¿Recordáis aquello de que en Navidades me iba a dedicar a escribir?
Os mentí vilmente. Me dediqué a socializar. Eso que no suelo hacer por las tardes porque tengo clases particulares… aunque en estas navidades también las estoy teniendo, eso sí, por la mañana.
Creo que sobre las clases particulares de este año no os he contado nada o casi nada. Tengo dos alumnos: una chica con un retraso mental leve a la que llevo desde principios de curso y que hay que decir que ha aprobado todo, así que, contrariando mis intereses económicos, le he dado vacaciones estas fiestas, y un chico que tiene a sus padres comiendo de su mano. La madre enganchada a los ansiolíticos porque él suspenda y que no se reprime a la hora de manifestar su grado de ansiedad delante del niño (en el intento, supongo, de que se sienta culpable) y el padre discutiendo con la madre acerca de cómo educarlo y cometiendo el clásico error de tratar al niño como si fuera su colega.
A todo esto, el niño es muy inteligente, que para eso tiene una tía psicóloga que ya se ocupó de pasarle pruebas y de dejar claro que, aparte de que no es tonto, el chiquito resulta que es bastante más capaz de la media, aunque sin llegar a la sobredotación.
Eso sí, su motivación anda por los tobillos y como han intentado castigarle muchas veces, se ha hecho inmune a los castigos. De tal manera que cuando su madre le dice cosas como, por ejemplo «Si no acabas los ejercicios, no sales a la calle» su respuesta es un «vale, pues no salgo». Tiene bastante resistencia psicológica y sus padres están bastante asombrados por lo «duro» que es o, al menos, que parece.
En mi humilde opinión, esto es un escudo mezclado con la pereza y la rebeldía propias de la edad. Al principio los problemas de este chico se restringían al inglés, donde padece un problema de falta de base. Es más cómodo que se vea que suspendes porque no estudias que quedar mal al suspender tras estudiar. Por tanto, lo que ahora necesitaría es un éxito y algunas condiciones: padres que no se descontrolen ante el niño, padres que se muestren de acuerdo entre ellos a la hora de educarlo (él juega con esas fisuras), un estilo algo más directivo pero también más basado en los incentivos que en los castigos.
En fin, se me está haciendo pedagógico esto… muchas vueltas para contar que me está viniendo este chaval y que en enero es posible que comiencen a acudir tres alumnos más: dos de una empresa de seguridad muy conocida de Almería (queda cerrar un par de detalles, pero hay muchas posibilidades) que quieren mejorar su inglés y una chica que vendría a mi casa para que le eche una mano con el examen de secundaria para adultos.
Otra cosa que me he dedicado a hacer estos días es ir mejorando mis intentos culinarios (o atentados culinarios, según se mire). Después de mis diversos experimentos con el arroz, del que hablé en alguna entrada anterior, he de decir que ahora sé hacer espaguetis (otra cosa es que me falle el sofrito, por aquello de que pelar cebollas se me da verdaderamente mal) y más o menos me van saliendo los huevos fritos, más allá de que me toque perfeccionar eso a lo que llamo «ovosalto de altura» (le tengo demasiado miedo al aceite caliente) y que, a fin de no enfrentar mis miedos, haya aprendido a hacer HUEVOVNIS *1.
¿Qué es un huevovni, os preguntaréis? Pues viene a ser lo que me sale cuando intento probar a hacer huevos fritos en el microondas. Según los trucos que vienen en Internet, si coges un huevo, lo cascas en un platito, le echas una cucharada de aceite y una pizca de sal, agujereas un poco la yema (para que no explote) y lo metes en el microondas a temperatura máxima durante 35/40 segundos, te sale algo muy parecido a un huevo frito, aunque realmente parezca más un huevo a la plancha.
Sucede que yo también me he educado en la creencia de que los huevos explotan dentro del microondas y, en lugar de coger un plato, he cogido un bol de los de cereales. Así, si salpicaba, era menos grave. También así descubrí que quizá debería haberlo metido menos tiempo, porque la yema me salió completamente solida (aunque todo bastante bueno y comestible). Eso sí, lo divertido era la forma: el bol hacía efecto de molde, por lo que la yema del huevo se fue al fondo y tomó la forma del bol. Al sacarlo del recipiente y volcarlo sobre el plato ¿qué quedó? Pues un huevo a la plancha con forma de platillo volante, en resumen, un huevovni.
