Una de anécdotas de bar (VIII)


Al día siguiente, apenas me tomé el café con leche y me sentí menos zombie y más ser humano – quien me conoce sabe que, a menos que no tenga otra alternativa, madrugar va en contra de mi religión- me dispuse a llamarle. Fue una conversación un poco complicada de abordar y, en situaciones así, lo mejor es acudir a la verdad descarnada. Sintetizando, le expuse que la mujer se puso como loca ante la simple mención de la posibilidad de que yo le avisara, llegando materialmente a impedírmelo, por eso tuve que mandarle el mensaje a escondidas; le expliqué también que M.E le odiaba y que le responsabilizaba de la ruptura de su relación porque, según ella, le había comido el coco a J diciéndole que por qué se iba con una mujer tan mayor, animándole a conocer mujeres jóvenes e incluso… llevándoselo de putas; que a raíz de ello hubo una pelea gorda y ella le puso como condición para seguir la relación que dejara de quedar con él y que se consideraba acosada por las llamadas permanentes que le hacía a J. para quedar.

M.A. que al principio permanecía muy tranquilito, poco a poco se fue calentando y soltaba expresiones de incredulidad: «¿Qué me estás contando? ¿Cómo es posible? ¡Si yo hace poco he estado comiendo en casa de esa mujer! ¡Si el pasado fin de semana estuvimos cantando juntos en un karaoke!».

Y cuando su indignación alcanzó cierto límite, se decidió a proporcionarme información útil. La información que me faltaba: «Mira, Silvia, lo que pasa es que M.E es muy falsa y estoy harto de la gente falsa. No quería contarte esto pero te lo voy a contar.  Yo conocí a J a través de un anuncio en el que él ofrecía clases de conversación. Nos caimos bien y comenzamos a quedar. De este modo, acabé conociendo a M.E. A mí me extrañó mucho que estuviera con una señora tan… mayor. Que uno entiende diferencias de, no sé, diez años, quince, incluso veinte, pero ¡cuarenta!. Y bueno, uno notó que J es un poco… raro, ya le conoces, que tiene unos cuantos problemas con las mujeres y pensé que la tía, aprovechándose de la poca autoestima que tiene, le embolicó. Entonces, es verdad que le dije que él debería conocer a gente más joven pero ¡jamás me lo llevé de putas! Eso es un disparate. Lo que pasa es que sí que le llevaba a garitos y le iba presentando a mis amistades y en cierta ocasión conoció a una muchacha que le gustó y ojo que yo no le dije nada ni la muchacha le dio vuelos, que fue él solito quien le pidió el número y quien de pronto la perseguía a todas horas hasta que ella le dijo que no tenía interés en tener nada con él. J me ha confesado en alguna ocasión que tiene mucho miedo a quedarse solo, así que no va a dejar a M.E hasta que tenga relevo, quizá porque piensa que es incapaz de seducir a ninguna mujer, yo que sé. Pero te diré otra cosa más, ya que estoy haciendo confesiones, que la manía que me tiene M.E no es exactamente porque yo haya llevado a J a conocer gente. La manía que me tiene es porque empezó a tirarme los trastos y yo… no mostré buena disposición. Al principio eran cosas sutiles… del tipo de aparcer en mitad de la sala de  estar cubierta con una toalla de baño, cuando bien podría haberse vestido en otra habitación, y montar el número de que se le iba a caer la toalla mientras decía: uy ¡que pena! ¡que me lo vas a ver todo! o no tan sutiles, como estar comiendo en su casa y que ella un día comenzara a decir: mira, M.A, yo sé que algún día J y yo romperemos, porque él acabara volviendo a Inglaterra y tú la verdad, me pareces un chico más maduro… creo que tú y yo acabaremos follando. Silvia, yo no sabía qué hacer ni qué decir, si darle un corte o no dárselo, porque es que encima estaba J ahí delante y te voy a contar qué fue lo que respondió, para que veas lo especial que es: yo lo único que quiero es que todo el mundo sea feliz».

Claro, cómo no. Del autor de «¿De verdad que no queréis quedaros a jugar al tute?» sólo podía salir una frase brillante de categoría. Confieso que llegados a este punto, ignorando el dramatismo con el que M.A me estaba narrando la anécdota, me dio por carcajearme en riguroso directo.

Él prosiguió con su historia: «Y bueno, yo le tuve que rechazar e irle mostrando que no andaba interesado, así que dejé de ir a su casa. Entonces, ella comenzó a llamarme permanentemente, y yo metiéndole excusas, hasta que se cansó « ¿A que os suena esto? «y al poco tiempo supe, porque Almería es muy pequeña y J y yo tenemos gente en común, que a ella le había dado por decir a quien podía que yo soy maricón. ¡Claro! Es que si yo no me sentía irresistiblemente atraído por ella, con lo buenísima que está, tenía que ser maricón. Sin embargo, el problema es que yo aprecio a J y me da penita, así que, pasado un tiempo, volví a intentar retomar contacto con ambos porque resulta que yo no podía mantener el contacto con J a solas; si no accedía a verla a ella, no podría verle a él. De ahí que hubiéramos comido varias veces últimamente y que hubiéramos ido el fin de semana pasado a un karaoke… así que imagínate cómo me ha sentado la maniobra que ha hecho la tía para que no me pudiera despedir de él».

