Novedosas técnicas comerciales: Círculo de Lectores.

¡Hola a todos!

Sé que os va a chocar que esta entrada sea pública. No es que haya abandonado mi decisión de mantener mi vida privada en privado, pero no podía pasar sin compartir ante todo aquel que me quiera leer las nuevas técnicas de venta que se están desarrollando desde Círculo de Lectores.

Los vendedores del Círculo son tan conocidos como los Testigos de Jehová, aunque parece que en los últimos tiempos, por razones obvias, es más fácil predicar con el fin del mundo que con los libros en papel y, además, de tapa dura.

Cuando comenté en Facebook lo que voy a narrar el primer comentario fue “Pero… ¿aún existen?” Qué decir, parece que los grandes clásicos nunca mueren.

Sucedió que esperaba un paquete. Normalmente ignoro cuando me llaman a la puerta por la mañana, no suelo tener paciencia para que me den la chapa y tengo el defecto de que me cuesta cortar agresivamente a los comerciales, así que prefiero evitarles, pero claro, estaba con los sentidos alerta… tan alerta que abrí mi puerta cuando, en realidad, los vendedores de Círculo estaban tocando la puerta del vecino.

Estos dos iban de de traje y en pareja. La asociación anterior con los Testigos de Jehová no es casual. También llevaban una revista bajo el brazo y también, por si todo lo anterior fuera poco, seguían la clásica estrategia del “poli bueno- poli malo” o, en este caso, “poli malo- poli mudo” ya que ser bueno en este espectáculo es imposible.

Siguiendo esta descripción podemos identificar dos personajes:

• Bob el silencioso.

• Pinocho.

Pinocho se presentó como un tipo locuaz, pero inicialmente en su papel. Se dio cuenta de que le abrí por pura casualidad, pero no vaciló en intentar darme a conocer cómo funciona Círculo. Yo le comenté que ya conocía el funcionamiento porque había sido socia hace años y dejé de serlo porque hay meses que leo cuatro libros y meses donde no leo ninguno (y meses donde me apetecen cosas que no están en Círculo) por no decir que, aunque no soy devota de leer en pantalla, de vez en cuando leo también libros electrónicos y de eso Círculo no tiene oferta.

Contraatacó diciendo que ahora Círculo no exige una suscripción. Que sólo debía aceptar que me llegara de manera gratuita la revista una vez cada dos meses en lugar de una vez al mes. Además, me preguntó qué tipo de libros me gustaban para hacerme recomendaciones.

Hasta ahí una conversación normal…

Pero claro, me hizo LA PREGUNTA y eso provocó que nuestra conversación derivara hacia la entropía.

¿Has leído «El Secreto»?

Esta obra ha sido bestseller y cuento con que a gran parte de vosotros os sonará, pero para quien no la conozca os diré que es la típica obra que promete resolverte todos tus problemas. ¿Te duele un pie? Desea que no te duela. ¿Quieres ser rico? Visualízate ganando pasta a montones, con todo lujo de detalles. ¿Quieres que llegue el amor de tu vida? Diséñalo en tu mente y atráelo con tus pensamientos. Pero eso sí, según se advierte en el libro, hay que desear las cosas desde la abundancia, actuando como si ya tuvieras aquello que deseas, porque si centras la mente en tu necesidad, lo que atraerás es más necesidad.

Y así es como se justifica que haya gente que fracase cuando aprietan los cachetes del culo para desear cosas con todas sus fuerzas  “es que en tu mente lo estás pensando desde la necesidad, no desde la abundancia”.

Vale. Cuando me hizo esta pregunta, yo respondí que tenía mis reservas con respecto a esta obra.

Me preguntó qué soy.

Le respondí que una cosa es lo que soy, otra cosa lo que estudié y otra aquello a lo que me dedico.

Él me contó que es psicólogo. No me extrañó nada ver a un psicólogo vendiendo para Círculo, así están los tiempos. Luego añadió que era coach.

Tampoco me extrañó, es una profesión muy típica de psicólogos. Más raro fue cuando matizó que es coach espiritual.

Un coach es una palabrota de nuevo cuño que designa a la persona que ejerce un rol de orientador personalizado. Así hay coach vocacionales, profesionales… o de estilo. Pero jamás había visto nada parecido al concepto de coach espiritual.

Igual este señor se apunta al carro de Buda, Cristo y Mahoma e inicia una corriente espiritual. Desde luego, queda mejor presentarse como coach que como Mesías.

Bob el silencioso miraba.

Imagino que Pinocho no me vio lo suficientemente impresionada, porque justo a continuación declaró que es aurista, es decir, que ve auras.