Otra de mis ocupaciones navideñas ha sido decorar mi casa de muy singular manera. Preparé con ayuda de mi hermana y un compi de piso un árbol con sus bolicas de colores, un belén un poco friki, una lámpara con colgajos y espumillón y, he aquí lo más homemade, en palabras de mi amigo Reverso Oscuro, con papel de colores hice unos recortables que simulaban pinos navideños y copos de nieve. Eso no salió por sí mismo de mi mente maquiavélica, debo reconocer que me lo enseñó Cecilia, mi nueva compañera del Aula Matinal, porque dedicamos la última semana de clase a hacer recortables varios con motivos navideños para decorar el comedor… y me pareció mono. Es una de las cosas buenas de tener un espacio propio: puedes llenar las paredes de recortables de colores si te sale de las narices.
Dentro de lo que han sido mis escasas incursiones en el mundo de los vivos*2 hay dos anécdotas que me apetece contaros, porque además sirven de homenaje a las niñas (¡Juani, Lore y Estefi!) y a Jairo. Veréis, días atrás tuve una reunión tipo «La gran familia de Carlos IV» . Se reunían mis ex compis de escuela con sus barrigas respectivas (dos de ellas están MUY embarazadas: una dará a luz en enero y la otra en febrero) y sus parejas respectivas. Por tanto, era una reunión de cuatro mujeres, tres hombres y dos bebés en proceso de coción. Hacía mucho tiempo que nos veíamos, pero la crisis es muy mala y la gente no tenía ganas de gastar, por lo que decidieron irse a un buffet libre oriental. Afortunadamente (o quizá no) caí en la cuenta de que yo ya conocía aquel lugar y que, tras mi única visita, todos los que me acompañaban y yo misma acabamos recorriendo el maravilloso camino de la indigestión (dolor, diarrea, vómitos, una cosa agradabilísima).
Cuando las alerté del tema, las amigas optaron por otro buffet libre de las mismas características que, al menos, tenía la incuestionable ventaja de que ya era conocido y jamás habíamos experimentado una intoxicación en él. Otra cosa es que no nos hubiéramos quedado cerca: el pescado y el marisco sabían raros, chiclosos; no era tan fácil coger lo que quisieras como te lo pintaban porque te ponían como condición comerte toda la comida del plato (si te dejabas restos, cobraban más caro) y también te exigían que no te llevaras comida del restaurante para su casa, así que nada de guardar comida en el tupper – que sepáis que en nuestro bonito idioma a ese artefacto se le llama fiambrera
Así que al final (aparte del esfuerzo de mover el culo para coger la comida, yo, la verdad, si voy a un restaurante prefiero que me la sirvan) ni salió tan barato ni nos gustó la comida, aunque sobre todo renegaron las parejas de las niñas mientras la restante se partía el ojal en cuatro pedazos y las otras dos chicas renegaban «la próxima vez escogéis vosotros el lugar» mientras el marido de una de ellas tenía el bonito arrebato de decirme «ey, este sitio lo elegiste tú ¿verdad?» en tono de reproche cuando lo que hice fue librarles de otro peor. Seguro que si se llega a estar cagando de verdad, se queja menos. Si es que las personitas nos quejamos de vicio.
No contentos con esto, decidimos tomarnos «un algo» después de comer y decidimos entrar al bar de al lado. Jairo y yo osamos pedir un «bombón batido con hielo» y nos pusieron un batido de chocolate con un vaso con cubitos de hielo. Nos reímos y nos lo bebimos: el día venía como venía y lo importante era tomárselo filosóficamente y alegrarse por la reunión.
Aunque impactante de verdad fue mi salida con Estefanía (una de mis ex compis de colegio y novia de Jairo). Habíamos quedado en ir de kalimotxos (sí, esa mezcla de refresco de cola y vino que sólo toleran bien los muy jóvenes pero que tiene la virtud de ser apta para todos los bolsillos) pero aparecimos en un concierto flamenco en el que nos dieron un recital de Villancicos de la zona de los Vélez. Jamás imaginé que cada región de Almería contara con villancicos propios. Seguro que hay un tema de copypaste de fondo que no quieren reconocer. Yo he de decir que respeto mucho el folclore; cualquier cosa que es nombrada patrimonio cultural debe ser respetada, pero para mí siempre ha tenido más de alaridos de dolor con vestidos horteras, zapatazos y voces horrorosas que de arte, pero como veis soy muy amoldable a la hora de salir. Es así como se tienen experiencias interesantes.
