Resumen de mi viaje a Tailandia (4)


Día 11:  Excursión guiada al Templo Blanco y al Triángulo Dorado.

Km recorridos: en coche unos cuantos, a pie «cerete».

Monzón: justo al volver al hotel, de noche, así que volvimos a librarnos.

Hitos: 

  • Visitamos unos manantiales de agua caliente (hotsprings) en los que cuentan que es posible cocer un huevo. Nosotros eso no lo hicimos, pero sí lo de mojarnos los pies, que es lo que hacían locales y extranjeros.
  • Luego fuimos al Templo Blanco. Se trata de un templo budista a medio acabar que el constructor está haciendo enteramente a su capricho, como único socio capitalista. De hecho, no acepta grandes donaciones particulares. Hay que tener en cuenta que en los exteriores del Templo hay incluso un museo en el que se exponen las obras artísticas del constructor. El Templo merece la visita: desde el exterior es blanco casi en su totalidad (cosa que no ocurre con los otros templos budistas), que los baños sean dorados (para indicar que lo importante es el interior), que haya tantas llaves «colgando por ahí» y, sobre todo, las representaciones icónicas del interior del Templo, que son las que lo han hecho famoso. Dentro os podéis encontrar a Bush, Bin Laden, las Torres Gemelas, Pikachu, Batman, Sailor Moon, los Angry Birds… por lo que nos explicaron, es un modo de explicar que ni los superhéroes de las películas nos pueden salvar del infierno. Matizo: Por cómo estaban representados, Bush y Bin Laden están ya ahí (con independencia de que Bush esté vivo).
  • Después nos fuimos a «No man’s land» (Triángulo dorado), la zona que se encuentra entre Tailandia, Laos y Birmania. Antiguamente era una zona alegal en donde era muy fácil asesinar sin ser juzgado o ejercer de traficante, pero lograron convertir aquello en una zona turística muy vigilada para evitar tales tentaciones. Desde ahí, entramos en Laos (donde Noel bebió un chupito de escorpión; también le ofrecieron de cobra y de geko y acabó comprando la botella del licor de cobra) y después partimos hacia la frontera con Birmania.
  • También nos llevaron a la versión turística del pueblo de las mujeres- jirafa. Para quien no sepáis quiénes son, se trata de una tribu en la que alargan los cuellos de las chicas insertándoles gradualmente anillos desde la infancia, llegando a un punto en el que, si se los quitaran, acabarían con el cuello partido. Hablo de una «versión turística» porque realmente no viven en la zona que se visita. Nosotros igualmente nos negamos a entrar, ya que no queremos fomentar con el turismo que esa práctica se perpetúe.
  • El día del viaje a Krabi, antes de coger el vuelo, visitamos un templo de Chiang Mai en el que había una zona en la que no podían entrar las mujeres. Ni él ni yo entramos. Lo comento porque más gente puede verse en esa situación. En los templos es importante: a) no entrar donde no te dejan, b) no enseñar muchas piernas ni mucho escote (por eso hay en los mismos templos vendedores que te ofrecen pañolones para taparse), c) no tocarle a nadie la cabeza (ni en los templos ni en ninguna parte, es ofensivo),  d) no señalar a nadie con los pies y e) quitarte los zapatos cuando te lo manden. En esas situaciones o bien te encuentras con unos estantes para depositarlos o bien te dan una bolsita para llevarlos.
  • Lo mejor: en el tour  ofrecen la posibilidad de que te pongan en el pasaporte un sello del «Triángulo Dorado», para que conste que has pasado por las fronteras. Por supuesto, Noel y yo pagamos por nuestros respectivos sellos. Es una tontería, pero nos gusta.
  • Para reflexionar: nuestra guía, que pertenecía a ese 1% de población que es cristiana y puede beber alcohol nos contó que en Tailandia la población es en su mayoría budista, pero luego cuentan también con hindúes y musulmanes. Lo mejor: no hay conflictos religiosos, viven en perfecta armonía.

