Día 5 (continuación):
Por la noche nos pusimos a turistear por la caótica calle Khaosan, que se encontraba muy cerca de nuestro alojamiento. Comenzamos bebiendo Shingha y Noel se vino arriba, por lo que merece un apartado contando todas las cosas que hizo o intentó hacer ese día:
- Comprar como guiri borracho de Shingha (bueno, eso ambos).
- Casi se hace un tatuaje de henna.
- Casi se toma un pincho moruno de escorpión… e insistió mucho.
- Logró sacar dinero de un cajero tailandés.
- Compró el típico gorro de la mujer- rana (una mujer de no sé qué tribu que va vendiendo ranas de madera que croan).
- En suma, destiló magia, casi tanta como el karaoke maravilloso que presenciamos. Imaginad: está el sujeto que canta bien y al que la gente le pide bises y, tristemente, está el amigo henchido de orgullo y cerveza que intenta lo mismo y se enfenta a un chasco inolvidable.
PD (sobre la cerveza): Es un país esencialmente budista. Los budistas en principio tienen prohibido beber alcohol y, en general, consumir cualquier sustancia que les nuble el juicio. No obstante, conviven en Tailandia con un porcentaje de hindúes (no sé si esos podrán beber), de musulmanes (que tampoco pueden beber) y de cristianos, que han de beber por todos los, puesto que los garitos están llenos y no sólo de turistas. Como días después me dijo una guía cristiana que tuve en una excursión «nosotros no tenemos problema: nuestro Dios convirtió el agua en vino». Además, disponen de una notable carta de cervezas, aunque hay dos que compiten: Shingha y Chan (que significa «elefante» en tailandés; el elefante es el símbolo del país). Como curiosidad, me encontré en Bangkok con lugares en los que servían San Miguel, aunque, qué queréis que os diga, no me voy a Tailandia a beber cerveza española.
Día 6:
Lugares visitados: trayecto en tren de Bangkok a Ayutthaya y ruinas de Ayutthaya. Ya dentro de Ayutthaya vimos el complejo de templos. Se trata de una ciudad que en su día albergó a un millón de habitantes. Ahora tiene unos 60.000.
Resumen de distancias hasta el momento:
- Día 2:5 km.
- Día 3: 12 km, con escarpines.
- Día 4:0 km (río «guay»).
- Día 5: 12 km.
- Día 6: 14 km,pero seguidos, como los campeones.
Anécdotas:
- Es preciso adaptarse a que en coches y trenes hay ventiladores en el techo.
- En ese tren las ventanas se abrían y cerraban a tortazos.
- En los baños de la estación de tren había una máquina con un muñequito de un señor con turbante barbudo. La gente mete dinero y saca papelitos. Considerando el aspecto del barbudo, debe dar algo así como profecías prefabricadas. Ya las profecías no son lo que eran.
- También en los baños te recomiendan usar el agua sabiamente por el honor de tu país. Hala.
- Sin embargo, lo que más me impresionó de los baños fue ver las instrucciones de cómo usarlos y, lo más importante: cómo no usarlos. Eran tan claras, incluyendo dibujos, que me di cuenta de mi tremendo error usando baños tailandeses. Ellos tienden a ponerse en cuclillas sobre los baños occidentales porque esa es la postura para usar sus aseos típicos, aún muy presentes en muchos lugares. Yo he de confesar que hice la estupidez inversa en alguna ocasión: usar, como buenamente pude, un urinario tailandés (casi un agujero en el suelo con plataformas para poner los pies) del modo más occidental que pude. Pocas veces me he sentido tan estúpida como con este error,así que, niños, niñas, no orinéis sentados en los baños tailandeses POR FAVOR, que acabas apoyando las nalgas donde ellos ponen los pies. DE NADA.
- De la estación al hotel fuimos en Tuc- Tuc. Era tan espectacular vernos en Tuc-Tuc, con sus luces, espacios reducidos y conducción temeraria, con tres maletas que juraría que incluso un monje budista nos sacó una foto.
- La selva de Ayutthaya parece sacada de un videojuego. Es muy auténtico visitar las ruínas paseando por la selva, es parte de la experiencia. Nosotros podemos presumir de haber visto ese día a un monitor (un primo del dragón de Komodo) a muy poca distancia de nosotros.
Observaciones:
- El típico desayuno tailandés es sopa. Está buena, pero no me pega nada para desayunar.
- Vimos un árbol vestido de mujer, pero nunca entendimos por qué.
- La Fanta rosa ( de fresa)es la favorita del Buda: se la sirven en todos los altares de los bares.
- He visto tablones de estabilidad dudosa haciendo de puentes en esa selva (por cierto, el único lugar donde encontré gente que no sabía inglés) pero llega el Internet a treinta megas.
Día 7:
Lugares visitados: Viaje (infame) a Sukhotai en autobús de seis horas de duración.
Distancia recorrida a pie: poquico.
Hitos: prácticamente nos pasamos el día llegando. Una vez ahí, comimos, descansamos, dimos un paseo… ¡y al sobre!.
Anécdotas:
- Es más cómodo este autobús que el tren (aunque la estación de bus tiene más pinta de descampado que de estación) pero no debes sentarte bajo la trampilla de emergencia cuando llueve. Y ese día me llovió. Fue el primer día de Monzón. Duró poco, aunque fue intenso, y al pillarnos en el autobús, no nos complicó el día.
- También hay aquí Fanta Verde (la bebida insignia del viaje), la Mirinda (esa está en todas partes) y las Oreo rellenas con té verde (fijación tienen ahí con el té verde).
- Lo más divertido es que tuvimos ocasión de disfrutar de la programación televisiva tailandesa. Ver «Ramayán» (en perfecto tailandés) o, a mi modo de ver, «Pasión de Ramayanes» fue un descubrimiento. Entendedme: sé que es una adaptación en forma de serie de la mitología hindú, pero su estética me impactó sobremanera.
Os pongo un capítulo, dadle unos minutos… ¡las imágenes y el sonido son esenciales!
Lo siento, pero ¡qué pechá de reír me dí!
Como esto es insuperable, aquí acabo la entrada. ¡Ya vamos por la mitad del viaje!