¡Hola de nuevo! Hoy voy a arrancar con el segundo testimonio. Tenía varias ideas en la cabeza, pero en ocasiones hay que salir al asalto de lo que se te cruza. Ayer me presentaron a una persona que había tenido noticias de este blog y deseaba apoyar. No se trata de una opositora, se trata de una madre que tiene dos hijos disléxicos y se encuentra totalmente decepcionada con la atención que el sistema ha prestado (o, mejor escrito, no ha prestado) a sus dos hijos. ¿Qué la motiva a apoyarme? Primero, la simple empatía, supo cómo funciona nuestro sistema de oposición y le pareció un despropósito. Segundo y fundamental, ha experimentado en lo que más le duele, sus hijos, cuáles son las consecuencias de que una labor tan importante como la enseñanza se lleve a cabo por personas que, aunque hayan sacado una nota excelente en las oposiciones, no han demostrado en ningún momento que tienen lo que hay que tener para ser docente: vocación. Y si no vocación, responsabilidad. No creo que se pueda pedir a un docente que haya estado desde los doce años soñando con hacerse amigo de la pizarra y la tiza, pero sí que sea muy consciente de que los críos son seres humanos y que la labor del enseñante es tan delicada que puede condicionar, para bien o para mal, el resto de la vida de una persona. El futuro de los críos está en sus manos.
Ella proponía que las pruebas no se basaran en un temario, sino en un psicotécnico, que sirviera para valorar el estado psicológico y emocional de los docentes. Su propuesta se basaba en la siguiente idea: aunque cuando comenzamos (como todo el mundo) nos falte experiencia, por el hecho de haber finalizado la carrera, la formación técnica ya la tenemos. Por tanto, es estúpido hacer que la demostremos a través de un sistema que no demuestra nada. Se trata de valorar nuestras ganas, nuestra disposición, nuestra personalidad.
Creo que esta propuesta es muy atinada, aunque hay un punto que hace que se desmorone: cualquier persona que se ve obligada a resolver un psicotécnico para acceder a un puesto de trabajo, se busca la vida para engañar a los psicólogos. Ante una pregunta del tipo «¿Te gustan los niños?» aunque piense «¿Fritos o asados?» te dirá que sueña con educar chavales cada noche.
Por ello, aunque creo que los test psicotécnicos podrían ser una buena criba, no debería ser la única. La criba principal, para mí, es algo que demuestre la competencia profesional de modo directo: el mismo ejercicio de la profesión.
Sin entrar a juzgar la calidad de vida de los enfermeros, creo que la gente que estudia enfermería es la que tiene una mayor ventaja porque, aunque han de presentarse a oposiciones y hacer méritos, por el simple hecho de acabar la carrera ya tienen la opción de inscribirse en la bolsa de empleo y, aunque son colocados en un ranking en función de sus notas, también se respeta el orden que indican las promociones, es decir, una persona que obtenga un cinco de media en la promoción 08/09 puede situarse detrás en la preferencia para obtener empleo de alguien que obtenga un 6 en su misma promoción, pero siempre estará delante de alguien que obtenga un 10 perteneciendo a la promoción 09/10.
Pero no se trata de dejar a la gente trabajar sin más, lo idóneo sería que los 5 primeros años de experiencia profesional fueran más estrechamente vigilados, no en unas condiciones que puedan dar lugar a zancadillas basadas en las antipatías, sino (esto sería lo ideal y sé que las personas no somos como deberíamos…) un sistema basado en el apoyo al novato, en asistirle, proporcionarle herramientas cuando tenga problemas y un espacio en el que comentar sus dificultades.
No olvidemos algo que es aplicable en cualquier profesión: según afirma la psicología, no se puede afirmar que una persona tiene auténtica experiencia profesional hasta que no ha pasado un mínimo de quince años en el ejercicio reflexivo de su profesión. No se trata sólo de que haya estado quince años currando como hierro viejo, sino de que, además, se tome la molesta de reflexionar acerca de lo que hace, comentar los problemas con sus compañeros de profesión, investigar y experimentar para resolver cuanto le vaya surgiendo, analizar los resultados de sus experimentos… porque del ejercicio mecánico sólo se obtienen rutinas, no auténtico conocimiento.
De aquí deriva una crítica clásica que suele hacerse a los funcionarios: se les atribuye una motivación nula para trabajar mejor de lo que trabajan porque se encuentran excesivamente seguros en sus puestos.
Y esa seguridad justamente es la que hace deseable pertenecer al funcionariado.
¿Obtendríamos profesionales con más vocación si se actuara, por dura que resulte la pregunta, en contra de su estabilidad laboral, si acceder al funcionariado dejara de ser el sueño de cualquier español?
A ver qué me decís – si me decís algo- 🙂
Nunca he creído en las virtudes de los psicotécnicos como medio para acceder a un puesto de trabajo. Me explico sobre la base de uno que me hicieron hace años. Las preguntas eran del tipo «qué prefieres, coger patatas o cerezas». Yo, desde mi lógica aplastante, pensé cerezas, que no tengo que agacharme y no me duele la espalda.
