CAP 3 Viaje a Roma. El Vaticano.


¡Ave pajarracos!

Como os contaba, estaba previsto que el entonces Papa abandonara el Vaticano el día 28 a las 17:00 horas. Aunque Noel y yo nos habíamos propuesto dedicar al menos una horita a comer con calma, sin ser conscientes de ello zanjamos el trámite en 20 minutos y aparecimos en la Plaza de San Pedro a las tres de la tarde.

La verdad, sólo parecía una plaza de una ciudad con cierto tránsito. Ni siquiera contaba con unas medidas de seguridad especiales. Un ataque de imprudencia hizo que se nos olvidara el pasaporte y estando en la frontera caímos en la cuenta de que el Vaticano, aunque no sea mucho más grande que un barrio, es un Estado y podría haberse dado la circunstancia de que no nos dejaran pasar con nuestros DNI.

Tuvimos suerte, así cayó la típica foto chorra en la que salgo con un pie en Italia y otro en el Vaticano, aparte de dar la típica vuelta de rigor para inspeccionar en terreno.

Lo primero que llamó mi atención fue la prensa. No era una cantidad brutal de prensa, pero sí que había unos cuantos equipos con sus cámaras y sus micros pendientes de cuanto sucedía en la plaza. Lo siguiente fueron las pantallas. A lo largo y ancho de San Pedro colocaron unas cuantas pantallas grandes a las que inicialmente no vi mucho sentido, aunque luego comprobaría su utilidad. Más trabajo me costó ver los dispositivos de seguridad que estaban montando alrededor de la plaza. Claramente esos dispositivos no tenían tanto que ver con la despedida de Ratzinger como con la próxima elección de un nuevo Papa… ¡Ahí sí que se tuvo que poner buena la plaza!

Finalmente, y con muchísimo respeto, estaban los Papagroupies (término que designa a los auténticos fans Papales, más que nada porque me recuerdan a los fans de las estrellas o los meteoritos musicales) con sus pancartas de apoyo al pontífice saliente.

La verdad, no es del todo cierto que me dedicara a recorrer la plaza. Siendo rigurosa, lo que hice fue caminar hasta el centro de la plaza y sentarme un rato largo… mientras a Noel se le agotaba la paciencia e ideaba formas ingeniosas de sacarme de allí. Conste que yo a esas alturas ya estaba reventada de andar.

Lo peor es que, en mis intentos de averiguar si allí iba o no iba a ocurrir algo, decidí preguntar a alguno de los presentes. Valoré incluso la posibilidad de dirigirme a las monjitas con pancarta, pero en aquel momento pasaron cerca de mí tres sacerdotes relativamente jóvenes (por lo que estimé que debían hablar inglés) y con el mejor inglés que fui capaz de sacar del baúl de los recuerdos, les pregunté si de verdad el Papa se iba a ir a las cinco de la tarde.

Uno de ellos, sonriendo, me respondió que sí, pero que la despedida iba a ser privada, porque el Papa ya se despidió en público en su momento.

De un plumazo me quitó la esperanza de que algo espectacular fuera a ocurrir, dando peso al argumento de Noel de que debíamos irnos de allí.

Como no recuerdo los diálogos literales, haceos cargo de que la esencia de nuestras conversaciones eran algo parecido a esto:

– Da igual, yo creo que va a pasar algo.

– Mira, si fuera a pasar algo habría mucha más gente en la plaza.

– Bueno, hay bastante gente en la plaza.

– Pero lo normal en una plaza de una gran ciudad.

– Ya, pero hay periodistas.

– Es normal ¡se va el Papa!

– Sí, pero como mínimo, algo van a emitir, porque han puesto pantallas.

– Ya pero para eso, ya lo veremos en las noticias.

– ¿Y qué me dices de las monjitas con pancartas?-

Y eso fue lo que le chirriaba, las monjitas con pancartas, el argumento definitivo para que el chaval tuviera un poquito más de paciencia, aunque contraatacó con un gran argumento: «Bueno, pero vayamos a tomarnos un helado».

