Hola a todos:
He pasado unos días en una especie de «UCI» emocional. Terminaron las oposiciones y algunas cosas me pasaron factura, a destacar:
- Una rebaremación.
- Estudiar y trabajar a la vez.
- Mis dificultades para organizarme, que son más que notables.
- El mareo administrativo: ahora convoco, ahora no convoco, ahora no hay presupuestos, ahora cancelan las demás comunidades…
- Mi cambio de especialidad a dos meses de la prueba como consecuencia de los factores anteriores, por aquello de figurar en dos bolsas en lugar de en una. Imaginad el estrés.
Me encontré con una nota que no fue nada buena en esta segunda especialidad y, con la anterior, retrocedí tantos puestos que es imposible que me llamen por Primaria, PERO… parece que mi apuesta no fue tan mala. Por la otra lista, a pesar de mi mala calificación, es muy probable que me llamen. Paradojas agridulces de la vida. Yo inicialmente me veía fuera del sistema y parece ser que aún puedo dar batalla dentro de la pública, aunque entre a trabajar más tarde que en los cursos anteriores.
No obstante, tuve que rumiar mi disgusto. Pasé dos semanas sin querer ver a nadie, profundamente agotada de todo y muy triste, creo que la sombra del desempleo es una de las cosas que más miedo me dan en esta vida (será que llevo una década luchando contra él con un éxito… discutible). Al fin y al cabo, trabajé siete meses en el curso 2015/2016 y el curso 2016/2017 entero, pero la cuestión es resistir y seguir sumando antigüedad hasta que lo mande todo a la mierda me haga con la plaza.
Con todo, no las tengo todas conmigo. Así, quiero retomar inglés y comenzar con otros dos idiomas que no comentaré aquí ya que, por desgracia, el nivel de competitividad es tal que no quiero dar ideas. Por ello, tampoco comentaré en qué otra especialidad me he metido.
Por otro lado, a la vuelta del verano, quiero:
- Recopilar mis relatos y ver si puedo moverlos.
- Retomar un proyecto literario muy gordo que dejé colgado (puede que salga algo, puede que no).
- Retomar la operación «vida sana» en condiciones.
La dieta se me echó un poco a perder en los meses previos a la oposición, pero ya puedo volver a comer casero. En cuanto al deporte, me siento muy orgullosa de poder decir que estoy a punto de cumplir un año como practicante de Kung Fu. Me supuso una vía de escape muy importante para el estrés tan severo que tuve este año, ya no por trabajar y estudiar a la vez, sino porque me tocó un destino muy muy complicado que demandaba muchas horas de trabajo en casa y no menos desgaste emocional. De paso, me ayudó a generar un hábito saludable (jamás había tenido yo hábitos deportivos), evitó que la ganancia de peso con la oposición fuera mayor y… consecuencias inesperadas (guiño, guiño, risa maligna):
-
-
- Parece que no, pero tener casi tres cinturones, aunque es
una puta mierdaun nivel bastante escaso, te da algo más de seguridad a la hora de lo que pueda pasar (al menos sabría hacer algo… y nadie se lo espera). - De pronto
pego unas ostias cojonudashe desarrollado mucha más fuerza en brazos y piernas que, digo yo, no está tan mal. Si soy una tía grande y no puedo evitarlo, mejor que me mueva con agilidad… y para poder hacerlo, es preciso estar lo suficientemente fuerte para manejar mi estructura, ya que nunca seré una «flor de pitiminí» (ni quiero). PD: Hablo de estar fuerte, no de «echar bola». Con el tiempo aprendes que es casi imposible que eso lo desarrolle una mujer, a menos que ella lo busque con muchas ganas.
- Parece que no, pero tener casi tres cinturones, aunque es
-
Me quedé con las ganas de haber terminado el relato vacacional del año pasado. Quizá lo haga, tengo las fotos y mis anotaciones en un cuadernillo, pero se me va a acumular el trabajo… pues este verano tengo previsto ir a Tailandia y, si hay suerte, me acercaré también a Marruecos para visitar a mi querida amiga norteamericana (¡esa Miss Beaton!) la chica que estuvo unos meses acogida en mi casa, que vuelve a estar cerca por motivo de sus estudios.
No puedo olvidar, antes de cerrar este resumen, lo importante que fue obtener mi «L», esa letra que me permite conducir y que representa el haber vencido una fobia de muchos años, esa letra que me abre posibilidades laborales y personales y, sobre todo, que me permite dar en las narices a esas personas que me ridiculizaron por no tenerla.
¿Sabéis? El trabajo es importante, pero no lo es todo. Hay mucho en mi vida que me hace feliz y, lo más importante, si echo la vista atrás, la mejor decisión que pude tomar fue cambiar de ciudad; mi vida ha ido prosperando desde entonces, tanto en lo sentimental como en lo literario y laboral. No puedo quejarme.
¡Un abrazo a todos!