Viaje a Roma [anécdotas] CAP 2


¡Ave pajarracos!

Al día siguiente me desperté en torno a las 6.00 de la mañana. Vamos, como si fuera a ir a trabajar. Afortunadamente la parte positiva del asunto es que tengo el cuerpo hecho y la parte mala es que jode increíblemente madrugar tanto cuando una madruga tanto a diario. Noel andaba empeñado en que era la única manera de que nos diera tiempo a ver bien los monumentos… y lo cierto es que, despertándonos a las 6, entre que salimos de la cama, nos vestimos, bajamos a desayunar, comenzamos a andar y llegamos al Coliseo (primer destino) eran entre las 8 y las 9 de la mañana.

Gracias a eso nos libramos de las colas. No os extrañe que alrededor de semejante monumento (una de las cosas más impactantes que he visto en mi vida) hubiera una cantidad bárbara de vendedores de entradas «piratas» que, por el doble o el triple de su precio, pretendían «ayudar» a la gente a evitar las colas o, en otras palabras, exprimir hasta el límite a los turistas más incautos.

Ya en el primer trecho hasta el Coliseo descubrí unas cuantas cosas interesantes sobre Roma:

  • Es una ciudad llena de adoquines y escaleras. Al principio ni se notan. Al final, cuando llevas muchas horas andando, te dan ganas de quitar todas esas piedras del suelo y practicar lanzamientos olímpicos con ellas.
  • Hay muchas mujeres pequeñitas, oscuras, arrugadas de extraña y colorida vestimenta que piden por las calles. Para mí quedará la duda (espero que alguien me la resuelva) de si son rumanas, turcas… ¿gitanas tal vez? no lo sé, pero estaban por todas partes.
  • También hay mucho artista urbano. Sobre todo, pintores y mimos. Los pintores eran coherentes con su contexto, retratando esos espectaculares monumentos para quien quisiera llevarse un recuerdo. Los mimos, sin embargo, se me antojaron bastante más ilógicos. Encontré a uno que, en la zona circundante al Coliseo y al Palatino, se exhibía vestido, nada más y nada menos, que de momia egipcia. Aunque el colmo eran dos fulanitos muy extraños, uno sentado en el suelo y el otro, como si fuera una marioneta, sostenido por el anterior mediante un palo que tenía incrustado  en el ano, «que es el culo en castellano»  o, al menos, eso parecía ante cualquier observador. Y el de arriba ni se meneaba, eh. Estará tan harto de la pose que lo tendrá de acero inoxidable, digo yo.
  • Y turistas, muchísimos turistas, y una buena cantidad de ellos son adolescentes. No me extraña, debe ser el lugar ideal de viaje de estudios para cualquier adolescente europeo… salvo, cómo no, para un romano. Me pregunto si ellos valorarán su patrimonio, teniendo en cuenta la tendencia general a valorar siempre más lo propio que lo ajeno.
  • Los grandes monumentos están rodeados por puestos de comida. Obviamente la comida no es muy buena si hablamos de la relación calidad- precio, aunque seguro que es más económica que la que se ofrezca en los locales colindantes a la zona monumental. Sobre todo, eran árabes vendiendo pizzas y helados, aunque me sorprendió (y gratamente) encontrarme con un puesto en el que lo que se vendían eran frutas, ofrecidas además de modo muy atractivo, como si vendieran golosinas. Eso es algo que me encantaría ver en España. A mí desde pequeña me gustó siempre mucho la fruta y, sin embargo, mis alumnos del aula matinal son en su mayoría incapaces de probarla. Así vamos todos, para obesos.
  • Pero si queréis helados, pasad de estos puestos,  merece la pena ir a una «Gelattería». Quien sepa italiano que me disculpe; intenté traducirlo en Internet y la red se negaba a traducir «Heladería» al italiano. Pues lo dicho, id a una heladería de las de verdad, porque si hay algo impresionante en Italia (al menos, entre lo que he tenido la oportunidad de catar) son los helados, unido a la pizza de berenjenas. Hay de muchísimos sabores. Os animo a probar los que os parezcan más extraños, suelen ser los más ricos. Noel, acabó admitiendo que, cuando se trata de azar (elegir cosas que no sabemos cómo van a salir), mi criterio solía ser mejor que el suyo: siempre me llevaba los helados y trozos de pizza más ricos. Y eso se debe, simplemente, a que suelo animarme a probar los sabores que no conozco.

