este mundo.
Por cierto, ya que nunca se sabe cuándo alguien interesado en según qué información puede estar leyendo esto, yo con entonces 28 años (mayor de edad y con mis estudios terminados) y un progenitor vivo, no tengo derecho ni a pensión de orfandad ni a una ayuda que se llama favor de familiares.
La ayuda de «favor de familiares» se corresponde con esa asistencia que se da a los mayores de 25 que somos incapaces de sostenernos económicamente por nosotros mismos… siempre y cuando no quede ningún progenitor vivo, porque si queda un progenitor vivo se entiende que esa ayuda (derecho de alimentos) la proporcionaría ese progenitor.
En otras palabras, salvo cataclismo, nuestros padres tienen la obligación de cubrir nuestras necesidades básicas… sólo las necesidades básicas.
Una situación que es normal, justa y necesaria, ya que en una sociedad de otro tipo, casi cualquier persona de mi edad debería llevar años con solvencia económica, pero tal y como van las cosas, imaginaos la de gente que podría quedar bastante desasistida.
Por lo demás, no creáis que esta es una gran ayuda. El «favor de familiares» (cuya cuantía ignoro) sólo es de un año de duración.
Explicado esto, me tocó leer mucho y hacer mucho papeleo (y otras cosas que también me ocuparon la mente, el tiempo y las energías y no incluiré en este blog por demasiado personales). En consecuencia, apenas descansaba, así que bastante hacía con ir a trabajar, nunca me había visto tan saturada como en aquel momento de mi vida. Entiendo que un retraso era un retraso, pero no era tan imperdonable como para intentar sacarme los colores con apenas una semana de conocerme… y más sabiendo en qué circunstancias me había conocido.
No obstante, también entiendo que todo comenzó porque intentaron sacarle los colores a ella. Parece que algunos padres (de estos que se acostumbraron por culpa de mi primera compañera a estar esperando en la puerta diez minutos antes de su hora) la intentaron abochornar con un «ya vamos tarde a trabajar ¿verdad?». Y fue eso lo que la empujó a presionarme a mí.
En suma, que ella me reprochaba que yo llegara tarde, porque… ella también estaba llegando tarde.
Entendiendo esto, decidí hacerle una maniobra a la japonesa; aunque lo de «me arranqué un ojo por ver un tuerto» es muy español. Me propuse ser muy puntual, entendiendo puntual en un sentido que jode: llegar durante unos días sistemáticamente antes de la hora de entrada… sin llegar a las exageraciones de mis compañeras anteriores, pero casi. Y como esta medida me costaba un montón llevarla a cabo, comencé a programar mis despertadores entre las 6 y las 6,30 de la mañana.
Por tanto, si en la primera semana ella intentó sacarme los colores porque estaba llegando cinco minutos tarde, en la segunda quedó patente que por mi recién adquirida «puntualidad extrema» quedaba en evidencia que ella se retrasaba entre tres y cuatro minutos todos los días.
Al captar mi maniobra, porque tuvo que captarla, sin necesidad de que yo le dijera nada (hay silencios clamorosos) comenzó a adelantar su llegada al colegio (noté que para eso adelantó su reloj) llegando aquello a convertirse en un pique de «a ver quién es más puntual».
Dadas las circunstancias, que realmente estamos solas ella y yo, un poco de más tolerancia es muy buena para la salud, pero si toca ponernos cabrones, nos ponemos.
Quitando esto, todo bien, pero esto me pareció lo suficientemente relevante para que ella me cayera gorda.. aunque, por suerte, no veo que intente matarse a trabajar: ha tomado la costumbre de llegar al colegio con sus apuntes de alemán y se le van las mañanas estudiando, aunque hay que admitir que alguna mañana se han hecho actividades chulas en este tiempo.
Una fue dirigida por ella, que quería demostrar sus aptitudes pedagógicas ante mí introduciendo una actividad musical que no había por qué meter… aunque entiendo que la muchacha fuera vocacional y que se trataba del día de Santa Cecilia (patrona de la música).
Esa actividad es un canon, en este caso, el canon de la banana, que se divide en las siguientes partes:
One banana, two banana, thre banana, four banana
Banana-banana, banana-banana, banana-banana, banana-banana
One, two, three, four.
Cantar un canon consiste en que varios canten el mismo tema en el mismo tono, pero que lo hagan en un orden distinto, de tal manera que, por ejemplo, una persona pueda cantar la primera línea mientras otros están cantando la segunda.
La mejor aproximación es el vídeo que voy a dejar, aunque esta versión omite la segunda línea de este temazo:
Y hasta aquí el aporte didáctico de esta entrada. Fue divertido cantarlo con los niños, aunque necesitaron apoyo (una profe guiando para cada grupo) pero esto viene a demostrar una vez más que los niños, cuando les da la gana, son más capaces de hacer cosas de lo que parece.
