Sueños


 

_¡Ojalá fuera rica!

_Ese deseo es más viejo que el cagar, Martina.

_No es más que la verdad – suspiró, mirando con asco su plato de pasta precocinada del bazar- fíjate, con esa costumbre tuya de venir semanalmente a mi casa, vas a morirte de cáncerdesida por tanto glutamato –

_Y crees que si fueras rica comerías mejor – comentó Luis, entre risas.

_¿Lo dudas?

_Estoy convencido de que no. Las personas se distinguen por sus defectos y entre los tuyos está el ser una embajadora del caos.

Una simple ojeada a la cocina daba la razón a su invitado, pero ella se mordió la lengua. El colega era así, graciosete, y así había que quererle.

_Bueno, siempre puedes intentar hacerte rica con tus cuadros.

_Sí, porque desde luego sirviendo cafés en la cantina del instituto no va a ser.

_Debes pensar en tu gran obra.

_Lo primero que debo plantearme es si de verdad tengo talento. Cobrar una media de 200 euros mensuales malvendiendo mis obras por Internet no me hace creerme la nueva Dalí.

_ Hay quien no vende nada. Además, si te sirve de consuelo, el talento es algo que se suele valorar de modo póstumo.

_A menos que tengas padres o abuelos – rió Martina, con cierta amargura – lo que no es precisamente mi caso.

_Volvamos a lo esencial. Quieres dinero ¿no?

_Me es imprescindible para vivir como quiero: libre, sin pedir favores, sin depender de nadie, viajando, disfrutando de la vida.. –

Luis bostezó y decidió tumbarse en el sofá. Había confianza. Martina, sin embargo, no podía permanecer quieta en un mismo punto.

_Dicen que todo el mundo puede ser rico si se lo propone y que, para ser feliz, sólo basta gritárselo fuerte al universo…

_Sí, se dicen muchas gilipolleces – le interrumpió, exasperada, mientras se encendía un cigarrillo y comenzaba a fumarlo medio asomada a la ventana.

_¿En qué eres mejor que los demás? ¿Te lo has preguntado?

_Había una vez un artista que era genial dibujando un jarrón. Llevaba cuarenta años dibujando de mil modos el mismo jarrón, día tras día…

_Qué cachonda.

_¿No es esa la gente que triunfa, la que alcanza la maestría siendo perseverante? Miento, hay dos modos de triunfar, o bien siendo excelente, una cualidad con la que casi se nace, o siendo perseverante. Eso sin incluir las rodilleras, claro. ¿Y qué pasa cuando no eres ni lo uno ni lo otro y tampoco eres de usar rodilleras? Que te dan por el….

_Anda, anda, eres una chica fina, reprime esas palabrotas, que pareces un arriero. Cierra los ojos, hazme el favor.-

Ella enarcó una ceja.

_Ciérralos y escúchame. Verás, no soy Luis, ese colega al que cebas a fideos chinos, sino algo así como un fantasma de Dickens o, mejor aún, un cruce entre fantasma de Dickens y genio de la lámpara. Vengo a concederte un deseo, antes eran tres pero hasta los genios estamos en crisis. Y sí, sé bien que estás lo suficientemente leída como para saber que cuando aparece un genio que te concede deseos, está a punto de complicársete la vida. Voy a volvértelo a preguntar ¿tu deseo es ser rica? –

A Martina le dio un ataque de risa, pero continuó con los ojos cerrados.

_¡Pues claro!

_Cuando abras los ojos te vas a encontrar en otra cama, en otra casa y en otra vida, pero esto tiene truco: sólo durará una semana. Así podrás poner a prueba tus propias convicciones.

_No me digas que has tenido una charla con el universo. Yo te invité a fideos para comerlos, no para fumártelos.

_Abre los ojos.-

*

Cuando despertó, su amigo Luis no estaba ahí. Volvió a cerrar los ojos. Menudo sueño. Cada día tenía unos sueños más extraños.

La alarma volvió a sonar. Abrió los ojos de nuevo y reparó en que eran las doce. Se incorporó de la cama de un salto. No tenía idea de qué día era, ni de la semana ni del mes. Tal vez hubiera debido estar trabajando y se había quedado dormida.

Entonces se dio cuenta. Aquella no era su habitación. La cama era el doble de grande que su cama. Los muebles no eran los de su piso de más de cuarenta años. De hecho, los muebles eran sorprendentemente nuevos y coloridos, aunque elegantes. El cuarto era amplio y el armario empotrado. Junto a la cama tenía un ventanal que daba a una terracita. También había una puerta que daba a un cuarto de baño.