Choques culturales/ anécdotas:

  • Primer despiste: tuve que comprar dos veces las entradas al Templo Blanco. La primera vez me las dejé olvidadas en el muy distractor baño dorado.
  • Segundo despiste: bien pude autoenvenenarme. Tras diez días cumpliendo escrupulosamente las instrucciones sanitarias que se recomiendan (no beber agua que no esté embotellada, no aceptar hielo en la bebida, no tomar helados, no consumir fruta local, alimentos muy bien cocinados…) por pura inercia me bebí un vaso de agua con hielo de origen desconocido que me sirvieron en el restaurante al que nos llevó la guía a comer. Para colmo, cuando Noel me miró espantado y me hizo LA PREGUNTA (¿¿Te has bebido el agua??) mi respuesta fue un espontáneo: «¡Y qué bien entró! ¡Qué fresquita estaba!». Tardé un par de segundos en darme cuenta de la que había liado y, como apenas soy hipocondriaca (mode ironic on) ya me veía haciendo testamento… aunque la pobre guía, cuando le pregunté, me contó que era agua que guardaban en unos bidones pero que procedían del «Seven Eleven» (cadena de supermercados muy socorrida).
  • Podría hablar de que casi me «escogorcio» en el embarcadero (llegamos a Laos en barco) pero comparado con lo del agua es lo de menos.

Días 12, 13 y 14: Krabi.

Km recorridos: playa, sol y paseos. Kilómetros pocos.

Monzón: un par de ratos, pero bastó con ponerse bajo techo hasta que se cortó, por aquello de que se trata de lluvia intensa de corta duración.

Hitos:

  • Me cargué unos pantalones- elefante subiendo en barca. Hay que tener en cuenta que, aunque las playas de Krabi son espectaculares (se trata de playas de agua clara pero rodeadas por la selva) hay mucho negocio por parte de quienes llevan a los turistas en barcas de diversas calidades a diferentes playas, ya sea a modo de autobús o en plan circuito. De hech0, algunas islas son especialmente visitadas por haber sido escenarios de películas. En consecuencia, me tocó subir en barca y, muy mal acostumbrada a los embarcaderos como estructura, supe demasiado tarde que aquí se salta al barco desde el agua. Los pantalones- elefante, el uniforme del turista de corte hippie, tienen muy poca resistencia en la entrepierna y con muy poco esfuerzo acabaron rajados de arriba a abajo. Para colmo, cuando llegué a la playa se me rompió la parte de arriba del bikini y… Tailandia no parece una zona en la que sea buena idea atreverse a hacer topless. Además, el problema de las «islas desiertas» de Tailandia es que sólo son desiertas para lo que a ellos les interesa: en el lugar más remoto tienen un par de chiringuitos porque rincones de soledad no encuentras muchos (aunque tampoco llegan a estar masificadas) pero… ni una triste tienda de bikinis en aquella playa; tremenda falta de previsión considerando que para volver al pueblo había que volver en barca. No creo que haya sido la primera turista de la historia en tener un percance de este tipo. PD: aunque me encantaron, pese a los accidentes, yo, como almeriense que soy, estoy muy acostumbrada a playas de alta calidad. Quizá por eso esta fue la parte que menos me entusiasmó del viaje: aquella zona pierde autenticidad en detrimento de la adaptación al turista. Además, le tengo algo de manía a los lugares con mucho cambio de mareas… me resulta incómodo para el baño, no puedo evitarlo.
  • Noel tocó a un mono. Hay en Krabi una playa a la que se puede llegar cruzando una parte de parque natural a través de un puente (aunque, en función de la marea, también se puede llegar andando). Ojo, no es un puente apto para aprensivos: hace ruidos, no parece muy sólido, tiene tramos de escaleras, los escalones parecen a punto de soltarse, las barandas tampoco inspiran confianza… y (esto ya es bueno o malo según el punto de vista) llega un momento en el que estás caminando entre los árboles, rodeado de monos. De hecho, hubo un momento en el que yo me di la vuelta, pero Noel (al día siguiente) continuó por su cuenta y, viendo que tenía a un mono de espaldas, aprovechó para tocarlo levemente. ¡Y tan feliz! No tanto como cuando besó al elefante, pero casi.
  • Decidimos acabar de saltarnos las normas sanitarias. Ya que yo había sobrevivido a mi «autoenvenenamiento» decidimos soltar nuestros feos instintos y disfrutar de la estupenda fruta que hay en aquellas tierras, especialmente de aquellas que no existen en España, como la «fruta dragón». Eso sí, no llegamos a probar el Durian, que tiene fama de oler fatal, se vende en muchos puestos callejeros (no hay que comprar nada de puestos callejeros) y está prohibida en bastantes hoteles o, al menos, eso nos comentó una chica con la que coincidimos el día que fuimos al Templo Blanco. Nuestro razonamiento fue el siguiente: «ya que estamos a punto de irnos y los días que nos quedan son de estar en la playa, si nos da el cagarro nos da igual, hemos venido a jugar». He de admitir que sí, que algo lo notó nuestra digestión en aquellos días, pero tampoco fue un drama.