Luego descubriría más cosas, pero intentaré respetar más o menos el orden en el que vivimos las cosas.

La entrada a la zona del Coliseo- Palatino es, directamente, de postal. Se ve esa construcción tan brutal junto al monte con todas las ruinas de la parte más antigua y más aristocrática de Roma, y si tienes una mínima sensibilidad histórica, sientes que se te para la respiración.

Yo me pasé todo el viaje acordándome de mi madre: la culpable de que me haya criado viendo películas clásicas de romanos y valore tantísimo estas cosas. No sé si alguna vez comenté esto por aquí, pero ella era historiadora. Sólo una vez en su vida pudo viajar al extranjero y el lugar que visitó fue justamente Roma. Ese viaje lo hizo a solas con mi padre, pero sé que ella se quedó con las ganas de que la hubiera acompañado. En aquellos momentos ya estaba muy mermada por la osteoporosis y, sin embargo, sé que estaba tan entusiasmada por verlo todo que llegó a reventar físicamente a mi padre andando. Tenía el sueño de volver, pero su salud la siguió mermando y ya nunca pudo hacerlo.

Habría dado algo por poder llamarla en ese momento y decirle lo que estaba viendo.

Al entrar en el Coliseo, descubrí una constante que se repite en toda la parte céntrica de Roma. Con saber castellano, te mueves por todas partes. Lo de que ven preferible hablar castellano a inglés no es sólo aplicable a los latinos. Me di cuenta de que a los mismos italianos les resultaba más grato. Nosotros íbamos intentando sacar a la luz nuestro mejor inglés para facilitarles la vida, ya que damos por hecho que todo aquel que se dedique al turismo lo ha estudiado, y ellos en cuanto notaban que no era nuestra lengua madre, probaban automáticamente con un castellano que, además, hablaban de escándalo, genial.

Una recomendación a quienes vayáis al Coliseo (aparte de madrugar, que luego las colas sin infernales) es que, por un importe razonablemente superior, además de la entrada alquiléis la audioguía. Te dan un artefacto con pantalla (¿un MP4? estoy atrasadísima en ese campo) y cascos, a fin de que, según vayáis visitando las diferentes plantas del Coliseo, reproduzcáis las grabaciones (algunas con secuencias de vídeo) que se corresponden con la explicación de lo que estáis viendo.

Muchas cosas quizá ya las sabréis, porque el Coliseo ha salido en muchísimas películas. Otras os sorprenderán. Por resumirlo de alguna manera, los antiguos romanos para los grandes espectáculos (en los que manejaban una ingente cantidad de personas y de animales) eran mucho más estructurados que nosotros, a pesar de que carecían de la tecnología y medios actuales. Eso por no decir que los espectáculos le salían gratuitos al pueblo, porque eran los recursos de los Césares («panem et circenses») para ganarse su favor. Actualmente los políticos no se toman tantas molestias, les basta con comernos la cabeza en campaña electoral una vez cada cuatro años. Y eso que los anteriores eran dictadores y esto se supone (sólo se supone) que no lo son.

Una cosa que me pareció lamentable es comprobar que el Coliseo parece un queso de Gruyère gigante, lleno de agujeros. Parece ser que en el medievo, como los romanos eran unos impíos idólatras, se tomaron la libertad de utilizar el Coliseo como si fuera una cantera gigante. Encima hay que dar gracias de que, pese al tiempo transcurrido y a esa agresión directa, se conserve razonablemente bien.

¿Cuánto tiempo me pasé dentro del Coliseo? No lo recuerdo con exactitud. Diría que una hora, que debimos salir de él alrededor de las 10 o quizás más tarde. Al salir fue cuando nos encontramos la cola horrible de gente que logramos evitar.