Al día siguiente se me ocurrió traer el ajedrez al colegio. Esa idea ya se me ocurrió el año pasado, pero el niño rubio (el de los churros, que ya este año no está) monopolizaba el juego… así que yo no podía esperar que eso detonaría una moda que ya lleva dos semanas. Casi todos los niños se han picado a jugar al ajedrez y reclaman jugarlo a diario, hasta el punto de que lleguen a pedir no salir al recreo porque andan enfrascados en una partida.
¡En mi vida he visto niños más concentrados! ¡Ha sido un triunfo!
Pero como todas las modas pasan, habrá que encontrar algo para cuando se harten.
Con respecto a los niños, lo más interesante que puedo comentar es que dos de mis niñas de quinto han tenido una bronca muy propia de la edad del pavo por tierra, mar y aire o, hablando en plata, por patio, madres y tuenti. Madres ambas que tienen MI EDAD. Si no fuera triste, porque estas cosas siempre dan algo de pena, sería cómico; se trata de pequeñas reproducciones de las broncas absurdas que pueden darse entre adultos. Dos amigas muy amigas hasta que, a partir de cierto momento, una intenta manipular a la otra, la otra se da cuenta, comienzan a insultarse en persona y a través de las redes sociales, así como a manipular a las mutuas amistades y a utilizar como peones a sus respectivas madres que, cómo no, dan ciegamente la razón a sus hijas sin necesidad de más... llegando a demostrarlo a través de una discusión, supuestamente adulta, enfrente de la puerta del colegio a la vista de los críos. Olé.
Más de dos mil palabras después, sólo queda añadir que ya se resolvió lo del chaleco (Prudencia dejó el suyo en el aula y a la compi nueva le dieron otro), que, después de la gentileza que demostró mi jefe no deja de ser divertido que luego me pidiera que mintiera al inspector si venía haciéndole entender que estamos recibiendo una formación que no estamos recibiendo (cosas que una debe hacer si quiere conservar el trabajo que tiene), que este mundo es un pañuelo (la limpiadora de mi portal resultó ser la abuela de dos de mis alumnos, cosas de vivir en Almería) y que… ¡ya sólo quedan ocho días de trabajo!
No es que esté loca porque lleguen las fechas navideñas, de hecho les tengo bastante miedo dadas las circunstancias, pero… la verdad es que me apetece descansar un poco del cole y de niños.
Próximamente (aunque no sé en qué orden):
- Anécdotas del puente de la constitución.
- Anécdotas referidas a mis otras fuentes de ingresos.
¡Nos leemos!
K graciosos los chavaliyos!!! Ya haciendo manifestaciones… espero k escribas mas amenudo… se te exa d menos!!! A ver cuando nos vemos y nos ponemos al dia… bss wapa
En Navidad me quiero ir poniendo las pilas, aunque el ritmo de antes no puedo mantenerlo, pero intentaré enmendarme, prometido 🙂
Hola guapa, lo primero decirte que siento muchisimo lo de tu madre no quise comentar nada antes pq no sabia ni ue decirte, me parece una situacion muy dura como para hacerlo en el blog por eso te llame, se ve que eres una buena niña, no te compliques haz tu trabajo y a Cecilia que le den jijiji si le caes mal es pq es tonta pq tu eres un sol muackkkkkkk
Ya lo sé, no hacía falta que escribieras nada, te tomaste la molestia de hablar y charlamos directamente 🙂
Muchas gracias por los ánimos. Yo ya me he ido adaptando, esta chica me jorobó más la primera semana, luego ya tocó ir pasando, no sin antes darle cierta lección acerca de lo bonita que es la convivencia.
¡Un besote, majísima!
Como dicen en mi tierra: SEN TEMPO NON ERA!!
Pero bueno, se ve que vuelves muy bien 🙂
Ánimo y besos!
Volvemos como podemos y seguiremos volviendo 🙂
¡Muakis también para ti!
¡Se te rebelaron! pero bueno, les educaste, así que muy bien 😉
Un besazoooo 🙂
Les tocaba un baño de vida real ese día.
¡Otro beso para ti!
silvia con paciencia todo entra decia mi abuela y seguro que la compi nueva acaba entrando 😉
Ante esa gran frase, Jairo (pues las frases de las abuelas son todas irrefutables) sólo queda preguntarse… «¿por dónde acabará entrando?» xD
Ya sabes cómo es esto,. que nos sabremos tratar no lo dudo, pero que me caiga bien ya es otra cuestión.
¡Un abrazo!
Si si, muy chula la entrada, pero ¿Y la pelea de las madres en la puerta del cole?¿Cómo acabó?¡Qué infierno de vida a veces!
La verdad que hace falta valer y tú vales.
Silvia, cariño, pasa estas Fiestas como mejor puedas y espero que tengas muchas suerte en la vida y que te haga feliz.
Besos.
Muchas gracias, Lola, eres un primor. Las Navidades no están siendo tan malas como cabría esperarse. Es momento de ser agradecida con la gente que me quiere y que pelea para que mi ánimo no decaiga.
Un besote, guapísima, que tengas un genial 2013