Pasados los diez minutos, abandonamos el concierto. Total, era gratis. Y nos decidimos a la parte interesante, las cervezas, que, en palabras de Estefanía «las pedimos en tubo ¡como los hombres!». Una exclamación que me hizo gracia: pues yo, sin ánimo de parecer una alcohólica, bebo más que bastantes hombres que conozco. Una vez nos forramos bien el estómago nos dispusimos a ir a Porrón, un antro que no creo que haya almeriense que no conozca. Todavía ahí había elementos de nuestra edad, aunque lo más normal en el ambiente nocturno del centro de Almería es ver o a menores de 25 o a mayores de 39.
Entonces mi amiga encontró a dos conocidos de sus años del instituto. Debían tener unos 33 años. Ambos casados. Ambos con hijas de meses. Ambos planteándose comenzar con sus respectivos divorcios tras cinco años de matrimonio y a saber cuántos de relación. Uno porque su mujer es alcohólica. El otro, porque su mujer no se despega de las faldas de su madre, por lo que está completamente manipulada, y porque tiene la sensación de que le tiene más apego a su dinero que a él.
Lo flipé. No acabo de asumir que mucha gente de mi edad está casándose, embarazándose y pagando una hipoteca (pensad que yo vivo como una zagala, recién comencé a compartir piso, estoy aprendiendo a cocinar, soy un desastre para lo doméstico y siento que mi porvenir sigue siendo un misterio) cuando me toca encajar que gente muy poco mayor que yo, gente que podría pertenecer a mi círculo de amigos perfectamente, ya están comenzando los procesos de divorcio.
Así encaja todo. A partir de los 25 la gente comienza a casarse, hipotecarse y copular. En torno a los 30 ya la gente tiene ya al bebé encargado o poco le falta. Entre los 33 y los 35 se están divorciando y para cuando vienen a tener:
- Las deudas pagadas o casi pagadas.
- La situación económica más estabilizadas.
- Los niños un poco criados.
Es entonces cuando vuelven a salir a la calle a reventar las pistas, ellas con sus tacones de diez a quince centímetros que yo no tengo valor de llevar porque me abro la cabeza, ellos con sus aires de buitre de cuello pelado que parten en pos de la caza del conejo. Cuando macho y hembra se juntan se pone de manifiesto el rito de cortejo del momento: las infumables clases de salsa a las que se ha apuntado todo el mundo. Y es que se nota un montón la diferencia entre quienes simplemente van a divertirse y a dejarse llevar por el ritmo y quienes llevan muchas horas ensayando ante un espejo y contando sus pasos, aguardando la hora de su exhibición.
Es la segunda adolescencia, con mucha más pasta para disfrutarla que la primera.
Eso fue lo que vimos cuando abandonamos Porrón (no me apetecía convertirme en Puré y los tecnovillancicos no me motivan a bailar) y nos animamos a meternos en Premium. Todos tan divinos, tan dispuestos, y yo en vaqueros y deportivas, con dos ovarios bien puestos, aunque feliz y a mi rollo. En estas se nos acercó uno de estos buitres de cuello pelado para abordar a mi amiga con una invitación a bailar que ella rechazó con una excusa bien exótica que debió sonarle más educada que «no me da la gana» o «podrías ser mi padre, busca a alguien de tu quinta»: «Ay, lo siento, es que me da vergüenza, hace mucho que no bailo con un hombre».
Claro, ella diciendo eso y yo… ¿cómo coño iba a aguantar la risa?
En fin, fue salir y nos sellaron, como si acabáramos de fichar en una secta y quisieran tenernos controladas. Afectadas por la cerveza y el vino, nos desahogamos con el taxista, narrándole nuestras penas. El hombre se reía y nos daba la razón. Según él, hacía cuatro años que no pisaba los garitos ante el temor de encontrarse a su madre de fiesta. Aquello fue como para decidir acostarnos y decidir que de ahora en adelante nos entregaremos a la bata, las zapatillas y los juegos de mesa.
Por cierto, los juegos de mesa son uno de mis descubrimientos de este año. Jamás me había dado demasiado por ellos y ahora resulta que me encantan. Si es que se lo pasa mejor una en su casa, con amigos, que pingoneando por ahí. O será que me estoy haciendo mayor. ¡Leches!