Por cierto, hicimos una maldad. Todo fue por cumplir una tradición. Robamos unas piedras del Coliseo. Ojo, no rompimos nada, simplemente cogimos unas piedras que estaban en el suelo dentro del monumento y contábamos con una razón muy buena para ello. Mi hermana nos había retado con un «no hay huevos». Y es que, hace muchos años, una amiga de mi madre viajó a Atenas y cuando le dijo aquello de «Mar ¿qué te traigo?» ella, creyendo que la amiga no sería capaz, contestó «una piedra del Partenón». Para su sorpresa, se la trajo y mi madre la forró y la conservó siempre en su joyero como la joya más valiosa que tenía.

Adivinad qué ocurrió cuando le preguntamos a mi hermana si quería algo de Roma.

Eso sí, nosotros cogimos cuatro piedras. Una para la madre de Noel, otra para él, otra para mi hermana y otra para mí. Cuando nos ponemos, nos ponemos.

Y es así como nacen las costumbres. Me da que a partir de ahora, cada vez que visitemos un sitio con historia, cometeremos una trastada parecida.

Tras ver el Coliseo, nos dirigimos inmediatamente a la zona del Forum y del Palatino. Es enorme y hay mucho por ver en ella. Nosotros recorrimos todo enterito, aunque siguiendo un orden un tanto anárquico. No sabría elegir en aquella zona qué fue lo que más me impactó de cuanto vi pero, considerando que una de mis series favoritas es (a riesgo de parecer una snob) «Yo, Claudio«, lo que más me impactó es estar frente a las que se supone que son las casas del emperador Augusto y de su mujer, Livia – mi personaje favorito en esa serie junto al propio Claudio y al cabronazo de Calígula-.

De aquí debimos salir en torno a las 12.00 de la mañana. Ahí fue cuando yo comencé a dar signos de cansancio. Sin embargo, prácticamente no pararía de andar hasta la noche. Id haciendo cuentas.

Itinerario para quienes tengáis un mapa (je, o Google Maps): de la calle de la termini al Coliseo. Del Coliseo a la zona monumental del Foro y del Palatino. De allí, callejeando al monumento a «Vittorio Emmanuele II», por la Piazza Venezia.  Entonces seguimos la ruta de la misma calle «Corso Vittorio Emmanuele II», por aquello de ir rápidamente al Vaticano, dejando ciertas zonas para el día siguiente, y viendo unas cuantas «piazzas» (plazas) muy brutales que aparecían por el camino. Luego cruzamos un puente (no era cuestión de cruzar el Tíber a nado) que, o fue el «Ponte Príncipe» o fue el «Ponte Vittorio Emmanuele II», porque me suena que accedimos al Vaticano por la «Vía de la Conziliazione».

Eso sí, debo reconocer que para recordar el nombre del tal «Vittorio Emmanuele II» he tenido que mirar el mapa que me quedé de recuerdo. Nosotros no esperábamos encontrarnos con nada llamativo en esa zona. Pensad que teníamos los monumentos más conocidos, de visita obligatoria, señalados en el mapa y por el resto de lugares íbamos de paso. Imaginad cuando estábamos peleando contra el desastroso urbanismo de Roma – es una pena que una ciudad tan bonita y turística esté tan mal señalizada y con las aceras hechas un desastre, imposibles de asumir para alguien que vaya en silla de ruedas- cuando, de pronto, sin venir a cuento, aparece una tremenda estructura de mármol que nos hace gritar al unísono… «Hostia ¡Monumento!».

Hostia ¡Monumento!

Hostia ¡Monumento!… ¿É o no é?

Por lo que desde entonces, al monumento en cuestión le llamamos «Hostia, Monumento», parafraseando al cartel con el que nos encontramos nada más llegar a Roma.

Supongo que os preguntaréis el por qué de tanta prisa por llegar al Vaticano. Y es que el día anterior (27 de febrero) mi hermana me llamó durante mi trayecto hacia Madrid para advertirme de que estuviera pendiente porque el día 28 a las 5 de la tarde (hora española e italiana porque coinciden, al menos en esta época del año) el Papa abandonaba oficialmente el Vaticano.