Hay quien cree que a nuestro alrededor hay un campo de energía que toma diferentes tonalidades según estemos, sintamos o seamos. A este campo se le llamaría aura. Si me tomara en serio todo esto, en lugar de estar actualizando mi blog estaría buscando en Google qué quiere decir que mi aura sea como afirma Pinocho: azul-malva.

“Yo leo el Tarot” fue mi reacción. El tipo se quedó serio, me miró a los ojos y exclamó “Lo sé”. Imagino que eso se me nota en el aura o algo. Empezó a hacer hincapié en que nuestro encuentro no había sido casualidad. Si no llega a querer que me suscribiera a Círculo habría podido pensar que quería ligar. E igual hasta quería ligar. Recuerdo una vez que llegó uno a mi casa contándome que sentía afinidad conmigo y por ello me ofrecía un masaje para tocarme los chakras. ¡A ver cuánta gente puede presumir de que le quieran tocar los chakras!

Bob el silencioso miraba.

Volviendo a la conversación:

– Yo leo el Tarot…

– ¡Lo sé! (más parrafada)

– … pero no creo en ello.

Le expliqué que es sólo un medio de experimentar, que la gente puede sugestionarse y no quiero que nadie crea realmente que puedo leer su futuro y, por supuesto, jamás cobraría por echar las cartas.

El tipo empezó a asentir exageradamente ante todas mis afirmaciones, otorgándole un aire místico al asunto “Yo sé de qué hablas, hay que tener mucho cuidado… también veo muertos”.

Con aire cáustico respondí un “Pues mira, ese es un asunto serio”.

Me faltó por añadir que ver muertos puede ser una señal de esquizofrenia, pero el hombre quiso entender mi comentario de otra manera.

“… Y soy reikista del nivel quinto… ¿tú sabes lo que es el Reiki?”

“Es una técnica de curación con las manos… se supone que también sirve para curar a distancia, al menos eso me dijo una amiga, pero que yo sepa hay tres grados, aunque no entiendo mucho del tema”.

Entretanto llegó el paquete que esperaba. Podían haber pasado más de treinta minutos desde que estos señores tocaron a mi puerta.

Bob el silencioso miraba.

Mientras yo iba y venía (por aquello de que hay que pagar a la gente) el portero daba vueltas en el rellano (es maravilloso vivir tan cerca de la oficina del portero) con aspecto de estar vigilando y escuchaba a Pinocho rajar (pero bien fuerte, como para que lo oyera yo): “Mira qué simpática es esta chica” “Qué animales tan bonitos tiene” (se ven desde la puerta)  aunque esta frase acabó degenerando en “Yo tengo una serpiente que se llevaría muy bien con este conejo”.

Sí, tengo una ninfa, una cobaya (que en realidad es un tipo de conejo) y un conejo. Y sí, sólo veo dos modos de entender esa frase:

– Estaba valorando a mis niños como canapés para su mascota, lo cual no me hace ni puta gracia.

– Estaba soltando una frase con ecos erótico-festivos, lo que tampoco me hace ni puta gracia.

De ahí que mi respuesta fuera, sin vacilar “Mi conejo no se llevaría bien con tu serpiente”.

Bob el silencioso miraba.

Cuando me vine a dar cuenta, hizo como que era incapaz de sujetar el maletín que llevaba entre manos, pidió permiso para entrar y se lo autoconcedió.

Consideré violento cortarle el paso, aunque sin dudar lo hubiera hecho de no haber estado el portero vigilando.

De ese modo acabaron en la mesa de mi salón, desplegando catálogos, y así supe que Círculo ya no se centra sólo en proporcionar maquillaje para la mente: también lo proporciona para el cuerpo. Se me hizo muy curiosa la asociación comercial entre los libros y la cosmética ya que son, en cierto modo, enemigos naturales.

La conversación retrocedió al punto inicial: Quería mis datos. Era sólo para enviarme una revista bimensual que, seguro, me iba a gustar y de la que seguro iba a hacer pedidos, porque si soy la típica que se lee hasta los componentes del champú es indudable que haré pedidos.

Debí preguntar al menos cinco veces “¿Qué pasa si a los dos meses no hago un pedido?” para que me diera una respuesta clara. Y pasa que, claro, la revista no me llega y él puede tener problemas, incluso ser despedido (sí, sí,incluso explotó la vía de la pena).

Yo realmente tenía dudas. Sé que es un medio para quitarse a la gente de encima, pero siendo alguien a quien le gusta leer podría haber estudiado la oferta. Sin embargo, su reacción ante mis dudas fue la que definitivamente me hizo rehusar la idea de suscribirme.