No obstante, he hecho el esfuerzo de arreglarme para Nochevieja, por aquello que quiero que este nuevo año me pille mona. La Nochevieja del año pasado fue muy triste. Mi madre estaba muy enferma, aunque aún no sabíamos lo que tenía. Las navidades las pasó con muchos dolores. Casi no se toma las uvas, porque no era capaz de salir de la cama. De hecho, decidimos no hacer una cena, por lo que acordamos hacer una comida con mi abuelo el día uno. Habrá quien incluso recuerde que el uno de enero empecé con mi ex y que este cambio de planes (cambiar la cena por una comida) desencadenó que mi ex fuera oficialmente presentado a mi familia cuando nunca antes había presentado a una pareja. Dentro de lo tristes que fueron aquellas fiestas (¿quién me iba a decir que serían las últimas con mi madre?) aquella anécdota con mi ex le dio el toque de humor a la cosa.
Este año estamos celebrando las fiestas con la familia de uno de los hermanos de mi padre. Debo confesar que al principio no me entusiasmaba mucho la idea, no por nada grave, sino porque no habíamos mantenido apenas relación en muchos años. Luego lo pensé mejor y decidí que era más agradable estar cenando con mucha gente en un buen ambiente que encerrados en la casa familiar, desmotivados y comiéndonos la cabeza. Así celebramos la Nochebuena y con ellos volveré a cenar esta Nochevieja.
Luego intentaré salir por ahí a darme una vuelta, hay varias ofertas pero ningún plan demasiado claro. Es cierto que estos días me ha invadido un poco la apatía. No sé qué quiero hacer en el 2013 y eso que me he pasado varios días leyendo listas de buenos propósitos en Facebook. Quizá retome mi vida por donde se cortó y rescate aquellos planes que tenía previstos para 2012 y que se truncaron.
Al menos, toca ser sincera conmigo misma y decir que si no me importara mi entorno, no me fue tan mal. Perdí una pareja, pero ahora tengo otra con quien estoy muy bien y he superado la cifra negra de que todas mis relaciones se autodestruyen a los 3 meses. Superé también aquella maldición que me gafaba todos mis intentos de salir de España con mi viaje a París. Logré emanciparme, vale, compartiendo piso, pero era algo que deseaba hacer desde hacía años. Estoy aprendiendo a cocinar que, aunque parezca una estupidez, para mí era un handicap que ahora está más cerca de ser superado. Si no fuera por esa pérdida (la más grave que podría tener, eso sí) pero, si no fuera por esa, este año podría haber sido considerado un buen año. Ahora sólo puedo considerarlo un año asquerosamente pedagógico. Ya sabéis, el Señor nos manda pruebas para que luchemos, nos hagamos fuertes y aprendamos, al menos eso creía mi madre. Yo de vez en cuando le digo al jefe, si tiene a bien hacerme caso, que me apetece hacer menos exhibiciones de fuerza y no aprender tanto, por aquello de poder relajarme un rato y disfrutar de los éxitos en condiciones.
Pero nunca se descansa en esta vida, nunca. Descansar de una actividad es meterse a hacer otra.
Por otro lado, siempre he tenido la creencia de que mi vida se organiza en miniciclos de tres años y maxiciclos de seis. A los seis años vine de Bilbao. A los doce cambié de escuela, lo que dio paso a una depresión adolescente y a una época muy mala de mi vida. A los 18 cerré mi etapa en el instituto (que se dividió en un miniciclo malo y otro muy bueno) e inicié mi etapa en la universidad. A los tres años acabé mi primera carrera. A los seis tenía la segunda, un máster y mi primer intento de opositar, que supuso para mí mi entrada en el mundo. Durante la universidad el mundo era fácil, seguía unas reglas, si estudias, apruebas, si suspendes, puedes recuperar… unas reglas que te dejaban al margen de toda incertidumbre mientras haya un curso después del otro. Por eso, la etapa que se inició a partir de los 24, marcada por mi encuentro real con lo duro que es el mundo al intentar introducirme en el mercado laboral, ha llegado a ocupar muchos años de mi vida. Vale que a los 26 logré mi primer trabajo (trabajo que no consistiera en una beca ni en unos ingresos en negro, trabajo en el que se cotiza a la Seguridad Social) pero todos sabéis que con ese trabajo no logré la autosuficiencia. Es, de hecho, el trabajo actual que tengo a mis 29 y, si me permite pagar un alquiler, es porque lo complemento con las clases particulares y con lo de negra académica.