El caso es que no teníamos ni idea de lo que ocurriría allí, si hablaría en público o no, si habría algo especial o no, pero queríamos estar ahí, en el cogollo de la atención mundial.

Y así fue, pero eso queda para el siguiente capítulo.

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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15 respuestas a Viaje a Roma [anécdotas] CAP 2

  1. esto promete sobretodo lo del Vaticano

  2. Pues hostia de monumento, sin duda 🙂 Ahora me pondré a esperar la continuación…

    • vengatriz dijo:

      Imagina caminar y que te salgan brutalidades de esas en el momento más tonto. La continuación intentará llegar pronto 😉 no quiero que se me olviden los detalles. ¡Un abrazo!

  3. aliyah dijo:

    Lo dicho… nos tienes intrigados!!!!

  4. vengatriz dijo:

    😉 esa es la idea!

  5. raphaela dijo:

    Me gusta mucho tu relato, además que me hace repasar todo lo visto y vivido por mí hace cuatro o cinco meses apenas. Gelateria, es así. Con una sola t. Viene de «gelato», jajaja. No sé si sabes que en ese Palazzo que fotografiaste, en Piazza Venezia, desde sus balcones «il Duce», es decir, Mussolini, solía pronunciar sus encendidos discursos al pueblo romano. Me voy con mi imaginación por la Via de la Conciliazione, echo una mirada a Castel Sant´Angelo y espero el capítulo de Piazza San Pietro. Besos

  6. vengatriz dijo:

    ¡Hola, Lita! He de confesar que esta foto es tomada de Internet, aunque en el lugar del que la tomé no quedaba clara la referencia. Si me entero, la daré. No obstante, nosotros también tomamos foto del «hostia, monumento» pero todavía no las tengo todas, de hecho, Noel me las pasó en un CD pero no he podido reproducirlo, no aparece mi reproductor externo de CD, así que lo que voy a hacer es pedirle las fotos y los vídeos (chan chan) en un pendrive.

    ¡Besote!

    PD: no me extraña que Mussolini hablara desde ahí.

  7. sickofhell dijo:

    Ya estás tardando en seguir contando jejeje muy chulo.
    Pd. Esa tradición de coger piedras no la pude dejar de lado en el mismo lugar que vosotros. 😉

  8. saravasti dijo:

    Solo un apunte de lo de la fruta: en el Camino de Santiago hay varios puestos que ofrecen fruta diversa. Algunos siquiera están vigilados; tú coges la fruta y dejas el dinero que cueste, o la donación que consideres oportuna. Y en Barcelona es muy fácil encontrar en los mercados o en los puestos de la calle fruta troceada y envasada preparada para tomar mientras paseas por la calle o en los parques.
    Sé que siempre puntualizo así cuando escribes y espero que no te moleste xD Como creo que querías decir arriba, se tiende a valorar más lo ajeno que lo propio, por eso me parece importante mencionar también las pequeñas maravillas de nuestro precioso país.

    Por lo demás lo de siempre, muy interesante; estoy leer ver como continúa tu viaje!! 😀 No nos dejes mucho tiempo a la espera de otro artículo!!

    • vengatriz dijo:

      Mujer, yo lo de la fruta no lo había visto antes. Ni he estado en Barcelona ni he recorrido el Camino de Santiago, que mis ganas tengo. No me molesta que puntualices 🙂 es señal de que sigues leyendo, lo de puntualizar va contigo jijiji

      Que conste que valoro muchas cosas de mi tierra. Y siempre es bueno conocer aquellas que no valoro porque no las conozco.

      ¡A ver si el siguiente capítulo cae antes de Semana Santa! 😉

  9. Nieves dijo:

    Te parece bonito? No tienes perdón… Donde estan las fotos?????? Ya te vale, 4 piedras, no una ni dos, cuatro! con todas las letras. Como te envidio, hostia! jajajajaja Un besote () querida!

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