Anécdotas:

  • Es increíble lo pesadas que son las masajistas allí. Vamos a aclarar algo: ahí culturalmente la forma de vender es agresiva. La gente te sale al paso en la calle y pueden llegar a insistir bastante, porque además acostumbran a regatear, como creo haber comentado. Lo que sucede es que el masaje tailandés es una de las actividades favoritas de los turistas, en todas las ciudades a las que hemos ido te lo ofrecían, pero con la concentración tan grande de turistas que hay en Krabi, te encontrabas en el paseo marítimo dos o tres masajistas cada pocos metros. Por cierto, he de decir que el día de los elefantes, que acabé con una contractura en una pierna, acabé probando el masaje tailandés. A mí, que soy muy de tensiones musculares, me dolió como si me dieran una paliza (no es un masaje relajante, te estiran y golpean bien) pero sí que noté alivio, aunque la contractura de la pierna no desapareció totalmente hasta 3-4 semanas más tarde.
  • Otros que son muy pesados (además de los conductores de tuc tuc) son los vendedores de trajes. Es además un fenómeno que no entiendo. Si hay tantos vendedores de trajes, debe ser que hay gente que los compra, pero… ¿de verdad hay turistas en Tailandia que se dedican a comprar trajes? ¿PARA QUE?. De hecho, había camisetas en las que se podía leer (en inglés): «No quiero ni un tuc- tuc, ni un masaje ni ese estúpido traje». Humor no les falta. Es más, luego es gente muy agradable.
  • Por las noches el paseo marítimo se llenaba también de Lady- boys. Un término  despectivo para referirse a las mujeres transexuales allí, lo sé, pero así es como son conocidas. Van vestidas en plan espectacular, casi de princesas Disney (pero con tremendas plataformas) son muy muy guapas (dicen que los mejores especialistas en cambio de sexo se encuentran ahí) y reparten folletos invitando a asistir espectáculos en los que hacen de animadoras. Como no asistimos, no puedo comentar más sobre los espectáculos, pero imagino que serán semejantes a lo que sucede en España.
  • Como curiosidad: el lugar en el que encontramos más musulmanes fue Krabi. El resto del viaje casi ni les veíamos. Me gustó ver que las mujeres musulmanas, aunque llevaran velo, trabajaban en todas partes: hoteles, restaurantes, puestos turísticos, conductoras…
  • El hotel de Krabi fue el único que pedimos en plan cómodo, por lo que también hicimos uso de la piscina (¡jamás habíamos ido antes a un hotel con piscina!). En lo único en lo que se notaba que no es primer mundo es en la ausencia total de ascensores (eso sucedió en casi todos los hoteles, salvo el último, el del hotel que pillamos en Bangkok antes de volar a Madrid).
  • Por otro lado, si en Tailandia se come genial, en Krabi ya es espectacular. Los mejores calamares de mi vida los he tomado ahí. Y no os digo nada del hojaldre de nutella con plátano frito… a ver si me leo el libro de comida tailandesa que Noel encontró y aprendo a preparar alguna de esas cosas ricas, porque las recetas tailandesas ya me están dando mucha morriña (¡necesito un Pad Thai!).
  • Finalmente, da qué pensar que la playa de Krabi en la que estuve fue la más dañada por el tsunami de hace catorce años. A lo largo de la playa hay algunos carteles conmemorativos. No es sólo toda la gente que murió (en torno a 20.000 personas), el nivel tan grande de destrucción que debieron afrontar, sino cómo han sido capaces de reconstruir Krabi en su totalidad. Nadie que no sepa lo que sucedió podría imaginarlo viendo en qué condiciones tan estupendas se encuentra ahora. Eso sí, todos los edificios nuevos…

Próximamente… EL RETORNO a España 🙂

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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