Pero si hacéis cuentas 24+6= 30. En 2013 cumpliré 30 años y tengo motivos para pensar que termina una etapa muy dura, por lo que me voy a permitir tener esperanzas de que ahora viene algo mejor porque toca, porque lo merezco, porque me lo he ganado.
Así que con agradecimiento a todos mis lectores por seguirme a pesar de lo maltratados que os tengo con mis escasas actualizaciones, así como a esos seres queridos (ellos saben quiénes son) que han sabido apoyarme en los malos momentos y darme fuerzas para seguir adelante, haciendo acopio de fuerzas y esperanzas para enfrentarme al futuro, os deseo a todos un magnífico 2013.
¡Se os quiere!
*1. Si os apetece, en una próxima entrada adjunto las fotos de mis desastres culinarios, las decoraciones navideñas y todo lo que os apetezca. Pasa que como siga escribiendo voy a llegar tarde a la cena y, además, esta entrada me ha quedado demasiado larga 😉
*2 Aclaración: Mi compañero de piso tiene un amigo que viene mucho a casa. Ese amigo resume la vida en trabajar, salir de fiesta, comprarse ropa cara y follar mucho. Todo lo que sea leer o ver vídeos le aburre. A las primeras actividades las incluye dentro de su concepto de la VIDA. Por deducción, las restantes pertenecen al campo de la NO VIDA. Según sus criterios, eso me convierte en un zombie. Por ende, mis incursiones en el mundo de los vivos excluyen la ropa cara, porque no estoy para lujos. Además, no sería capaz de irme a otra ciudad porque en la tienda de mi ciudad ya no existe la camiseta que yo quería en el color que la deseaba. Este chaval sí que lo hizo.
Nunca son demasiado largas tus entradas. Me ha parecido graciosa y emotiva. Una entrada peculiar en la que te abres nuevamente, de corazón, a todos tus lectores. Me encanta tu forma de narrar. Describes todo muy bien…feliz año 2013, compi.
¡Feliz 2013! ¡Qué pedazo de jamón hemos estrenado hoy!
Vaya, qué rico está y no lo he estropeado!
Me la he leído de principio a fin.
Me quedo con estas frases:
«Pero nunca se descansa en esta vida, nunca. Descansar de una actividad es meterse a hacer otra.»
«En 2013 cumpliré 30 años y tengo motivos para pensar que termina una etapa muy dura, por lo que me voy a permitir tener esperanzas de que ahora viene algo mejor porque toca, porque lo merezco, porque me lo he ganado.»
Ojalá se cumplan todos tus deseos.Feliz año 2013.
Un gran abrazo
¡Muchísimas gracias, Chary! ¡Mis mejores deseos para ti también! 🙂
jijijiji me parto silvi, consejo de jairo, los huevos en la sarten hacen que salte el aceite a mayor altura en proporcion de la distancia que los lances, prueba a romper el huevo y a echarlo cerca del aceite y nunca te quemaras jijijiji es cierto, bueno lo de el bombon batido increible esa gente no es de almeria seguro jijijiji nada que feliz año silvia y a disfrutar.
Isabel ya me lo dijo, hay que echarle valor y probarlo 😉
¡Qué cosas nos pasan! ¡Nos vemos pronto!
Yo sí quiero ver esas fotos de huevovnis y demás 🙂
Próximamente habrá que publicar una entrada extra con las imágenes complementarias 😉
Te busqué por todas partes en la blogosfera y no te vi en ningún lado. No sé de ti desde que te ibas a Dublin. Por mi parte, el final del año fue muy malo, pero para eso está el nuevo año: para ser mejor que el anterior. Vine a desearte un buen año y una buena vida. Te abrazo.
Tania, me alegra mucho leerte. Siempre seguí por mi blog y por mi Facebook, pero me he retirado de los foros. Hace demasiado que no escribo poesía ni ficción, pero al menos no he dejado de escribir. Contrariamente a lo que podría parecer, desde que comencé este blog escribo con más frecuencia que nunca. Creo que nos debemos un correo para ponernos al día de nuestras respectivas novedades. Intuyo en tus letras que tu año no ha sido tan diferente del mío como podrías pensar.