– Esto ha sido muy repentino ¿puedes venir en unos días?

– No, es imposible.

-¿Cómo que imposible?

– Verás, yo vivo en (barrio que se encuentra al lado de mi zona) pero decido por qué zonas paso por impulso, no voy dos veces a la misma zona.

– Yo no puedo decidir esas cosas de un momento para otro. Tengo que pensármelo.

– ¿Qué es lo que tienes que pensar?

– Si me voy a suscribir igual debería consultarlo con mi pareja-.

Sí, entiendo que hacerse la mujer sumisa es una argucia muy común para espantar vendedores, pero yo no pensaba en absoluto en el concepto de “Pedir permiso”. Sin embargo, el vendedor sí, y omitió todo resto de educación que pudiera tener para hacérmelo saber:

– ¿Cómo? ¿Qué tienes que pedirle permiso a tu pareja para comprarte un libro? ¡Venga, que no me lo puedo creer!-

Esta respuesta da qué pensar, sobre todo viniendo de un supuesto psicólogo. Si da con una mujer sumisa se le va a cabrear y si da con una mujer no sumisa, también se le va a cabrear y, hasta donde yo sé, cabrear a un cliente potencial no es un buen recurso para hacerle comprar.

– Mira, bonico – le dije- que tú no me conoces. En esta casa compartimos los ingresos y los gastos. Si mi pareja se compra un muñequito de Warhammer me lo dice y, con mayor motivo, si yo hablo de generar unos gastos fijos como una suscripción durante un año, qué menos que comentárselo y pensarlo, no pedir permiso, pero sí pensarlo.

– No es momento de pensar, es ahora o nunca.

Bob el silencioso miraba.

– Entonces… será nunca. Podéis iros-.

– Que sepas que acabas de demostrar un comportamiento asocial, que estás actuando de forma racionalista en lugar de escuchar a tus emociones-.

Un comentario que despertó a la abuela cebolleta que hay en mí.

– Mira, voy a contarte una historia. Una vez, fui teleoperadora. Me tocaba hacer llamadas a la gente entre las 2 y las 6 de la tarde y te puedo asegurar que me decían de todo menos guapa…

– ¡Ja! ¡Seguro que no vendías nada!

– Unas veces vendía más y otras menos – Sí, es cierto, no vendía nada, como sabéis los lectores antiguos, pero eso al tipo no le importa –  la cuestión es que soy contraria al tipo de venta agresiva que consiste en engañar al cliente, darle información confusa, llamarle en horas de pillarle con la guardia baja o, como leí en el guión de los compañeros que se dedicaban a la puerta fría (venta de puerta en puerta) llegar a una casa, lograr entrar dentro a como dé lugar para tomar un control psicológico del espacio, obligar al interlocutor a escucharte y forzar a que salga de ahí una venta sin darle tiempo al otro para pensar. Por eso no me dedico a vender y por eso sé cuándo intentan manipularme.

Bob el silencioso miraba.

– Las personas tienen que obedecer a sus emociones.

– Permíteme decirte que en mis decisiones sentimentales suele mandar el corazón, pero comprenderás que en todas las decisiones que implican gastar dinero mande mi cabeza. Buenos días-.

Da qué pensar. Primero me intentan sugestionar haciendo el número de “Soy profundo y nuestras almas están conectadas”, luego se mete en mi casa (aunque eso fue mi culpa), después bromea sobre mis animales y finalmente me ofende o, mejor dicho, me intenta ofender, por aquello de que ofende quien puede y no quien quiere.

Mi gran duda es quién era el aprendiz y quién el “maestro”. En estas parejas es usual que un novato el primer día ejerza el papel de observador de un vendedor más experto. No es menos cierto que, cuando se evalúa a alguien para hacer este tipo de venta, también es común hacerle una prueba de campo y que sea el “maestro” quien observe cómo se desenvuelve su comercial. Si este era el caso, es de esperar que ya hayan echado a Pinocho a la puta calle.

En cualquier caso juraría que Bob el silencioso se descojonaba para sus adentros.

Moraleja: No abráis la puerta a parejas masculinas de traje con revistas en las manos. Pueden ser Testigos de Jehová o vendedores de esa otra secta. No obstante, si abrís y os encontráis con un vendedor psicólogo, coach, médium, aurista y reikista… no os fiéis, es más creíble el fin del mundo que todo eso. Mejor le cerráis la puerta en las narices, que es muy pesado, aunque en un día de aburrimiento esté eso o el Candy Crush.

¡Besos a todos!