_No es mi casa – tembló – y tampoco la de Luis. ¿Dónde estoy?.-

Miró su ropa. Ella normalmente dormía en cueros o, como mucho, con una camiseta vieja. ¿Qué hacía con ese pijamita tan cuqui de raso blanco? Ella no utilizaba esas cosas ni cuando decidía hacerse acompañar por un maromo alguna noche.

Decidió aproximarse con pasos cortos al espejo de la habitación, temiendo que la imagen del reflejo no se correspondiera con la suya. Sin embargo sí, era ella. Una «ella» con un pijama cuqui, unas uñas arregladas y una melena sin puntas abiertas, sin raíces blancas y con mechas.

Se encogió de hombros. Recientemente habían empezado a salirle canas. Había decidido no teñírselas, al menos, no de momento. Le parecía que dejarse envejecer era propio de tener más personalidad pero, a la vista de aquella realidad alternativa, parecía que la causa de fondo era la de tener menos dinero. Un autoengaño como otro cualquiera.

De pronto, la asaltó un pensamiento. En otras circunstancias, le hubiera apetecido echarse un cigarro, pero aquella versión adinerada no sentía deseos por fumar.

Escuchó una melodía. La llamaban al móvil. Su móvil no era su móvil, pero al menos esa melodía de llamada parecía conectarla consigo misma. Sus gustos musicales permanecían. Descolgó.

_¿Qué te parece tu nueva realidad?

_Me parece que estoy soñando y que volveré a despertar en lo que entiendo que es la realidad.

_Ocurrirá, pero en una semana, como te dije. Tómatelo como un sueño algo más largo de lo normal, será lo mejor.

_¿Qué día es hoy?

_Miércoles.

_¿Hora?

_Doce y diez de la mañana. Caramba, creí que habías mirado el despertador.

_Me temo que me van a despedir del trabajo.

_No te preocupes, esta versión tuya no trabaja. Se dedica a disfrutar de la vida.-

La llamada se cortó.

*

_¡Sigue contándome, petarda! ¡Esto de protagonizar los sueños de una mujer me pone! ¿Cómo era tu versión millonaria?

_ Insoportable, definitivamente insoportable – protestó, desplomándose despatarrada en el sillón.- Hay cosas de pija que nunca hice, eso sí, como hablarle mal a los camareros, pero mi ropa parecía robada a una militante del pepé; mis amigos eran estirados y estúpidos; viajaba mucho menos de lo que creía; hacía, en general, mucho menos de lo que imaginaba… y al final seguía creyendo que mi vida era un desastre. Tenía un montón de tiempo libre que empleaba en atormentarme con mis propios pensamientos, seguía fastidiada porque apenas se vendían mi cuadros y ¿sabes qué es lo peor?

_Confiesa – preguntó Luis, entre risas.

_Que, a pesar de ser infeliz, mi mayor preocupación era no regresar a esta realidad, no volver a ser pobre. No era feliz, pero sí me sentía liberada de ciertos miedos y aquella versión mía parecía preferir la paz a la tranquilidad.

_¿Y qué intentabas?-

Martina sonreía al recordarlo. A veces los sueños son muy estúpidos.

_ Invertir. ¡Con lo nula que soy para eso! Pero en mi sueño pensaba que, de algún modo, ya que el dinero habría de desaparecer al cabo de una semana, tal vez si adquiría propiedades, compraba acciones, qué se yo, lo que generasen los intereses de ese dinero permanecería. Ten en cuenta que tenía un techo propio, un coche, y que vivía de las rentas. Desde esa realidad se hacía duro, y no te ofendas, vivir en una casa alquilada que se cae a pedazos, desplazarse en metro y madrugar cada día para ir a un trabajo en el que te faltan el respeto y apenas te permiten ir al baño o comer en condiciones.

_ Pero la cruel realidad se abatió sobre pobre Martina – remató su amigo, intentando emular una voz barítona de narrador – y un triste día ella volvió a despertar entre las sucias sábanas de su hogar vallecano.

_ No tan sucias – gruñó.

_ Prefiero no indagar.

_ … pero qué difícil es dejar un privilegio cuando lo has tenido ¿verdad?- suspiró, con la mirada perdida – ¿Cómo una va a dejarse esclavizar de nuevo cuando ha experimentado una etapa en la que disfrutaba de derechos e, incluso, de una ilusión de libertad?

_ Podría haber sido peor. Podrías haber soñado que tenías talento, obtenías reconocimiento a tu trabajo y vendías cuadros por montones y que luego, de repente, ese talento desaparecía o dejaba de ser reconocido y te tocaba regresar a la mediocridad de tu vida…-

Se hizo el silencio. Ella continuó fumando. Esta nueva versión suya fumaba más aún. 

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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2 respuestas a Sueños

  1. Me alegra saber que en esas oposiciones conseguiste lo deseado. Y sigues suendo tû misma. Un abrazo.

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