Un abrazo fuerte.
Amiga:
Quise abrirme al mundo y supe que el tenía demasiadas puertas para usar la misma llave, hasta que conseguí la única que podría abrir todas sin problemas, porque era la llave maestra e única que no nos debe faltar ni nos fallará nunca; desde entonces sé que mi corazón sabe perfectamente las claves e intuye quien me quiere y recuerda con verdadero cariño. Gracias amiga, esa llave siempre será la que una a muchos seres humanos mientras vamos de camino; ninguna puerta se nos resistirá mientra se llame Amor. Gracias por estar allí al paso de mi realidad por este mundo. Mis buenos deseos por este Año Nuevo que se inicia. Salud para disfrutarlo. Gracias por darme a conocer tanto de esa realidad profesional y de tus inquietudes personales. Eres especial y te deseo suerte en este 2013 que se inicia.
Elisa
¡Qué felicitación tan bonita, Elisa! ¡Y qué alegría verte por aquí! También te deseo un año estupendo, aunque sospecho que lo hago con mucha más parquedad y menos arte que tú.
Un abrazo enorme.
Pues mira, ésta vez coincidimos menos. Yo he dedicado estos días a escribir y no he socializado nada de nada. No sé si he hecho bien. Sea como sea, que tengas un 2013 mejor que el pasado.
Pues si era lo que te apetecía, has hecho bien. Ya te digo que yo, normalmente, con mi horario no puedo socializar. Aunque también te hago una confesión muy discreta: este 2013 me propongo que sólo estaré con quien me apetezca verdaderamente estar. Vuelvo a mi infancia y a mi adolescencia, a esas épocas en las que renegaba de las relaciones vacías y sólo quería tener vínculos importantes. La edad me hizo descubrir el valor de esas relaciones que, siendo ligeras, son agradables e incluso, por mal que suene, útiles. No es que vaya a «desaprender» lo aprendido, pero cuando no te sientes del todo bien, todas esas relaciones se van al carajo, porque no las soportas, y retornas a los vínculos esenciales.
Qué rollos te suelto siempre, chiquillo.
Gracias por tus buenos deseos. Feliz 2013.
No sabía que tienes dos carreras, eres una trabajadora nata que lo has demostrado con el no parar que tienes y por tu dedicación siempre a todo y a todos, deseo de corazón que venga tu recompensa por parte de la vida que si que la mereces pero ya que venga con intereses.
Como adivinarás me quedo esperando esas fotos de tus huevovnis y demás exquisiteces junto con la decoración.
Mucha suerte, salud, amor, compañía, felicidad y buena economía para el 2013.
¡Felices Reyes!
¡Qué bonica eres! Perdona la tardanza, me fui de viaje unos días… y así fue como se me acabaron las vacaciones.
Tengo que cumplir con mi palabra y subir la segunda parte de esta entrada. Llegaron nuevas complicaciones a mi vida, pero sacaré hueco para hacerlo.
Besote enorme.
¡¡Feliz 2013!! Yo últimamente tampoco tengo mucho tiempo, pero leo todo lo que escribes. Me alegra que hayas superado la barrera de los 3 meses con tu pareja, y de que sigas independizada aunque sea pasándolo mal por el dinero. Creo que retomar aquellos planes que tenías, y que tuviste que dejar aparcados por la enfermedad de tu madre, sería una buena idea para este año 2013, especialmente ahora que estás aprendiendo a cocinar y ya no corres el riesgo de envenenarte a ti misma con tu propia comida. Entonces… ¿Has superado ya el nivel «se me ha quemado la ensaladilla rusa»? ¡Yo quiero ver fotos del «huevovni»!
Estoy en el nivel «hago pasta, hago arroz, intento hacer huevos fritos, no me compliques que sólo pasé del nivel cero al uno» jaja
Sí, creo que ese es un buen plan, pero antes toca resolver ciertos temas. A ver cuándo charlamos.
¡Muakis!
Eres genial, y fuerte, sin duda.
A la cocina se le coge rápido el tranquillo, y a partir de los 30, llega una época bien bonita de madurez, te lo digo yo que recién cumplí 31.
Bueno, ya lo iremos viendo. Gracias por tu amistad y por la buena consideración en que me tienes.
Un beso grande