Por si no quedó claro en la entrada anterior, los helados de Roma (fuimos a Roma a tomarlo, jeje) son brutales.

Una hora estuvimos moneando con el helado. Por tanto, eran algo más de las cuatro. Al volver había mucha más gente que cuando nos habíamos ido. De aquella supimos que los romanos y Papagroupies tienen la habilidad de llenar plazas en tiempo récord. Prefieren llenarlas de golpe que hacerlo gradualmente.

Y las pancartas se habían multiplicado como setas. Además, aparecían diferentes banderitas, pero los españoles no las necesitan: donde hay alguien pegando bocinazos o haciendo el tonto, allá hay un español. Españoles everywhere.

Entonces, las pantallas comenzaron a emitir lo que de modo directo no se podía ver. Para algo estaba la guardia vaticana, que, aunque parezca un conjunto de arlequines medievales, supone una fuerza militar que impedía a cualquiera salir de la plaza. Ellos se ocuparon de bloquear el paso al público y de escoltarle hasta la limusina que le llevaría al helicóptero que a su vez le conduciría a la residencia de Castel Gandolfo.

Ahora bien, a nuestras espaldas descubrimos en la azotea de un edificio colindante dos figuras negras y una blanca que, en la distancia, se nos antojaba semejante a la silueta del Papa contemplando a la muchedumbre mientras que, con un doble, nos hacía creer que se iba. Aquello se ganó una foto que ya publicaré y a la que apodamos «La foto del Papa- troll».

Pero parece que toda la movida de la guardia vaticana, la limusina y el helicóptero iba a resultar ser cierta. En cuanto las pantallas emitieron la imagen del casi ex Pontífice subiendo al helicóptero y despegando, la gente lo vio sobrevolando la plaza y estalló en vítores y aplausos.

Sin embargo, esto no fue lo más impactante. Lo más impactante vimos cuando ya pensábamos que lo habíamos visto todo y nos comenzábamos a retirar.

Las campanadas.

Jamás había escuchado un sonido igual.

Creo que todos estamos acostumbrados al sonido de las campanas de una iglesia o de una catedral. Es un sonido limpio, ordenado, regular. Basta con escucharlas para saber qué ocurre. Y normalmente lo que ocurre es que están dando la hora.

Intentad imaginar qué ocurriría si las campanas de una iglesia, de una catedral, del mismo Vaticano, en lugar de ser tocadas de modo ordenado, fueran empujadas a sonar con violencia, en toda su capacidad, todas a la vez, sin pausa, sin ritmo, como quien anuncia una desgracia y quiere que el mundo entero lo sepa.

Supe sin que nadie me lo dijera que las campanas estaban tocando a muerto (*1) Claro, los Papas usualmente no dimiten, se mueren. Aquel toque indicaba que el trono de San Pedro había quedado vacío y que comenzaba la Sede Vacante. Así, las campanas repicaron hasta que el helicóptero se perdió en el horizonte.

Y nosotros, que ya nos retirábamos, nos quedamos clavados en el suelo de la plaza, paralizados.

O bueno, no tan paralizados. Noel sacó la cámara y de ahí salió un vídeo que intentaré publicar.

Gracioso fue verle después hacerse el interesante «¿Has visto qué recursos tengo? Esto fue que compré el viaje, llamé al Vaticano y le dije al Papa que dimitiera para que pudiéramos presenciar esto».

Bromas aparte, nos fuimos con la sensación de haber sido testigos de excepción de algo que no se va a volver a repetir en nuestras vidas. Al fin y al cabo, es el primer Papa que dimite en seiscientos años.

En seiscientos años, todos calvos.