Después de haber escuchado todas estas confesiones, me parecía justo contarle cuál había sido mi experiencia con esta mujer, porque aunque parecía bastante concienciado de que la mujer no estaba en sus cabales, parecía no haber captado hasta qué punto, así que compartí con él toda la historia que habéis estado leyendo estos días, desde aquella vez que me llamó con aquella invitación fuera de lógica a ir a comer a su casa, pasando por cómo desplegó sus mejores habilidades de anfitriona y siguiendo por cómo se decidió a acosarme telefónicamente e, incluso, compartiendo lo sospechoso que era que, de pronto, se hubiera mudado a mi barrio. Lo que sí confieso que omití, por aquello de salvar la propia honrilla, era mi miedo real a que la loca esta me hiciera brujería, el asuntico de cómo nos quitaron el mal de ojo a mí y a mi prima y cómo, al final, el día de la despedida no había quien me separara de cierta piedra blanca que llevaba en el bolsillo.

Así fue como descubrí que a M.A le quedaban más revelaciones-bomba en la trastienda: «¡Ah! ¡Ahora que me doy cuenta, M.E en una ocasión me habló de una chica y ahora pienso que la chica eres tú!»

¿Y qué te dijo? le pregunté, muerta de curiosidad.

«Me dijo: Últimamente J está que no mea por una chica, una alumna suya. Me está hablando todos los días de ella, que si es muy inteligente, que si es muy interesante, que si es muy simpática, que si hace muchas cosas… y me dio coraje, así que un día decidí invitarla a mi casa. ¿Sabes? ¡Es super gorda y super fea! ¡Que digo yo que si J me tiene que dejar por otra, que me deje por una mujer que sea mejor que yo!».

Os estaréis preguntando cómo reaccioné ante este comentario. Pues reaccioné igual que vosotros, riéndome, aunque en cierto sentido me quedé alucinada e incluso pude escuchar a un pitufo cabreado dentro de mi cabeza gritando: ¡Qué hija de puta!.

También recordé, asociándolo con la cena del día anterior, cómo en mitad de la «despedida» se presentó en la casa la hermana de M.E y ella, mirándome a mí, contaba «ojo a mi hermana, ella estaba gordísima, todavía más que tú ¿eh? y se ha hecho una liposucción y fíjate qué estupendísima se ha quedado» rematado con un posterior «tú de cara eres monísima y es una pena que te sobre peso». Vaya, que no perdía oportunidad de recordarme que una ofrece cierta resistencia a las corrientes de aire, pero yo no le di importancia ninguna, hace mucho tiempo que no le doy a esas cuestiones la importancia que pude darle en mi adolescencia, así que ni siquiera interpreté que aquello fuera una maniobra para intentar o rebajar mi autoestima o devaluarme delante de J, aunque como un no es tonta, o no tanto, a partir de ese comentario de M.A me di cuenta de cuál era la verdadera intención de la tiparraca cuando me dijo eso.

Por ende, también es un poco chocante enterarse de esa manera de que, le pese a quien le pese, comenzado por Barbie Geriátrica, parece ser que los recelos de la señora eran ciertos y llegué a gustarle al teacher. Manda eggs.

En fin, mi reacción fue reírme inmediatamente, porque todos estos procesos mentales se dieron a velocidades ultralumínicas, y comentar: «Bueno, yo no soy precisamete Miss España, pero cualquier mujer que se lleve con J menos de una década es un peligro potencial para ella, le joda o no le joda y, por más que se exhiba en toalla, poco puede hacer ya, salvo el ridículo».

Pero aquí no acaba todo, no. Queda por ver EL DESENLACE, pues estos elementos tan aburdos todavía son capaces de sorprender, así que…

CONTINUARÁ

Acerca de Hécate

Lee y me cuentas.
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6 respuestas a Una de anécdotas de bar (VIII)

  1. Joss dijo:

    y tengo que esperar hasta mañana? jooooo!!! =(

  2. jairo dijo:

    Jor Silvia no es nadie el bicho colombiano ese, la verdad que gente asi no tenia que morirse habia que matarla, aunque de aqui tambien sacamos que J y ME tambien miraban hacia fuera de su casa en el tema sentimental.. jijiji

    • vengatriz dijo:

      ¡Qué madrugador, Jairo! Pero sí, aquí se ve que si J es víctima, tampoco es tan inocente, aquí se demostraba que sabía que debía dejar la relación, pero no se atrevía a dejarla sin tener un relevo previo. Cobarderrrrrrrrrrrrr… en cuanto a lo de M.E con M.A es incalificable, recuerdo que en aquella conversación yo flipé como nunca XD:

      Ahora salgo para el ensayo de la obra, así que para la tarde estaré subiendo el último capítulo. Se ha hecho esto más largo de lo que había calculado 😛

  3. variablex dijo:

    Agh… no me da tiempo de leer el final!!! Lo que es realmente sorprendente es que M.A. llegase a convertirse en un habitual de esa pareja, yendo a su casa a comer… ¡y al karaoke! Vamos, yo no habría repetido después de la primera visita, por mucha amistad que tuviese con el inglés.

    Sí que es especial el inglés, sí. Mucho.

    Por otra parte, no entiendo esa manía con que estás gorda. No es que seas la típica que dan ganas de invitarla a un bocata cuando te la cruzas por la calle (que hay algunas que dan ganas de llevárselas a rastras a un bar para que coman, pero sin ningún interés sexual, sólo filantrópico), pero de ahí a destacar por obesa va un trecho. Yo te veo bien, la verdad, ni flaca, ni gorda.

    • vengatriz dijo:

      Yo tampoco entiendo cómo M.A se hizo asiduo. El inglés es el elemento más especialito que me he echado a la cara. En cuanto a la tía, de algún modo tenía que hacer ver que vale más que yo y no ocurriéndosele nada mejor, tiró de esa excusa XD pero ya verás cuando leas el último capi 🙂

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