Después de maravillosas preguntas por el estilo, lo entregué y al poco tiempo tuvieron a bien darme la respuesta. Alguien, listo donde los haya, dijo de mí que a la vista de mis respuestas estaba claro que había mentido (claro, sin conocerme de nada ya se me veía con ganas de recoger patatas… Coral, la patatera) pero, no obstante, se dignó a decirme para qué estaba capacitada. O lo estaría en mi vida futura.
Ese ser digno de ponerle en el pedestal dijo de mí que si diéramos por buenas mis respuestas (y repetía «pero has mentido más que Pinocho») mi futuro pasaba por ser abogada, escritora o algo por el estilo.
Sí, ser humano, sí. Mentí. Soy abogada y escribo cuentos y novelas. Y las patatas sólo me gusta cogerlas del plato o de la bolsita.
Ole los psicotécnicos y los que los evalúan.
Y qué bonito cuando te ponen unos dibujos imposibles y te dicen «sigue la serie». Y piensas «¿qué serie?. ¿Amar en tiempos revueltos?».
Nunca comprendí qué tiene eso que ver con ser funcionario. Total, ya saben todos que somos unos tarados gandules que cobramos por la cara. O quizás trabajamos más de lo que parece (algunos).
Jajjaa… Coral, eres una crack. Además de una de mis pocas amigas funcionarias.
Ya que has comentado esto, creo que debo explicar un poco de qué va el rollo de los psicotécnicos. Para empezar, no son un conjunto homogéneo. No sólo evalúan cuestiones distintas, sino que se ajustan a teorías distintas, a modos distintos de entender la mente humana. Por ello, si se hace una evaluación de cualquier ámbito, lo interesante es aplicar pruebas que pertenezcan a distintas teorías. Aún así, no son una ley. Pueden darte orientaciones, pero evaluar a una persona por las respuestas que dé a un test, equivale a calcular las características de un árbol valorando sólo su sombra.
La fiabilidad y la validez de los test se basa en:
– Su aplicación externa: número de veces que se aplique, personas ante quienes se aplique… en otras palabras, un test es más de fiar si ha sido muy revisado, aplicado muchas veces y ante personas muy diferentes.
– Su coherencia interna: teoría a la que se ajuste, métodos para calcular la sinceridad, claridad en su planteamiento…
El modo de calcular la sinceridad consiste en formular preguntas que quieran obtener la misma información de modos distintos. Si quien responde va variando su respuesta, entonces aparece un resultado que alerta de que el sujeto no ha sido sincero en el desarrollo de la prueba. Esto, además, justifica que ciertos test sean tan largos… se quiere lograr que la persona responda con espontaneidad, deprisa, sin pensar demasiado, sin que vaya recordando qué ha puesto antes…
En fin, si alguien te acusó de mentirosa a) o bien es porque te contradecías en algunas respuestas o b) el tipo te estaba prejuzgando porque le daba la gana. Los psicólogos son personas y prejuzgan tan bien o mejor que cualquiera.
Lo que dices de los test de figuritas… valoran lógica y pensamiento abstracto. Entronca con ese concepto tan abstracto de «inteligencia». No niego su existencia, sólo que para mí hay muchas inteligencias y la fundamental en la docencia (y en muchos ámbitos del funcionariado) es la emocional. Confiarse a las pruebas de inteligencia como modo exclusivo de valorar a alguien es una gilichorrada.
En cuanto a que te esfuerzas.. ni lo dudo, tampoco dudo que muchos funcionarios trabajen. Pero no es menos cierto que pagan justos por pecadores y que muchos intentan acceder a funcionarios justo para no esforzarse ni correr peligro de perder su puesto. Gracias a estas personas, la mala imagen social se va extendiendo.
Me encanta tenerte aquí.
También yo estoy encantada de estar y de hacer comentarios desde mi vertiente de «chica que pasó una oposición con éxito sin taras psicológicas» (las que tengo venían de fábrica).
No, desde luego un test psicotécnico no es la medida para saber si una persona es o no apta para desarrollar un trabajo. Puedes ser un chalado enamorado de una enredadera y no por ello dejar de hacer unos informes buenísimos, por poner un ejemplo. Eso sí, no desesperes, muchacho, pero ya no podrás llevar de viaje de novios a las Bahamas a la enredadera, nos han bajado el sueldo.
Hay otros medios para evaluar la idoneidad de la gente para acceder a un puesto de trabajo. Creo lógico que se evalúe el mérito y la capacidad pero de otro modo. Y por lo que veo hay oposiciones todavía más duras que la mía.
Tampoco es cuestión de comparar qué opo es la peor, no hay ninguna buena y cada cual tiene su intríngulis. Unas tardan un eón en estudiarse, otras son subjetivas al máximo, otras tienen el temario más «abierto» que una plaza de toros…