Nota *1: Quien tiene boca se equivoca. Parece que no tocaban a muerto, tocaban a gloria, tal y como me ha apuntado Raphaela en un comentario situado en este mismo hilo. Esto me ha llevado a querer informarme de los distintos tipos de toques de campanas que existen. La verdad, no esperaba que hubiera tantos y que fuera algo tan complejo. Si sentís también curiosidad por ello, visitad este enlace: http://www.revilladepomar.net/web/campanas.htm

En el próximo capítulo veréis por qué el metro romano es insoportable y cómo me aproximé, traspasé y superé todos los límites del patetismo adquiriendo la habilidad del doble cojeo.  

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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12 respuestas a CAP 3 Viaje a Roma. El Vaticano.

  1. sickofhell dijo:

    Habilidad del doble cojeo? jaja yo quiero ver esa foto del papatroll y el video de Noel. Tu excusa de las monjitas con las pancartas da escalofríos. 😉
    Pd. Los helados de Roma son los mejores 4EVER!

  2. raphaela dijo:

    Hola, nena ¿como estás? Te cuento que estás confundida con el sonido de las campanas esa tarde en el Vaticano. Eran campanas de gloria, no de duelo. Las campanadas de duelo, son graves y espaciadas, más espaciadas que las que indican las horas, lo que deja una impresión de gran solemnidad,. Cuando deben sonar a gloria se voltean todas las campanas y hay gran repique. Y es que el Papa saliente no se había muerto, no iban a tocar a muerto por muy vacante que quedara la silla petrina: tocaron a gloria y en realidad se voltearon todas las campanas de las iglesias de Roma: todas repicaron a un tiempo. Fue un saludo al papa que se iba, un homenaje. El hecho de que, estando en el Vaticano, se voltearan TODAS las campanas y ademas se oyeran las de las iglesias cercanas y más remotamente las de las no tan cercanas, hizo de ese momento un momento especialísimo, con una carga de decibeles excepcional, claro.

    Fue un buen gesto del destino haberte conducido a Roma en ese momento histórico. Un privilegio. Piénsalo y piensa por qué te fue dado. Nada sucede por casualidad en esta vida. Por algo sucedió, por algo mas que tomar buen helado. Besos.

    • vengatriz dijo:

      Pues la verdad, pensé que eran de duelo porque no me resultaron exactamente alegres. La palabra con la que definiría el efecto que el sonido produjo en mí es «impacto» más que alegría. Sonaba a «aquí ha pasado algo grave y nos hemos vuelto locos».

      Pero con independencia de cómo sea el toque este (¿en qué otras ocasiones se toca así? no hay día en el que no aprenda algo) sí que considero que fue un privilegio enorme estar allí e ignoro por qué me fue concedido. Sólo sé que a mi madre le encantaban esas cosas. No ya los lugares con historia, sino ciertos sucesos históricos. Por ahí viene la única ¿explicación? que encuentro a eso. La alternativa es considerar que fue casualidad, pero en esa no creo demasiado.

      Besotes.

      • raphaela dijo:

        Se toca a gloria la noche de Navidad, por ejemplo. Y me han dicho que se toca a gloria cuando muere un niño, porque es un angel que sube al cielo (aunque la gracia que le hará a los padres). Besos.

      • vengatriz dijo:

        Pues ninguna gracia les hará :S

        Lo dicho, no hay día en el que no se aprenda algo.

        ¡Muakis!

  3. Nieves dijo:

    Casi que ya no me das envidia, es como si estuviera alli. (Seguiremos a la espera) Besazos.

    • vengatriz dijo:

      Ya la próxima actualización vendrá después de Semana Santa. Estos días iré a Asturias a conocer a la familia de Noel. Además hay una casa que limpiar, cosas que comprar, dos trabajos de negra académica que redactar y, con todo ello, una gripe de la que recuperarme… cuando lo que menos tengo es justamente reposo.

  4. la verdad que sin duda vivir la dimision in situ de un papa es algo historico sin duda. esperamos mas capitulos del viaje

  5. Me he leído de un tirón todas tus aventuras en Roma…Ay!! que envidia…con lo que me gusta viajar y no voy a ningún sitio… en fin,,..
    Me alegro de que lo disfrutaras.

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